VIEJO ZORRO
BLOGS PERSONAL DE NICOLÁS HERNÁNDEZ CAMBERO
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domingo, noviembre 05, 2006
LIBRO DE VISITAS
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LIBRO DE VISITAS DE NICOLÁS HERNÁNDEZ CAMBERO
Muchas gracias por visitar este libro y dejar en él su parecer de la visita a mi BLOGS.
domingo, octubre 29, 2006
¿QUIEN SOY YO?
http://www.hcnicolas.com
Me llamo Nicolás Hernández Cambero, nací el día diez de septiembre de 1.936, en plena guerra civil española, en un bonito pueblo, llamado Zarza de Granadilla, provincia de Cáceres, está situado en la Cabeza de Extremadura, rodeado por las sierra de Gata, la Peña de Francia, la sierra de Los Cotos, la sierra de Lagunilla, el pico de Candelario, la Vía de la Plata, las ruinas de la famosa ciudad romana de Cáparra, la sierra de la Jara, el pantano de Grabiel y Galán y su embalse.
La Zarza tiene dentro de su término el legendario y amurallado pueblo de Granadilla con su término y su castillo como consta en documento oficial en los archivos de su ayuntamiento.
La Zarza tiene dentro de su término el legendario y amurallado pueblo de Granadilla con su término y su castillo como consta en documento oficial en los archivos de su ayuntamiento.
DOCUMENTO OFICIAL
"Zarza de Granadilla se encuentra al norte de Extremadura a una altitud de 399 metros sobre el nivel del mar, según reza en la placa que está en la entrada de nuestro Ayuntamiento. Está situada en el punto más céntrico del valle del Ambroz, entre los ríos Alagón y su afluente el Ambroz y con una extensión de más de 13.000 Hectáreas, incluidas las pertenecientes a Granadilla. Este término municipal se anexionó al de Zarza según este texto:”
TEXTO MUNICIPAL
"Zarza de Granadilla se encuentra al norte de Extremadura a una altitud de 399 metros sobre el nivel del mar, según reza en la placa que está en la entrada de nuestro Ayuntamiento. Está situada en el punto más céntrico del valle del Ambroz, entre los ríos Alagón y su afluente el Ambroz y con una extensión de más de 13.000 Hectáreas, incluidas las pertenecientes a Granadilla. Este término municipal se anexionó al de Zarza según este texto:”
TEXTO MUNICIPAL
"La Corporación Municipal tuvo que hacer lo inevitable: la aprobación de la anexión de la Villa los municipios limítrofes, lo que significaba oficialmente su desaparición.
La sesión fue celebrada en Granadilla a las doce horas del día 5 de noviembre de 1963:Dada cuenta por la Presidencia del oficio nº 635 de fecha del pasado mes y del acuerdo adoptado en sesión extraordinaria celebrada con fecha once del mismo mes, por el Ayuntamiento de Zarza de Granadilla (Cáceres) por el que se manifiesta estarse tramitando expediente para la anexión del término municipal de Granadilla a los limítrofes; enterada la Corporación, por unanimidad acuerda prestar su conformidad de la anexión de este término a los limítrofes; que de referido acuerdo se expida certificación y que sea remitida al Municipio de Zarza de Granadilla para su unión al expediente. Y no siendo otro el motivo de la presente, el Sr. Presidente levantó la sesión a las trece horas, suscribiéndose la presente Acta, que con el Sr. Presidente, firman los Sres. Reunidos de que yo el Secretario Accidental certifico. Fdo: Jesús Jiménez, Joaquín Mordillo, Marino Manzano y Felipe Jiménez".(Por lo visto, la novia era pretendida también por La Pesga y Abadía. Y termina diciendo).
"Artículo primero.- Se acuerda la disolución del Municipio de Granadilla (Cáceres) y se incorpora su término municipal a los limítrofes de Zarza de Granadilla y Mohedas de Granadilla, con la divisoria determinada por el cauce del río Alagón.Artículo segundo.- Queda facultado el Ministerio de la Gobernación para dictar las disposiciones que pudiera exigir el cumplimiento de este Decreto.Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a seis de mayo de mil novecientos sesenta y cinco.FRANCISCO FRANCO: El ministro de la Gobernación: CAMILO ALONSO VEGA"
Para acceder a Zarza de Granadilla se hace de forma fácil. Tenemos la opción para los que vienen del norte de la península, por la entrada de la Vía de la Plata (N - 630) de La Granja con dirección al Pantano de Gabriel y Galán (EX - 205) y para los que vienen del sur por la misma Vía de la Plata con entrada en el cruce de Casas del Monte -Zarza de Granadilla.
Para acceder a la Zarza desde Madrid: Tenemos que tomar la (N- V), hasta Navalmoral de la Mata, tomar a la derecha dirección Portugal hasta el cruce con la Vía de la Plata, tomamos a la derecha dirección Salamanca hasta el cruce de Zarza de Granadilla a la izquierda, pasamos el poblado del Lindón y llegamos a la Zarza.
La sesión fue celebrada en Granadilla a las doce horas del día 5 de noviembre de 1963:Dada cuenta por la Presidencia del oficio nº 635 de fecha del pasado mes y del acuerdo adoptado en sesión extraordinaria celebrada con fecha once del mismo mes, por el Ayuntamiento de Zarza de Granadilla (Cáceres) por el que se manifiesta estarse tramitando expediente para la anexión del término municipal de Granadilla a los limítrofes; enterada la Corporación, por unanimidad acuerda prestar su conformidad de la anexión de este término a los limítrofes; que de referido acuerdo se expida certificación y que sea remitida al Municipio de Zarza de Granadilla para su unión al expediente. Y no siendo otro el motivo de la presente, el Sr. Presidente levantó la sesión a las trece horas, suscribiéndose la presente Acta, que con el Sr. Presidente, firman los Sres. Reunidos de que yo el Secretario Accidental certifico. Fdo: Jesús Jiménez, Joaquín Mordillo, Marino Manzano y Felipe Jiménez".(Por lo visto, la novia era pretendida también por La Pesga y Abadía. Y termina diciendo).
"Artículo primero.- Se acuerda la disolución del Municipio de Granadilla (Cáceres) y se incorpora su término municipal a los limítrofes de Zarza de Granadilla y Mohedas de Granadilla, con la divisoria determinada por el cauce del río Alagón.Artículo segundo.- Queda facultado el Ministerio de la Gobernación para dictar las disposiciones que pudiera exigir el cumplimiento de este Decreto.Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a seis de mayo de mil novecientos sesenta y cinco.FRANCISCO FRANCO: El ministro de la Gobernación: CAMILO ALONSO VEGA"
Para acceder a Zarza de Granadilla se hace de forma fácil. Tenemos la opción para los que vienen del norte de la península, por la entrada de la Vía de la Plata (N - 630) de La Granja con dirección al Pantano de Gabriel y Galán (EX - 205) y para los que vienen del sur por la misma Vía de la Plata con entrada en el cruce de Casas del Monte -Zarza de Granadilla.
Para acceder a la Zarza desde Madrid: Tenemos que tomar la (N- V), hasta Navalmoral de la Mata, tomar a la derecha dirección Portugal hasta el cruce con la Vía de la Plata, tomamos a la derecha dirección Salamanca hasta el cruce de Zarza de Granadilla a la izquierda, pasamos el poblado del Lindón y llegamos a la Zarza.
La Zarza celebra con toda pomposidad las fiestas de su patrón, S. Ramón Nonato, el 30 de agosto, con procesiones, toros y demás.
También celebra la Semana Santa con la representación viviente de la pasión todos los años.
Garantizamos a todos los madrileños, y demás españoles y extranjeros, un recorrido que no olvidarán jamás, sobre todo en la floración de los cerezos del Jerte.
" Madrid - Salamanca - Ciudad Rodrigo - Santuario de la Peña de Francia - La Alberca - Las Hurdes - El Guijo - Granadilla - La Zarza - Hérvas - Villar de Plasencia - El Torno - Valle del Tietar con todos sus pueblos y de regreso a Madrid con un inolvidable regusto extremeño y un fin de semana inolvidable.
MI RESIDENCIA
Desde hace más de medio siglo vivo en Madrid y me siento tan madrileño como extremeño, a pesar de la diferencia que existe entre Extremadura y Madrid.
Desde hace varios años me dedico a escribir novelas de todo tipo, tengo algunas publicadas como:
MÁS ALLÁ DEL AMOR DE LAMUERTE
Una novela que nos enseña todas las vivencias de uno de los pueblos extremeños entre los años de 1.850 a 1.937, cuyos personajes nos pasean por los grandes acontecimientos nacionales de aquellos tiempos
como: La guerra de Cuba, los Héroes del 98, la dictadura de Primo de Rivera, la 2ª República española, el Glorioso Alzamiento Nacional, con todas sus miserias al desnudo, entre otros muchos acontecimientos.
CAMPANADAS DE DOLOR
Es un libro de poemas, dedicado a los hombres del campo extremeño, a los que nadie escucha su agonía, contiene poemas modernos y variados.
LA MARQUESA DE VENAMORCILLA
También celebra la Semana Santa con la representación viviente de la pasión todos los años.
Garantizamos a todos los madrileños, y demás españoles y extranjeros, un recorrido que no olvidarán jamás, sobre todo en la floración de los cerezos del Jerte.
" Madrid - Salamanca - Ciudad Rodrigo - Santuario de la Peña de Francia - La Alberca - Las Hurdes - El Guijo - Granadilla - La Zarza - Hérvas - Villar de Plasencia - El Torno - Valle del Tietar con todos sus pueblos y de regreso a Madrid con un inolvidable regusto extremeño y un fin de semana inolvidable.
MI RESIDENCIA
Desde hace más de medio siglo vivo en Madrid y me siento tan madrileño como extremeño, a pesar de la diferencia que existe entre Extremadura y Madrid.
Desde hace varios años me dedico a escribir novelas de todo tipo, tengo algunas publicadas como:
MÁS ALLÁ DEL AMOR DE LAMUERTE
Una novela que nos enseña todas las vivencias de uno de los pueblos extremeños entre los años de 1.850 a 1.937, cuyos personajes nos pasean por los grandes acontecimientos nacionales de aquellos tiempos
como: La guerra de Cuba, los Héroes del 98, la dictadura de Primo de Rivera, la 2ª República española, el Glorioso Alzamiento Nacional, con todas sus miserias al desnudo, entre otros muchos acontecimientos.
CAMPANADAS DE DOLOR
Es un libro de poemas, dedicado a los hombres del campo extremeño, a los que nadie escucha su agonía, contiene poemas modernos y variados.
LA MARQUESA DE VENAMORCILLA
Es una novela madrileña que nos muestra todos los acontecimientos ocurridos en Madrid entre los años de 1.960 y nuestros días, pasando por la agonía y muerte de Francisco Franco, la matanza de la calle Correo, el atentado de Carrero Blanco, el 23 F y otros muchos acontecimientos.
ELCONDE DE GRANADILLA
(INÉDITA)
Es una novela extremeña que nos demuestra que el amor verdadero es invencible y eterno, sus personajes nos pasean por los grandes acontecimientos de tiempos pasados como: Los Héroes del 98, Primo de Rivera, la boda de Alfonso X III, la 2ª República española y el 18 de Julio y los lugares más encantadores de Cuba y Europa.
PALOMAS SILVESTRES
(INÉDITA)
Es una novela triste, de dolor, de venganzas y de otras muchas cosas más, sus personajes nos pasean por las sucias alcantarillas madrileñas de los tiempos de la posguera civil española y la vida cortijera extremeña de la era franquista.
Me gustaría entrar en contacto con editoras que estén dispuestas a publicar mis nuevas novelas, estoy seguro que no saldrán defraudadas y llegaremos a acuerdos satisfactorios para todos.
(INÉDITA)
Es una novela extremeña que nos demuestra que el amor verdadero es invencible y eterno, sus personajes nos pasean por los grandes acontecimientos de tiempos pasados como: Los Héroes del 98, Primo de Rivera, la boda de Alfonso X III, la 2ª República española y el 18 de Julio y los lugares más encantadores de Cuba y Europa.
PALOMAS SILVESTRES
(INÉDITA)
Es una novela triste, de dolor, de venganzas y de otras muchas cosas más, sus personajes nos pasean por las sucias alcantarillas madrileñas de los tiempos de la posguera civil española y la vida cortijera extremeña de la era franquista.
Me gustaría entrar en contacto con editoras que estén dispuestas a publicar mis nuevas novelas, estoy seguro que no saldrán defraudadas y llegaremos a acuerdos satisfactorios para todos.
MÁS ALLÁ DEL AMOR Y DE LA MUERTE
MÁS ALLÁ DEL AMOR Y DE LA MUERTE
Es una novela enteramente extremeña donde se resaltan todas las vivencias, costumbres y faenas de unas familias de uno de los muchos pueblos, parecidos, de Extremadura, desde que nacen hasta que mueren con sus costumbres, aventuras y desventuras en los años comprendidos entre 1850 y 1936, pasando por la guerra de Cuba, los héroes del 98, la 2ª República, el caciqueo, el Alzamiento Nacional y todas sus consecuencias y horrores al desnudo.
DEDICADO
A
TODOS LOS VECINOS
Y
EMIGRANTES ZARCEÑOS
DEDICADO
A
TODOS LOS VECINOS
Y
EMIGRANTES ZARCEÑOS
PRÓLOGO
Con este libro quisiera dar a conocer a las nuevas generaciones nacidas en ese pueblo de Zarza, así como las de otro cualquier lugar de España, parte de su Historia que, con toda seguridad, desconocen o posiblemente la conozcan de diferente manera, muy lejana de la realidad.
Comenzaré diciendo que este libro no cuenta la biografía de nadie, ni los personajes son reales, son producto de la imaginación del autor, así como los cargos públicos, los nombres y apodos tan conocidos en el pueblo y sus alrededores.
Sí fueron ciertos la mayoría de los acontecimientos relatados, con más sangre y saña de venganza de lo que aquí se cuenta, aunque resulte extraño de comprender que entre vecinos de un mismo pueblo hubiera corazones de hienas capaces de hacer tanto mal como hicieron con los aplausos de sus seguidores.
A ellos les prepararon y entrenaron con mentiras y lavados de cerebros haciéndoles creer que solo media España, leales a ellos, tenía derecho a la vida y a la otra media había que eliminarla a toda costa sin dilaciones y terminaron creyéndoselo de tal manera que ni siquiera se pararon a pensar en sus conciencias, que a la mayoría de ellos jamás les volvió a dejar dormir tranquilos.
Se consideraron héroes del Glorioso Alzamiento Nacional y hoy, tras del paso de más de sesenta años, podemos asegurar que lo único que alzaron fueron las lápidas del frío mármol de todos los cementerios y la tierra de miles y miles de fosas, desperdigadas por todas partes, para enterrar a las víctimas de sus tropelías, la mayoría de ellas inocentes, de tantos fusilamientos en masas como tuvieron lugar.
Así pagaron con sus vidas los muchos errores cometidos por los que, desde uno y otro bando, regían los destinos de aquella España del caciqueo y pucherazo, como aquí veremos, que solo pretendieron defender sus intereses particulares y sus poltronas. Todo ello a costa de esos miles y miles de muertos que, por unos u otros, de una manera o de otra, quedaron enterrados para siempre. Con la diferencia de que los muertos de ese Glorioso Alzamiento fueron héroes nacionales y sus nombres figuraron en grandes lápidas de mármol a las puertas de todas las iglesias, para que nadie les olvidara sus gestas y hazañas, hasta hace muy poco tiempo. Sus familias fueron altamente protegidas y favorecidas por las autoridades del Glorioso Alzamiento Nacional durante todo el periodo de mandato de la dictadura franquista.
Con excepción de toda España, todavía perdura en este pueblo de Zarza de Granadilla, que nada le debió, ni le debe, ni le deberá nunca, al Glorioso Alzamiento, esa piedra de mármol que divide a los muertos en buenos y malos, como puede apreciarse en la portada de este libro, sin que nadie se avergüence de verla, ni se acuerde de quitarla o rellenarla con todos los nombres de los caídos por los dos bandos en aquel horrible enfrentamiento civil del que todos fueron culpables por consentirlo y no evitarlo.
Los muertos republicanos fueron calificados todos de alimañas, mofados sus nombres, pisoteadas sus tumbas y perseguidos y humillados por las autoridades franquistas todos sus familiares durante la mayor parte del tiempo dictatorial franquista.
Creo que como otros muchos españoles, me hice siempre esta pregunta: ¿Quiénes fueron los verdaderos culpables de esa odiosa guerra civil entre españoles? Si no había, como dijeron, dinero para arreglar la situación dando de comer a los hambriento, vestidos a los desnudos y trabajo a los parados ¿De dónde salió después tantísimo dinero como quemaron en la guerra unos y otros? ¿Por qué el Gobierno de la República no puso mano dura e impidió todos los desmanes y atropellos cometidos por todos sus aliados o tiró la toalla y decretó nuevas elecciones generales?.
Debieron esforzarse en conseguir ese dinero para quitar la mucha hambre que tenía el pueblo español, para enseñarle, ilustrarle e informarle correctamente de la verdadera situación aunando el esfuerzo nacional, y con toda seguridad, la guerra no habría tenido lugar; ni tampoco las barbaridades que le acompañaron y siguieron tras ella medio siglo hasta volver al retorno del punto exacto donde empezó, como hemos tenido la dicha de conocer todos los que hoy vivimos saboreando el placer de la diferencia en la solución real de todos nuestros problemas comunes por la certera vía de la paz y la democracia, como debe de ser.
Pero todo eso pertenece a la Historia de España, y buena o mala tenemos que aceptarla y publicarla tal y como sucedió, sin odios ni rencores. Tan penoso es lo sucedido en la noche del 16 de marzo de 2005, cuando los seguidores del famoso republicano “Carrillo”, tras de un efusivo homenaje, emborrachados de gloria, con la benevolencia del Gobierno, se lanzaron en plena noche a desmontar la única estatua de Franco que quedaba en pie. Pero dejaron frente a ella otra de un importante republicano, que años atrás colocaron otros gobernantes de ideas republicanas. Me gustaría que alguien nos dijera a los supervivientes de aquel desastre ¿Quien de los dos estatuados fue más merecedor de ser catalogado “Monstruo de la Humanidad?
Igualmente de monstruoso es tener divido a los muertos de aquel horror en placa de mármol en la fachada de una iglesia.
Jamás me he sentido capaz, ni creo me sienta nunca, de juzgar a nadie, allá cada cual con su conciencia, sucia o limpia, que habrá vivido o continuará viviendo hasta que sea llamado al juicio final a rendir cuentas de todos sus buenos o malos actos cometidos durante el corto paso por esta vida que conocemos.
Nunca fue mi intención, y menos ahora, la de herir los sentimientos de nadie que, al leer este libro, pueda sentirse identificado con alguno de mis personajes o crea ver identificado en él algún familiar, pariente, amigo o conocido suyo con los hechos aquí relatados; no debe preocuparse en absoluto porque mis personajes, nombres, apodos y cargos no se ajustan para nada a la realidad y corresponden puramente al producto de la imaginación del autor.
Con los hechos relatados en este libro, todos reales, he querido ceñirme todo lo más que me ha sido posible a la realidad y fechas exactas. Advierto a mis lectores que no tuvieron necesariamente que pasar todos en este pueblo, aunque sí pasaran la mayoría de ellos, ni tener que estar necesariamente ajustado al pie de la letra cada suceso, teniendo en cuenta que, al cabo de más de medio siglo, fallan las memorias.
En estos momentos han desaparecido la mayoría de los datos o se han deteriorado, como han desaparecido la mayoría de los protagonistas, pero puedo asegurar que la realidad fue bastante más cruda de lo que aquí se cuenta.
Es mi deseo que el lector entre y salga de lo real a lo imaginario sin que pueda saber donde está el límite de lo uno y de lo otro. Que conserve ese regusto de la duda acompañada del deseo de discutirla, aunque sin saber que postura fija defender, si la real o la imaginaria, aceptando ese conformismo tan noble de “Así sería”.
Como es de comprender, me ha sido muy costosa la recopilación de todos los datos suficientes para este libro durante varios años entre los supervivientes y testigos directos de aquellos tiempos, poco dados todos ellos al diálogo, coincidiendo en la misma o muy parecida repuesta como:
-- Eso. Lo mejor es olvidarlo.
-- Eso. Mejor es no ahondar en las heridas. Aquello. Nunca debió de suceder así.
En lo que sí coincidieron todos fue en la resignación y en la aceptación de la realidad de los hechos y dando gracias por que hayamos tenido a alguien capaz de sujetarnos, de una u otra forma, bajo un sistema inamovible e indestructible.
Un cambio de sistema dentro de los diez años siguientes habría sido mucho más terrible de lo que fue aquel infierno, suplicando encarecidamente les conservara en el más absoluto anonimato; deseo que les prometí y cumpliré fielmente por mi parte sin cansarme de agradecerles sus grandes deseos de que todo salga a la luz sin que nadie tenga que acercarse a sus tumbas para reprocharles nada sino para desearles que gocen de la paz eterna.
Por tantos y tantos motivos señalados, más los muchos vividos en mis propias carnes desde mi más tierna infancia, es por lo que he tenido a bien escribir este libro que divido en dos partes. Una primera donde detallo el amor, amor con todos sus sabores y sinsabores, que mezclados con los enredos de la política y caciqueo de aquellos tiempos nos enseña lo que puede haber en MAS ALLÁ DEL AMOR. Otra segunda parte en que la avaricia, el desengaño, los celos, la política rastrera del caciqueo de aquellos tiempos llegan a formar una mezcla tan explosiva que da lugar a la muerte, enseñándonos como el criminal nunca gana. Aun, matando y rematando al adversario, maldiciendo y pateando encima de su tumba, puede venir a cumplir la venganza que hiciera en vida atormentando las conciencias de sus matones hasta acabar con sus vidas, por muy extraño que pueda parecernos.
Para que tomen ejemplo las nuevas generaciones y sepan la verdad desnuda de las consecuencias de los errores cometidos por dos generaciones anteriores en los que ellos no deben caer nunca, por mucho que les prometan, esta generación del 36, puede asegurarles que, con democracia y voluntad, todo tiene arreglo satisfactorio para todos y que con la guerra solo se consigue lo que han de leer en este libro o algo mucho peor todavía.
Por todo eso le recomiendo lean este libro que tengo a bien titular “MAS ALLÁ DEL AMOR Y DE LA MUERTE”, que con toda seguridad ha de agradarles y no olvidarán en muchos años.
El Autor.
Nicolás H. Cambero.
MÁS ALLÁ DEL AMOR
Con este libro quisiera dar a conocer a las nuevas generaciones nacidas en ese pueblo de Zarza, así como las de otro cualquier lugar de España, parte de su Historia que, con toda seguridad, desconocen o posiblemente la conozcan de diferente manera, muy lejana de la realidad.
Comenzaré diciendo que este libro no cuenta la biografía de nadie, ni los personajes son reales, son producto de la imaginación del autor, así como los cargos públicos, los nombres y apodos tan conocidos en el pueblo y sus alrededores.
Sí fueron ciertos la mayoría de los acontecimientos relatados, con más sangre y saña de venganza de lo que aquí se cuenta, aunque resulte extraño de comprender que entre vecinos de un mismo pueblo hubiera corazones de hienas capaces de hacer tanto mal como hicieron con los aplausos de sus seguidores.
A ellos les prepararon y entrenaron con mentiras y lavados de cerebros haciéndoles creer que solo media España, leales a ellos, tenía derecho a la vida y a la otra media había que eliminarla a toda costa sin dilaciones y terminaron creyéndoselo de tal manera que ni siquiera se pararon a pensar en sus conciencias, que a la mayoría de ellos jamás les volvió a dejar dormir tranquilos.
Se consideraron héroes del Glorioso Alzamiento Nacional y hoy, tras del paso de más de sesenta años, podemos asegurar que lo único que alzaron fueron las lápidas del frío mármol de todos los cementerios y la tierra de miles y miles de fosas, desperdigadas por todas partes, para enterrar a las víctimas de sus tropelías, la mayoría de ellas inocentes, de tantos fusilamientos en masas como tuvieron lugar.
Así pagaron con sus vidas los muchos errores cometidos por los que, desde uno y otro bando, regían los destinos de aquella España del caciqueo y pucherazo, como aquí veremos, que solo pretendieron defender sus intereses particulares y sus poltronas. Todo ello a costa de esos miles y miles de muertos que, por unos u otros, de una manera o de otra, quedaron enterrados para siempre. Con la diferencia de que los muertos de ese Glorioso Alzamiento fueron héroes nacionales y sus nombres figuraron en grandes lápidas de mármol a las puertas de todas las iglesias, para que nadie les olvidara sus gestas y hazañas, hasta hace muy poco tiempo. Sus familias fueron altamente protegidas y favorecidas por las autoridades del Glorioso Alzamiento Nacional durante todo el periodo de mandato de la dictadura franquista.
Con excepción de toda España, todavía perdura en este pueblo de Zarza de Granadilla, que nada le debió, ni le debe, ni le deberá nunca, al Glorioso Alzamiento, esa piedra de mármol que divide a los muertos en buenos y malos, como puede apreciarse en la portada de este libro, sin que nadie se avergüence de verla, ni se acuerde de quitarla o rellenarla con todos los nombres de los caídos por los dos bandos en aquel horrible enfrentamiento civil del que todos fueron culpables por consentirlo y no evitarlo.
Los muertos republicanos fueron calificados todos de alimañas, mofados sus nombres, pisoteadas sus tumbas y perseguidos y humillados por las autoridades franquistas todos sus familiares durante la mayor parte del tiempo dictatorial franquista.
Creo que como otros muchos españoles, me hice siempre esta pregunta: ¿Quiénes fueron los verdaderos culpables de esa odiosa guerra civil entre españoles? Si no había, como dijeron, dinero para arreglar la situación dando de comer a los hambriento, vestidos a los desnudos y trabajo a los parados ¿De dónde salió después tantísimo dinero como quemaron en la guerra unos y otros? ¿Por qué el Gobierno de la República no puso mano dura e impidió todos los desmanes y atropellos cometidos por todos sus aliados o tiró la toalla y decretó nuevas elecciones generales?.
Debieron esforzarse en conseguir ese dinero para quitar la mucha hambre que tenía el pueblo español, para enseñarle, ilustrarle e informarle correctamente de la verdadera situación aunando el esfuerzo nacional, y con toda seguridad, la guerra no habría tenido lugar; ni tampoco las barbaridades que le acompañaron y siguieron tras ella medio siglo hasta volver al retorno del punto exacto donde empezó, como hemos tenido la dicha de conocer todos los que hoy vivimos saboreando el placer de la diferencia en la solución real de todos nuestros problemas comunes por la certera vía de la paz y la democracia, como debe de ser.
Pero todo eso pertenece a la Historia de España, y buena o mala tenemos que aceptarla y publicarla tal y como sucedió, sin odios ni rencores. Tan penoso es lo sucedido en la noche del 16 de marzo de 2005, cuando los seguidores del famoso republicano “Carrillo”, tras de un efusivo homenaje, emborrachados de gloria, con la benevolencia del Gobierno, se lanzaron en plena noche a desmontar la única estatua de Franco que quedaba en pie. Pero dejaron frente a ella otra de un importante republicano, que años atrás colocaron otros gobernantes de ideas republicanas. Me gustaría que alguien nos dijera a los supervivientes de aquel desastre ¿Quien de los dos estatuados fue más merecedor de ser catalogado “Monstruo de la Humanidad?
Igualmente de monstruoso es tener divido a los muertos de aquel horror en placa de mármol en la fachada de una iglesia.
Jamás me he sentido capaz, ni creo me sienta nunca, de juzgar a nadie, allá cada cual con su conciencia, sucia o limpia, que habrá vivido o continuará viviendo hasta que sea llamado al juicio final a rendir cuentas de todos sus buenos o malos actos cometidos durante el corto paso por esta vida que conocemos.
Nunca fue mi intención, y menos ahora, la de herir los sentimientos de nadie que, al leer este libro, pueda sentirse identificado con alguno de mis personajes o crea ver identificado en él algún familiar, pariente, amigo o conocido suyo con los hechos aquí relatados; no debe preocuparse en absoluto porque mis personajes, nombres, apodos y cargos no se ajustan para nada a la realidad y corresponden puramente al producto de la imaginación del autor.
Con los hechos relatados en este libro, todos reales, he querido ceñirme todo lo más que me ha sido posible a la realidad y fechas exactas. Advierto a mis lectores que no tuvieron necesariamente que pasar todos en este pueblo, aunque sí pasaran la mayoría de ellos, ni tener que estar necesariamente ajustado al pie de la letra cada suceso, teniendo en cuenta que, al cabo de más de medio siglo, fallan las memorias.
En estos momentos han desaparecido la mayoría de los datos o se han deteriorado, como han desaparecido la mayoría de los protagonistas, pero puedo asegurar que la realidad fue bastante más cruda de lo que aquí se cuenta.
Es mi deseo que el lector entre y salga de lo real a lo imaginario sin que pueda saber donde está el límite de lo uno y de lo otro. Que conserve ese regusto de la duda acompañada del deseo de discutirla, aunque sin saber que postura fija defender, si la real o la imaginaria, aceptando ese conformismo tan noble de “Así sería”.
Como es de comprender, me ha sido muy costosa la recopilación de todos los datos suficientes para este libro durante varios años entre los supervivientes y testigos directos de aquellos tiempos, poco dados todos ellos al diálogo, coincidiendo en la misma o muy parecida repuesta como:
-- Eso. Lo mejor es olvidarlo.
-- Eso. Mejor es no ahondar en las heridas. Aquello. Nunca debió de suceder así.
En lo que sí coincidieron todos fue en la resignación y en la aceptación de la realidad de los hechos y dando gracias por que hayamos tenido a alguien capaz de sujetarnos, de una u otra forma, bajo un sistema inamovible e indestructible.
Un cambio de sistema dentro de los diez años siguientes habría sido mucho más terrible de lo que fue aquel infierno, suplicando encarecidamente les conservara en el más absoluto anonimato; deseo que les prometí y cumpliré fielmente por mi parte sin cansarme de agradecerles sus grandes deseos de que todo salga a la luz sin que nadie tenga que acercarse a sus tumbas para reprocharles nada sino para desearles que gocen de la paz eterna.
Por tantos y tantos motivos señalados, más los muchos vividos en mis propias carnes desde mi más tierna infancia, es por lo que he tenido a bien escribir este libro que divido en dos partes. Una primera donde detallo el amor, amor con todos sus sabores y sinsabores, que mezclados con los enredos de la política y caciqueo de aquellos tiempos nos enseña lo que puede haber en MAS ALLÁ DEL AMOR. Otra segunda parte en que la avaricia, el desengaño, los celos, la política rastrera del caciqueo de aquellos tiempos llegan a formar una mezcla tan explosiva que da lugar a la muerte, enseñándonos como el criminal nunca gana. Aun, matando y rematando al adversario, maldiciendo y pateando encima de su tumba, puede venir a cumplir la venganza que hiciera en vida atormentando las conciencias de sus matones hasta acabar con sus vidas, por muy extraño que pueda parecernos.
Para que tomen ejemplo las nuevas generaciones y sepan la verdad desnuda de las consecuencias de los errores cometidos por dos generaciones anteriores en los que ellos no deben caer nunca, por mucho que les prometan, esta generación del 36, puede asegurarles que, con democracia y voluntad, todo tiene arreglo satisfactorio para todos y que con la guerra solo se consigue lo que han de leer en este libro o algo mucho peor todavía.
Por todo eso le recomiendo lean este libro que tengo a bien titular “MAS ALLÁ DEL AMOR Y DE LA MUERTE”, que con toda seguridad ha de agradarles y no olvidarán en muchos años.
El Autor.
Nicolás H. Cambero.
MÁS ALLÁ DEL AMOR
CAPITULO I PRIMERA PARTE
MÁS ALLÁ
DEL
AMOR
CAPITULO I
LA ZARZA Y SU HISTORIA.
Consultando los diccionarios, a la zarza nos la describen como un arbusto verde rosáceo, compuesto de varios y largos tallos sarmentosos, cuajados de múltiples espinas y flores blancas rosáceas en racimos terminales. Cuyo fruto es la zarzamora, siendo tomada como símbolo honorífico por los primeros pobladores de ese pueblo extremeño que surgió del corazón de un tupido bosque de zarzas y otros matorrales diversos. Como creo que surgieron otros muchos pueblos de España que por aquellos tiempos podía ser atravesada la Península Ibérica, de Norte a Sur, por las ardillas sin tocar tierra en ninguna parte.
Sus habitantes, de almas tan blancas como sus flores, tienen la tez morena como sus frutos y el coraje espinoso de sus tallos para defender su honor y su pueblo ante el mundo entero mostrando sus rasgos morunos y su sangre invencible desde tiempos inmemoriales.
La Santa Biblia ya nos habla de la zarza que encontró Moisés en la cima del monte ardiendo constantemente sin llegar a consumirse, al igual que la Villa de la Zarza, que por mucho que la quemaron alguno de sus gobernantes e indeseables vecinos, sigue resurgiendo lozana, extendiendo sus largos y espinosos tallos para impedir, de ahora en adelante, que nadie cometa más abusos contra sus habitantes ni pueda pisotear sus derechos humanos.
Su enclave, está situado en la alta Extremadura, en la cabeza de la Vega del Ambroz, a los pies de la cara Sur en la unión de la Cordillera Central y la Sierra de Gata. En una gran llanura luce su silueta de cabeza de Extremadura. Está rodeada por las grandes sierras de Lagunilla, con los Montes de los Cotos, el pico de los Calamas que sirve de reloj natural a los zarceños marcando el medio día solar al apuntar su propia sombra hacía él, y el monumental pueblo de la Alberca, la sierra de Gata con las conocidas Peña de Francia y las Hurdes. La artificial Península de Granadilla, con el esqueleto y las murallas de ese maltratado y olvidado pueblo que jamás conoció la luz eléctrica ni los avances de la vida moderna.
La rodean por el Sur la Sierra de la Jara, y las muy famosas ruinas romanas de Cáparra, y el puente del mismo nombre por donde pasaron hombres tan ilustres como el apóstol san Pablo en su camino hacía Roma, el rey Alfonso XIII, camino de las Hurdes y otros muchos personajes de grandes renombres hasta nuestros días que acabamos de ser honrados con la reciente visita de nuestros reyes D. Juan Carlos I y Dª. Sofía, en visita oficial a la Villa de la Zarza.
Está bañada por los grandes ríos como el Alagón, que recoge las aguas de la Sierra de Gata y la Peña de Francia y el Ambroz, que recoge las aguas de los
montes tras de la Sierra, las del Pico de Candelario y la Sierra de Béjar, con sus nieves perpetuas todo el año en sus grandes ventisqueros que surten de aguas subterráneas a todas las fértiles Vegas del Ambroz, aportándole innumerables riquezas.
Tiene una superficie de 429.634 m2, 1.900 habitantes y una altitud de 400 m. Su Historia, a pesar de no tener más edificios arquitectónicos que su monumental iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, la ermita del Cristo de la Misericordia del siglo XVII, y la destrucción de sus archivos históricos en el fuego intencionado de su Casa Consistorial en tiempos de la 2ª República, sí que la tiene altamente demostrada con sus depósitos arqueológicos en el Museo Regional de Cáceres, donados por Nicolás Hernández Cambero y otros vecinos y descubridores, desinteresadamente, donde todo el que lo desee puede conteAllí encontraremos las insignias y varias condecoraciones de grandes y nobles guerreros. Joyas de oro con incrustaciones de piedras preciosas pertenecientes a grandes personajes del siglo IV, de nuestra era, procedentes de excavaciones, fortuitas unas y Oficiales otras, realizadas en la Villa de la Zarza que, a pesar de ser muy importantes, no alcanzan la importancia de otros muchos hallazgos, no dados a conocer y ya desaparecidos.
Según declara en su libro del referido Museo de Cáceres, D. Miguel Beltrán Lloris, Doctor en Filosofía y Letras, docente en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Zaragoza, sobre el Paleolítico Inferior, en la página 23 nos dice “Hasta el momento presente se han señalado vestigios inconfundibles de grandes industrias al aire libre y pertenecientes al Paleolítico Inferior, en la sierra y valle del río Ambroz”.
Más tarde, en la página 31, encontramos sobre la Edad del Hiero en su etapa final, estudiada por M. Almagro: “Ejemplares hallados en Zarza y otros lugares más, del 900 a de C. Del periodo Tardo Romano Visigodo, encontramos en dicho libro los hallazgos de necrópolis como las de “Zarza de Granadilla” (Vegas Cimeras), y Galisteo, con abundantes joyas de aquella época, así como un sello con las inscripciones de Remulo y Novano” (Las Herrerías).
En varias de las excavaciones, realizadas por casualidad, se encontraron siempre rastros de líneas de la letra Z, llegándose a componer palabras como ZLL, ZRL y otras muchas más de igual parecido; por lo que se deduce que su primitivo nombre pudo ser Zarza o algo muy parecido y su asentamiento pudo estar en sitios diferentes.
Otros documentos nos hablan de Cápera, posterior Cáparra, y el “Camino de los Tartesios”, que la unía con Salamanca, haciéndonos menciones al pontón y el Zarzal, el que, muy posiblemente, más tarde se convirtiera en el actual puente romano de Cáparra y la actual Villa de la Zarza, demostrándonos que pasaba por la Zarza, por el actual Cordel, la que luego bautizara Servilio Cipión con el nombre de Vía de la Plata en el año 90 a C. con las correspondientes desviaciones posteriores.
Todo ello nos demuestra, sin duda alguna, que la Villa de la Zarza fue una gran ciudad, de la que ya se han descubierto varios asentamientos. El más antiguo, las cerámicas y necrópolis de las Vegas Cimeras, posiblemente con el núcleo central en los altos de los montes lindantes de la Cabrera y Llanos de la Corcha, hasta el actual cordel.
Otro asentamiento fue descubierto en los altos de los olivares “Los Ladrillares”, El de “San Miguel”, y el último entre las Herrerías y Viloria, del que algunos antiguos daban fe de haber existido un poblado llamado Villorrio, que a causa de fuertes epidemias se unió al poblado del Zarzal situado en medio de un bosque impenetrable de zarzas e inmunes a todas las grandes epidemias.
Por el año 700, los árabes se apoderaron de la vega del Ambroz pacíficamente con la sola resistencia de una población cercana a Cáparra, que bien pudo ser la Zarza, y que quedó totalmente destruida y sus habitantes pasados a cuchillo. Parte de los vecinos que pudieron huir eran descendientes tartesios y diestros montaraces que fueron a ocultarse a los grandes bosques impenetrables de zarzas y otros matorrales silvestres que cubrían una gran extensión que unía los ríos Alagón y Ambroz, permaneciendo allí ocultos y aislados de los árabes varios siglos.
Al ser descubierto por los árabes el poblado del zarzal construyeron el poblado de “Grana” para alojarlos y defenderse de los ataques cristianos y estos se negaron al traslado, pero sí se sometieron a los poderes árabes que abrieron comercio con ellos fomentando su desarrollo.
En el año de 1170, tras de conquistar Ciudad Rodrigo, el Rey Fernando II de León, con sus mejores generales ganan las cumbres de la Peña de Francia y divisa la gran llanura de la Alta Extremadura y queda fascinado ante ella ardiendo en deseos de conquistarla. Tras de estudiar su plan de invasión por sorpresa, ordena la conquista de Grana a uno de sus generales mientras que su capitán general con el resto de sus ejércitos los envía 50 Kilómetros al Sur para detener las tropas árabes que desde Cáceres se dirigían a su encuentro.
En menos de ocho días, Fernando II, entraba triunfal en “Grana”, a la que bautiza con el actual nombre de Granadilla, que significa “Semilla de la flor de la pasión”. Ordenaba la reconstrucción de sus débiles murallas y levantaba su circular castillo, para su residencia habitual, convirtiéndola en plaza fuerte de sus ejércitos, al mismo tiempo nombraba conde de Granadilla a su conquistador, general Sigifredo Núñez, al que más tarde cedía la propiedad de los terrenos por él conquistados, construyendo su gran castillo residencial en el “Alto del Rongel”, en las cercanías de la Zarza.
Años más tarde, los ejércitos árabes hacían retroceder a los cristianos hasta las cercanías de la fortaleza de Granadilla en donde Fernando II, con el conde de Granadilla y el duque de Alba hacen frente a los árabes entablando la feroz “Batalla del Rongel”, en la que el Rey fue emboscado y derrotado teniendo que ocultarse con alguno de sus mandos dentro del cercano bosque de zarzas donde fueron guiados, curados y socorridos hasta su recuperación y guiados nuevamente, a través del bosque, hasta los ejércitos cristianos.
Los ejércitos cristianos se rearmaron de nuevo y con su Rey Fernando II a la cabeza se lanzan de nuevo a tumba abierta contra los árabes donde los cristianos comienzan a ganar terreno, saltando de cadáver en cadáver y cortando cuantas cabezas se oponían a su paso hasta hacerles retroceder a carrera abierta dando comienzo la conquista definitiva de toda Extremadura. Tiempos después Fernando II ordenaba la destrucción de todos los bosques de zarzas y reconstruía y modernizaba el poblado al que puso el nombre de “La Zarza”, al que eximió de todos los impuestos a todos sus habitantes en agradecimiento por su ayuda a la anónima persona del Rey.
Como recordarán los más antiguos, en el 1800, no existían medios de comunicación entre los pequeños pueblos, estos acometidos los desempeñaban los arrieros, chalanes de ganados, charlatanes, traperos y cacharreros, que recorrían los pueblos y se intercambiaban las noticias mas destacadas de cada lugar. Por ese motivo, esos caballeros andantes de aquellos tiempos eran verdaderas enciclopedias vivientes que acumulaban datos de varios siglos atrás y que disfrutaban depositándolos en las nuevas generaciones para que no se perdieran nunca.
Por fortuna, en la Zarza, tuvimos un gran grupo de estos hombres archivos, como yo solía llamarles, y que muchos supervivientes de aquellos tiempos de la pos-guerra recordarán cómo: “El Tirola, el maestro Eliodoro, el Cuco, el Vetera, Anastasio Cambero, Ceto Menea, Agüdelo, el Cachera y otros más de los que yo me pasaba horas escuchando sus grandes relatos que, a otros chicos de mi edad solían aburrirles soberanamente. Gracias a estos hombres hoy podemos saber algo de nuestras raíces, ya que, como antes decíamos, los archivos históricos del ayuntamiento se carbonizaron en el incendio intencionado en tiempos de la 2ª República, sin que pudiera salvarse nada de las voraces llamas, a pesar de los grandes esfuerzos de todos los habitantes del pueblo.
En el año de 1190, el Rey Alfonso VIII, tras de fundar Plasencia y concederle sus fueros, concedió a la Zarza la categoría de “Villa, con todos sus fueros”.
Siglos más tarde, el pueblo de Granadilla fue nombrado, administrativamente, cabeza de partido de todos los pueblos de su alrededor y como todos ellos, la Zarza tomó el nombre de Zarza de Granadilla, que tras de la adsorción total en 1960, de los habitantes. Ayuntamiento y término municipal de Granadilla debería ostentar su verdadero nombre de “VILLA DE LA ZARZA”.
Otros documentos posteriores que encontramos nos describen a Zarza de Granadilla, como un gran poblado de casas de adobes y pizarra que fue creciendo muy rápidamente al tener un enclave estratégico en los tiempos de la Trashumancia de las Merinas. Era punto obligado para hacer la unión y separación de los rebaños de ovejas que desde Castilla bajaban a Extremadura en los otoños a pasar los rigores del invierno en las nutridas y templadas dehesas y regresaban a Castilla a principios de los veranos huyendo de los fuertes calores de Extremadura.
Aquellos fueron los tiempos de la “Mesta”, a la que todos los documentos nos describen como una reunión de los dueños de ganado, mayor o menor, que cuidaban de su crianza y la búsqueda de verdes y frondosos pastos; la venta de los correspondientes productos para su abastecimiento y el cuidado del buen estado de conservación de las tres Cañadas Reales, todavía existentes.
La primeras Mestas en aparecer fueron, la leonesa, segoviana y manchega, todas ellas gobernadas por la nobleza, proporcionando buenas riquezas al gobierno de la nación que a cambio se encargaba de su protección ante los bandoleros y saqueadores de aquellos tiempos de navaja, trabuco y manta.
Los componentes de La Mesta, se hacían llamar hermanos que se reunían muy a menudo para tratar de sus ganados que dividían entre cuatro cuadrillas correspondientes a los distintos ganaderos de las sierras de Soria, Segovia, León y Cuenca. Adquiriendo su mayor esplendor en los siglos XIII y XIV, manteniendo durante tres siglos seguidos el monopolio de la lana, donde el merino español marcaba el precio mundial, cuyo mercado estuvo asentado en la Plaza Central de la maravillosa ciudad europea de Brujas.
Plaza central de Brujas (Bélgica). La Venecia del Norte. Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde2002.
Antiguo mercado mundial de la lana, administrado por España.
Movilizaba gran Cantidad de animales durante todo el año, principalmente ovejas, pero también vacuno y equino, destacando gran potencial humano ofreciendo una gran producción de trabajo y fuente de ingresos en todos aquellos parajes por donde pasaban y pastaban.
Llegó a crearse el “Real Consejo de la Mesta”, donde se le otorgó a la mujer el derecho a voto pudiendo votar según el número de cabezas de ganado que tu vieran, sin distinción de seso. Fue un gran avance social de la mujer en aquellos tiempos que parecían avanzar demasiado deprisa hasta que, como suele pasar siempre, la mala gestión de monarcas posteriores hace desaparecer todo el gran complejo montado y pasando a ser superados por países vecinos hasta terminar por perder el monopolio de la lana que tantos beneficios nos había dado.
A pesar de los contratiempos de la desaparición de La Mesta, que debieron de afectarle seriamente, la Zarza siguió creciendo mucho más deprisa que todos los pueblos de los alrededores gracia a sus buenos terrenos y frondosos montes de los que se compone todo su término.
A pesar de pertenecer por entero a la casa de Alba, por causas no explicadas nunca, a todos sus habitantes los fue convirtiendo en expertos y sufridos labradores y ganaderos, aunque, arrendatarios de la duquesa de Alba. Esta duquesa, poco a poco terminó por venderles todas las tierras y montes dando un gran empuje a la economía de la Zarza.
En el año 1.800, la Villa de la Zarza, contaba ya con más de doscientos edificios, su gran iglesia en el centro y su ermita del Cristo de la Misericordia en los arrabales del Sur. Su Casa Consistorial y una escuela en los alrededores de la plaza mayor. Tenía su Corral de Concejo junto a la gran charca pegado a los montes de la Dehesa del Pueblo. Su medio de vida dependió siempre de la agricultura, además de la ganadería y el lino que cultivaban en las vegas del Rongel, Viloria y todos los alrededores del pueblo.
La industrialización del lino les facilitó buenos y sustanciosos ingresos llegando a alcanzar buen renombre sus tejidos que terminaron convirtiendo en pequeñas industrias caseras donde cada familia cultivaba su lino y las amas de casa eran las encargadas de cardarlo, hilarlo y tejerlo en su propio taller casero que normalmente, cada familia tenía.
Cada familia tenía su particular estilo de tejer y confeccionar sus ajuares y los de todos sus hijos que a partir de los diez años les empezaba a confeccionar distinguiéndolos con sus iniciales, escudos de armas o símbolos particulares que nadie más podía usar.
El lucimiento de sus mejores tejidos solía ser el día del Corpus, que durante el paso de la procesión todos los zarceños contemplaban sus buenas o malas habilidades. Luego discutían esas habilidades los hombres en las barberías y tabernas. Las mujeres en los arroyos y ríos cuando, una vez ala se mana, montadas en sus borricos y sujetando la banasta, se reunían para hacer la colada y chismorreal un poco de todo el mundo.
También se tienen noticias de al menos dos ajusticiamientos en la plaza del Llano y varias quemas de brujas, aunque sin determinar el número de ellas, muy concurridas de público de todos los alrededores que eran muy dados a presenciar estos macabros acontecimientos.
Por los años de 1.850, la Villa de la Zarza, ya era un gran pueblo con más de trescientas viviendas y otros tantos corrales para el ganado, más de 1.000 vecinos, veinticinco calles y tres plazas. El presupuesto que tenía el municipio alcanzaba los 8.000 reales de vellón, solo el Secretario disfrutaba de un presupuesto de 3.000 reales y los demás cargos eran honoríficos y sin retribución alguna ocupados por los caciques de turno nombrados a dedo.
De impuestos, en total, recaudaba 100.000 reales de los que 13.000 eran de contribución. Contaba con sus tres confortables posadas que cobraron protagonismo entre toda la comarca con las correrías y andanzas bandoleriles de las Cuadrillas de los Muchachos y Simón Jarero que tenían su radio de acción por toda la comarca y el refugio secreto en la Zarza.
De la “Cuadrilla de los Muchachos”, sabemos que capitaneaban a sus anchas libremente por toda la comarca de la alta Extremadura, con su mayor centro de acontecimiento y diversión en el pueblo de la Zarza, en donde tenían las autoridades bajo sus órdenes. Estas, de una u otra forma, les tenían siempre al corriente de todos los movimientos de la guardia civil, a la que siempre burlaban.
Sus buenas amistades les proveían de armas y municiones, así como lustrosas queridas con las que montaban sonadas forrionas que, a pesar de su secretismo, las conocía todo el pueblo, no faltando quien no estaba de acuerdo con todo ese estado de cosas.
Como a todo en este mundo siempre le llega el fin, a la “Cuadrilla de los Muchachos”, también le llegó el suyo. La persecución cada vez era más feroz ya que el comandante de la Guardia Civil de la comarca juró acabar con el capitán de dicha cuadrilla o morir en el empeño. Después se supo que en una refriega mataron a un teniente de la Guardia Civil que resultó ser hijo del referido comandante. Desde ese momento las autoridades querían quitárselos de encima a toda costa.
En una de las posadas de la Zarza, una noche en que se divertía la cuadrilla a mano partida, el comandante de la Guardia Civil le tendió una encerrona rodeando el edificio por todas partes sin ninguna posibilidad de escapar vivos.
Cuando el posadero acudió sigiloso a la llamada del comandante en su puerta le reconoció y avisó al capitán de los bandoleros recibiendo la orden de abrir las puertas de par en par a los treinta segundos, que era el tiempo que ellos tardaban en montar a caballo. Las puertas se abrieron de par en par saliendo en tropel con los caballos y sorprendiendo a la Guardia Civil que no les dieron tiempo a disparar un solo tiro escapando ilesos.
Como es de comprender, en una buena temporada desaparecieron los bandoleros sin dar señales de vida por la Zarza de Granadilla. El jefe de la guardia civil sabía que andaban cerca y como no podía tener controlado a todos los pueblos ordenó a todos los alcaldes que apostaran piquetes todas las noches en todas las entradas de los pueblos. Estos piquetes eran nombrados entre los vecinos del pueblo a los que les daban las armas que tenían que llevar, ya cargadas, y a demás les advertían que dispararan al aire en caso de encuentro con los bandoleros.
Se daba la extraña circunstancia de que los bandoleros avisaban al alcalde de la noche, hora y camino por donde iban a entrar para que al piquete correspondiente le cargaran las escopetas con pólvora y salvados de trigo en vez de postas.
Un buen día le tocó la guardia de un piquete a Feliz, el Cuco y un amigo suyo poco amigos ambos de hacer favores a los bandoleros al odiar aquella doblegación y corrupción a la que tenían sometido a su pueblo.
Cuando el Cuco llegó a su casa de recoger las correspondientes escopetas notó unas pequeñas motas de salvado que le causaron extrañeza y decidió desmontarlas y comprobar la carga, cual no sería su sorpresa al comprobar que solo contenían pólvora y salvados. Aquello les demostró el porqué de todo y los dos amigos entendieron que aquella noche entraban por allí y que como otros muchos recibirían una pequeña paliza para justificar los hechos y nada más.
A punto estuvieron de someterse a los hechos y dejar correr el tiempo, como hicieron otros muchos antes que ellos, pero su orgullo y su tozuda honradez se lo impidieron y, armándose de gran valor, decidieron enfrentarse a los bandoleros ellos dos solos. Sin decir nada a nadie, cargaron de postas las escopetas del Ayuntamiento y, además, todas las suyas personales y se fueron tranquilos a sus puestos sabiendo lo mucho que aquella noche les esperaba.
Serían las dos de la mañana cuando un tropel de caballos les sacó de su adormilamiento.
-- Ya están aquí –se dijeron los dos a un tiempo notando un extraño temblor en sus cuerpos.
-- ¿Que hacemos? -preguntó el amigo al Cuco.
-- Por mi parte, aunque después nos pese, fuego.
Cuando los bandoleros estuvieron cerca se detuvieron como si de ante mano supieran que allí estaba, aunque oculto, el piquete del Ayuntamiento que debería hacerse notar cuanto antes.
-- ¿Quién va? --preguntó el Cuco que hacía de jefe de puesto.
-- Los Muchachos –le contestaron.
-- No se puede pasar –contestó el Cuco.
-- Pasamos y por encima de vosotros –contestaron los bandoleros al tiempo que soltaban una gran risotada.
-- Pues no, no pasaréis, y os advertimos que las escopetas están muy bien cargadas.
Con una gran carcajada, los bandoleros picaron espuelas a sus caballos con ánimos de arrollarles al pasarles por encima pero, una gran descarga con la muerte de tres caballos, les hizo emprender la fuga creyendo que se trataba de más fuerzas de las que en realidad había.
Con estos acontecimientos todos los zarceños parecieron reaccionar contra el bandolerismo apoyando a las autoridades y colaborando con la Guardia Civil que se afanaba por su difícil captura.
Pasado un tiempo, después de dar un gran golpe en la comarca, el jefe de la guardia civil sabía que volverían a la Zarza o sus alrededores y secretamente les esperó hasta localizarlos en los alrededores del pueblo jugando tranquilamente a las cartas; quiso matar al capitán pero no se atrevió a hacerlo a sangre fría y ofreció al cabo que llevaba el ascenso a teniente si lo mataba.
-- A sangre fría yo no mato a nadie, pero voy a herirlo grave para capturarlo –contestó el cabo que al ser un tirador de primera estaba bien seguro de lo que prometía a su comandante.
Ciertamente así lo hizo, de un certero disparo, le partió una pierna y a pesar del esfuerzo de sus compañeros por montarle a caballo para huir no pudo conseguirlo y fue capturado, juzgado y como era natural en aquellos tiempos, sentenciado de muerte.
Después de la captura del capitán, la cuadrilla se deshizo y los componentes de la banda fueron emigrando para América, donde todas estas gentes fuera de la ley encontraban refugio seguro y buenos frutos del dinero amasado en sus asaltos.
Un buen día, poco después del ajusticiamiento del capitán de los bandoleros, cuando el Cuco iba en su carro a por las mieses de verano camino de los Campillos, de improviso, se le subió un miembro de la banda. El Cuco pretendió huir pero este le calmó amigablemente prometiéndole que nadie de la cuadrilla le iba a molestar en absoluto ya que comprendían que cumplió con su deber hasta que después de un rato de amigable charla pasó a exponerle el motivo de su improvisada visita.
-- Resulta --dijo el bandolero– que todos nos vamos para América, pero como no sabemos si alguno tiene que regresar algún día queremos dejar una cantidad de dinero depositada en alguien respetable del pueblo, con la condición de que si en unos años no volvemos pueda quedarse con ella tranquilamente. Hemos pensado en usted que es en quien menos pueden sospechar nadie al creer que le odiamos y le perseguiremos.
El Cuco, a pesar de la buena voluntad de aquel hombre, se negó en rotundo a recibir dinero, que con toda seguridad estaba manchado de sangre, dándole toda clase disculpas. No debió de faltar quien aceptara aquella oferta ya que años más tardes hubo varias familias que subieron económicamente como la espuma y sin saber el motivo.
Tiempos después existió otro bandolero de menos renombre, menos amparado por el pueblo y también ajusticiado en la horca, llamado El Jarero. Este bandolero también dejó detrás de sí otro buen rosario de anécdotas, como la de imponer un impuesto por circular libremente por los caminos de la comarca, de más o menos importe, según las riquezas de los caminantes que a menudo se tuvieran que desplazar por los caminos. Por regla general, la mayoría de los vecinos pagaban fielmente ya que sabían que nadie que no pagase se libraba de tener algún encuentro desagradable con los bandoleros con resultado de mayores o menores consecuencias.
Los afiliados a este importe, fijo anual adelantado, se distinguían de los demás mediante un pañuelo atado al cuello que el mismo le facilitaba al efectuar el pago para no ser molestado por nadie de su cuadrilla. Verdaderamente este pacto nunca lo incumplió en todos sus años de salteador de caminos que se encargaba de cobrar con creces a todos los deudores.
Como todos los bandoleros de aquellos tiempos terminó en la horca y todavía existe su cueva por las inmediaciones de Cáparra, que puede visitar todavía quien lo desee.
Con el Jarero acabó la era bandoleril de navaja, trabuco y manta; al menos por esta parte de la alta Extremadura que recobró la tranquilidad por un largo periodo de muchos años sin ser molestados por más salteadores.
Otro gran acontecimiento de mucha importancia que ocurrió en la Zarza fue el mal llamado durante muchos años “Motín de la Zarza”, que tubo lugar en una de las fiestas más importantes del pueblo al impedir la guardia civil el comienzo de la capea, debidamente autorizada por las autoridades locales.
Cuando el Alcalde, representante del Ayuntamiento y Presidente del festejo, dio la orden de salida a la plaza de los novillos la Guardia Civil, presente en el ruedo de la plaza, compuesta de un teniente y cuatro números la impedía colocándose en la puerta de salida sin dar explicaciones ni atender a razones de ninguna clase.
Las autoridades locales y la mocedad exigían explicaciones a las fuerzas del orden sobre aquella actitud de su impedimento del festejo cuando contaban con todos los permisos gubernamentales necesarios.
Pronto empezaron las voces fuertes, empujones y los encaramientos directos, de los más bebidos, con el teniente al mando que no tardó en responder a tortazo limpio con todo el que alcanzaba.
Como puede comprender todo el que presuma de tener la cabeza en su sitio, aquella actuación no fue la más correcta en aquellas circunstancias. Los números montaron sus armas dispuestos a disparar contra la multitud a la primera orden de su teniente enloquecido repartiendo tortas a diestro y siniestro sin mirar a quién les tocaban.
Una de esas tortas fue a parar a, quien menos se la merecía, un zarceño casado, con tres hijos pequeños, cabo primero del ejercito, licenciado años atrás y que estuvo a las ordenes de este teniente en África algún tiempo, aunque con menor graduación, protagonista de otros tumultos semejantes donde siempre salió bien parado.
El vecino en cuestión se disponía a abandonar la plaza cuando recibió el tortazo del teniente que le hizo tambalearse y sin pensárselo dos veces se la devolvió haciéndole rodar en medio de la plaza.
El teniente se levantó del suelo con su pistola montada dispuesto a matarlo en el acto. Nunca se supo si le reconoció o no, pero el zarceño, que debió ver en aquellos ojos escrita su pena de muerte, le cogió por detrás fuertemente poniéndole de parapeto frente a los demás guardias que le apuntaban con sus fusiles montados dispuestos a matarlo sin dañar a su teniente.
El teniente por más que lo intentaba no podía desembarazarse de aquellos fuertes brazos que le aprisionaban hasta que rabioso de ira gritó a sus guardias:
-- ¡Fuego a mí! ¡Fuego a mí! ¡Fuego a discreción!
Tal fue aquella desesperada petición de fuego que convenció a sus subordinados a obedecerle y dispararon todos al mismo tiempo contra su teniente que cayó al suelo acribillada junto al zarceño que le retenía en medio de la plaza, fusilados vilmente por sus propios guardias.
El pánico se apoderó de aquellos hombres armados de fusiles vistiendo el uniforme del honroso cuerpo de la benemérita Guardia Civil y siguieron disparando a diestro y siniestro contra el público que despavorido abandonaba la plaza.
El público corría por todas las calles despavoridos entre los silbidos de las balas refugiándose en todas las casas que encontraban abiertas a su paso viendo como sus vecinos o familiares caían muertos o heridos sin poderles ayudar. Parte del público corrió a refugiarse en la iglesia, cuya entrada estaba a la vista desde la plaza y allí fueron acribillados a balazo. El resultando fue de varios murtos y muchos heridos.
Ante aquella actitud tan incorrecta, los mozos del pueblo se abalanzaron en masa sobre los guardias reduciéndoles para desarmarlos y entregárselos al alcalde junto con todas sus armas en el ayuntamiento.
El alcalde redactó el correspondiente parte, les tomó declaración y los dejó arrestados en el calabozo al tiempo que informaba al Gobernador de la provincia y ordenaba, acompañado del juez, el levantamiento de los cadáveres y su traslado al cementerio del pueblo.
Las gentes del pueblo comentaban los hechos durante buen tiempo después sin abandonar la plaza hasta unas horas más tarde cuando transportaban los cadáveres al cementerio. Cuando regresaban en grupos hacía sus domicilios se percataron de la entrada en el pueblo de un gran número de guardias civiles disparando a diestro y siniestro a todo lo que se movía por las calles. Cayeron cerdos, gallinas y un borrico atado a una parra así como varios vecinos más heridos.
Este acontecimiento fue un golpe brutal para el pueblo que no llegaban a comprender cómo pudo pasar aquello y de aquella forma tan violenta e inusual en aquel pueblo que nunca conoció acto semejante y que le dejara marcado durante tanto tiempo de asesinos en masa como fueron acusados, a semejanza de los de “Fuente Ovejuna”.
Fue tan grande la lluvia de balas vomitadas aquel día sobre el pueblo que en las reparaciones de los tejados más bajos todavía aparecen balas de fusil y pistolas entre las tejas, por muy raro que parezca.
A pesar de tomar declaración a todo el pueblo y los informes de las autoridades locales testimoniando la verdad de los hechos, aquella verdad nunca resplandeció.
El caso quedó cerrado como hecho ocurrido por amotinamiento en masa de todo el pueblo contra la Guardia Civil, dando muerte por linchamiento al teniente y el paisano que cayó junto a él, obligando a los demás guardias a defenderse a tiros para no ser linchados también, teniendo que ser tomado el pueblo con las armas por refuerzos de la Guardia Civil, que liberaron a sus compañeros y detuvieron a los cabecillas responsables de los sucesos.
Para España entera, el pueblo de la Zarza, quedó marcado de asesinos en masa dando lugar a innumerables enfrentamientos durante muchos años después en los que varias veces salieron a relucir las navajas y otras armas en los mercados y ferias de la Ciudad de Plasencia entre “zarceños y chinatos”, originarios del pueblo de Malpartida de Plasencia, lugar de nacimiento del teniente muerto por sus propios súbditos, por orden suya.
Pasados cuarenta años de estos sucesos, por una de esas casualidades de la vida, tuve la dicha de presenciar una entrevista entre un eminente doctor, familia directa del mencionado teniente y un testigo presenciar de aquellos hechos. Aquel hombre aseguraba todavía, en nombre de su familia, que el teniente fue linchado y no daba crédito a la versión del testigo directo, al que llegó a pedirle en juramento la verdad de los hechos, que agradeció sinceramente.
Los dos protagonistas de aquella entrevista coincidieron en que los documentos fueron clasificados “materia reservada” para salvar el honor de la Guardia Civil y ni a los familiares llegó nunca la verdad de los hechos por ningún conducto.
Hoy, más de setenta años después, con los descendientes del zarceño fusilado en medio de la plaza vivos, nadie se ha preocupado por descalificar esos documentos y sacar a la luz la verdad para restablecer el honor de esos huérfanos, deshonrados durante tantos años, así como todos los zarceños de aquellos tiempos y nacidos después que cargaron con aquella pesada cruz de linchadores en masa.
MÁS ALLÁ
DEL
AMOR
CAPITULO I
LA ZARZA Y SU HISTORIA.
Consultando los diccionarios, a la zarza nos la describen como un arbusto verde rosáceo, compuesto de varios y largos tallos sarmentosos, cuajados de múltiples espinas y flores blancas rosáceas en racimos terminales. Cuyo fruto es la zarzamora, siendo tomada como símbolo honorífico por los primeros pobladores de ese pueblo extremeño que surgió del corazón de un tupido bosque de zarzas y otros matorrales diversos. Como creo que surgieron otros muchos pueblos de España que por aquellos tiempos podía ser atravesada la Península Ibérica, de Norte a Sur, por las ardillas sin tocar tierra en ninguna parte.
Sus habitantes, de almas tan blancas como sus flores, tienen la tez morena como sus frutos y el coraje espinoso de sus tallos para defender su honor y su pueblo ante el mundo entero mostrando sus rasgos morunos y su sangre invencible desde tiempos inmemoriales.
La Santa Biblia ya nos habla de la zarza que encontró Moisés en la cima del monte ardiendo constantemente sin llegar a consumirse, al igual que la Villa de la Zarza, que por mucho que la quemaron alguno de sus gobernantes e indeseables vecinos, sigue resurgiendo lozana, extendiendo sus largos y espinosos tallos para impedir, de ahora en adelante, que nadie cometa más abusos contra sus habitantes ni pueda pisotear sus derechos humanos.
Su enclave, está situado en la alta Extremadura, en la cabeza de la Vega del Ambroz, a los pies de la cara Sur en la unión de la Cordillera Central y la Sierra de Gata. En una gran llanura luce su silueta de cabeza de Extremadura. Está rodeada por las grandes sierras de Lagunilla, con los Montes de los Cotos, el pico de los Calamas que sirve de reloj natural a los zarceños marcando el medio día solar al apuntar su propia sombra hacía él, y el monumental pueblo de la Alberca, la sierra de Gata con las conocidas Peña de Francia y las Hurdes. La artificial Península de Granadilla, con el esqueleto y las murallas de ese maltratado y olvidado pueblo que jamás conoció la luz eléctrica ni los avances de la vida moderna.
La rodean por el Sur la Sierra de la Jara, y las muy famosas ruinas romanas de Cáparra, y el puente del mismo nombre por donde pasaron hombres tan ilustres como el apóstol san Pablo en su camino hacía Roma, el rey Alfonso XIII, camino de las Hurdes y otros muchos personajes de grandes renombres hasta nuestros días que acabamos de ser honrados con la reciente visita de nuestros reyes D. Juan Carlos I y Dª. Sofía, en visita oficial a la Villa de la Zarza.
Está bañada por los grandes ríos como el Alagón, que recoge las aguas de la Sierra de Gata y la Peña de Francia y el Ambroz, que recoge las aguas de los
montes tras de la Sierra, las del Pico de Candelario y la Sierra de Béjar, con sus nieves perpetuas todo el año en sus grandes ventisqueros que surten de aguas subterráneas a todas las fértiles Vegas del Ambroz, aportándole innumerables riquezas.
Tiene una superficie de 429.634 m2, 1.900 habitantes y una altitud de 400 m. Su Historia, a pesar de no tener más edificios arquitectónicos que su monumental iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, la ermita del Cristo de la Misericordia del siglo XVII, y la destrucción de sus archivos históricos en el fuego intencionado de su Casa Consistorial en tiempos de la 2ª República, sí que la tiene altamente demostrada con sus depósitos arqueológicos en el Museo Regional de Cáceres, donados por Nicolás Hernández Cambero y otros vecinos y descubridores, desinteresadamente, donde todo el que lo desee puede conteAllí encontraremos las insignias y varias condecoraciones de grandes y nobles guerreros. Joyas de oro con incrustaciones de piedras preciosas pertenecientes a grandes personajes del siglo IV, de nuestra era, procedentes de excavaciones, fortuitas unas y Oficiales otras, realizadas en la Villa de la Zarza que, a pesar de ser muy importantes, no alcanzan la importancia de otros muchos hallazgos, no dados a conocer y ya desaparecidos.
Según declara en su libro del referido Museo de Cáceres, D. Miguel Beltrán Lloris, Doctor en Filosofía y Letras, docente en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Zaragoza, sobre el Paleolítico Inferior, en la página 23 nos dice “Hasta el momento presente se han señalado vestigios inconfundibles de grandes industrias al aire libre y pertenecientes al Paleolítico Inferior, en la sierra y valle del río Ambroz”.
Más tarde, en la página 31, encontramos sobre la Edad del Hiero en su etapa final, estudiada por M. Almagro: “Ejemplares hallados en Zarza y otros lugares más, del 900 a de C. Del periodo Tardo Romano Visigodo, encontramos en dicho libro los hallazgos de necrópolis como las de “Zarza de Granadilla” (Vegas Cimeras), y Galisteo, con abundantes joyas de aquella época, así como un sello con las inscripciones de Remulo y Novano” (Las Herrerías).
En varias de las excavaciones, realizadas por casualidad, se encontraron siempre rastros de líneas de la letra Z, llegándose a componer palabras como ZLL, ZRL y otras muchas más de igual parecido; por lo que se deduce que su primitivo nombre pudo ser Zarza o algo muy parecido y su asentamiento pudo estar en sitios diferentes.
Otros documentos nos hablan de Cápera, posterior Cáparra, y el “Camino de los Tartesios”, que la unía con Salamanca, haciéndonos menciones al pontón y el Zarzal, el que, muy posiblemente, más tarde se convirtiera en el actual puente romano de Cáparra y la actual Villa de la Zarza, demostrándonos que pasaba por la Zarza, por el actual Cordel, la que luego bautizara Servilio Cipión con el nombre de Vía de la Plata en el año 90 a C. con las correspondientes desviaciones posteriores.
Todo ello nos demuestra, sin duda alguna, que la Villa de la Zarza fue una gran ciudad, de la que ya se han descubierto varios asentamientos. El más antiguo, las cerámicas y necrópolis de las Vegas Cimeras, posiblemente con el núcleo central en los altos de los montes lindantes de la Cabrera y Llanos de la Corcha, hasta el actual cordel.
Otro asentamiento fue descubierto en los altos de los olivares “Los Ladrillares”, El de “San Miguel”, y el último entre las Herrerías y Viloria, del que algunos antiguos daban fe de haber existido un poblado llamado Villorrio, que a causa de fuertes epidemias se unió al poblado del Zarzal situado en medio de un bosque impenetrable de zarzas e inmunes a todas las grandes epidemias.
Por el año 700, los árabes se apoderaron de la vega del Ambroz pacíficamente con la sola resistencia de una población cercana a Cáparra, que bien pudo ser la Zarza, y que quedó totalmente destruida y sus habitantes pasados a cuchillo. Parte de los vecinos que pudieron huir eran descendientes tartesios y diestros montaraces que fueron a ocultarse a los grandes bosques impenetrables de zarzas y otros matorrales silvestres que cubrían una gran extensión que unía los ríos Alagón y Ambroz, permaneciendo allí ocultos y aislados de los árabes varios siglos.
Al ser descubierto por los árabes el poblado del zarzal construyeron el poblado de “Grana” para alojarlos y defenderse de los ataques cristianos y estos se negaron al traslado, pero sí se sometieron a los poderes árabes que abrieron comercio con ellos fomentando su desarrollo.
En el año de 1170, tras de conquistar Ciudad Rodrigo, el Rey Fernando II de León, con sus mejores generales ganan las cumbres de la Peña de Francia y divisa la gran llanura de la Alta Extremadura y queda fascinado ante ella ardiendo en deseos de conquistarla. Tras de estudiar su plan de invasión por sorpresa, ordena la conquista de Grana a uno de sus generales mientras que su capitán general con el resto de sus ejércitos los envía 50 Kilómetros al Sur para detener las tropas árabes que desde Cáceres se dirigían a su encuentro.
En menos de ocho días, Fernando II, entraba triunfal en “Grana”, a la que bautiza con el actual nombre de Granadilla, que significa “Semilla de la flor de la pasión”. Ordenaba la reconstrucción de sus débiles murallas y levantaba su circular castillo, para su residencia habitual, convirtiéndola en plaza fuerte de sus ejércitos, al mismo tiempo nombraba conde de Granadilla a su conquistador, general Sigifredo Núñez, al que más tarde cedía la propiedad de los terrenos por él conquistados, construyendo su gran castillo residencial en el “Alto del Rongel”, en las cercanías de la Zarza.
Años más tarde, los ejércitos árabes hacían retroceder a los cristianos hasta las cercanías de la fortaleza de Granadilla en donde Fernando II, con el conde de Granadilla y el duque de Alba hacen frente a los árabes entablando la feroz “Batalla del Rongel”, en la que el Rey fue emboscado y derrotado teniendo que ocultarse con alguno de sus mandos dentro del cercano bosque de zarzas donde fueron guiados, curados y socorridos hasta su recuperación y guiados nuevamente, a través del bosque, hasta los ejércitos cristianos.
Los ejércitos cristianos se rearmaron de nuevo y con su Rey Fernando II a la cabeza se lanzan de nuevo a tumba abierta contra los árabes donde los cristianos comienzan a ganar terreno, saltando de cadáver en cadáver y cortando cuantas cabezas se oponían a su paso hasta hacerles retroceder a carrera abierta dando comienzo la conquista definitiva de toda Extremadura. Tiempos después Fernando II ordenaba la destrucción de todos los bosques de zarzas y reconstruía y modernizaba el poblado al que puso el nombre de “La Zarza”, al que eximió de todos los impuestos a todos sus habitantes en agradecimiento por su ayuda a la anónima persona del Rey.
Como recordarán los más antiguos, en el 1800, no existían medios de comunicación entre los pequeños pueblos, estos acometidos los desempeñaban los arrieros, chalanes de ganados, charlatanes, traperos y cacharreros, que recorrían los pueblos y se intercambiaban las noticias mas destacadas de cada lugar. Por ese motivo, esos caballeros andantes de aquellos tiempos eran verdaderas enciclopedias vivientes que acumulaban datos de varios siglos atrás y que disfrutaban depositándolos en las nuevas generaciones para que no se perdieran nunca.
Por fortuna, en la Zarza, tuvimos un gran grupo de estos hombres archivos, como yo solía llamarles, y que muchos supervivientes de aquellos tiempos de la pos-guerra recordarán cómo: “El Tirola, el maestro Eliodoro, el Cuco, el Vetera, Anastasio Cambero, Ceto Menea, Agüdelo, el Cachera y otros más de los que yo me pasaba horas escuchando sus grandes relatos que, a otros chicos de mi edad solían aburrirles soberanamente. Gracias a estos hombres hoy podemos saber algo de nuestras raíces, ya que, como antes decíamos, los archivos históricos del ayuntamiento se carbonizaron en el incendio intencionado en tiempos de la 2ª República, sin que pudiera salvarse nada de las voraces llamas, a pesar de los grandes esfuerzos de todos los habitantes del pueblo.
En el año de 1190, el Rey Alfonso VIII, tras de fundar Plasencia y concederle sus fueros, concedió a la Zarza la categoría de “Villa, con todos sus fueros”.
Siglos más tarde, el pueblo de Granadilla fue nombrado, administrativamente, cabeza de partido de todos los pueblos de su alrededor y como todos ellos, la Zarza tomó el nombre de Zarza de Granadilla, que tras de la adsorción total en 1960, de los habitantes. Ayuntamiento y término municipal de Granadilla debería ostentar su verdadero nombre de “VILLA DE LA ZARZA”.
Otros documentos posteriores que encontramos nos describen a Zarza de Granadilla, como un gran poblado de casas de adobes y pizarra que fue creciendo muy rápidamente al tener un enclave estratégico en los tiempos de la Trashumancia de las Merinas. Era punto obligado para hacer la unión y separación de los rebaños de ovejas que desde Castilla bajaban a Extremadura en los otoños a pasar los rigores del invierno en las nutridas y templadas dehesas y regresaban a Castilla a principios de los veranos huyendo de los fuertes calores de Extremadura.
Aquellos fueron los tiempos de la “Mesta”, a la que todos los documentos nos describen como una reunión de los dueños de ganado, mayor o menor, que cuidaban de su crianza y la búsqueda de verdes y frondosos pastos; la venta de los correspondientes productos para su abastecimiento y el cuidado del buen estado de conservación de las tres Cañadas Reales, todavía existentes.
La primeras Mestas en aparecer fueron, la leonesa, segoviana y manchega, todas ellas gobernadas por la nobleza, proporcionando buenas riquezas al gobierno de la nación que a cambio se encargaba de su protección ante los bandoleros y saqueadores de aquellos tiempos de navaja, trabuco y manta.
Los componentes de La Mesta, se hacían llamar hermanos que se reunían muy a menudo para tratar de sus ganados que dividían entre cuatro cuadrillas correspondientes a los distintos ganaderos de las sierras de Soria, Segovia, León y Cuenca. Adquiriendo su mayor esplendor en los siglos XIII y XIV, manteniendo durante tres siglos seguidos el monopolio de la lana, donde el merino español marcaba el precio mundial, cuyo mercado estuvo asentado en la Plaza Central de la maravillosa ciudad europea de Brujas.
Plaza central de Brujas (Bélgica). La Venecia del Norte. Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde2002.
Antiguo mercado mundial de la lana, administrado por España.
Movilizaba gran Cantidad de animales durante todo el año, principalmente ovejas, pero también vacuno y equino, destacando gran potencial humano ofreciendo una gran producción de trabajo y fuente de ingresos en todos aquellos parajes por donde pasaban y pastaban.
Llegó a crearse el “Real Consejo de la Mesta”, donde se le otorgó a la mujer el derecho a voto pudiendo votar según el número de cabezas de ganado que tu vieran, sin distinción de seso. Fue un gran avance social de la mujer en aquellos tiempos que parecían avanzar demasiado deprisa hasta que, como suele pasar siempre, la mala gestión de monarcas posteriores hace desaparecer todo el gran complejo montado y pasando a ser superados por países vecinos hasta terminar por perder el monopolio de la lana que tantos beneficios nos había dado.
A pesar de los contratiempos de la desaparición de La Mesta, que debieron de afectarle seriamente, la Zarza siguió creciendo mucho más deprisa que todos los pueblos de los alrededores gracia a sus buenos terrenos y frondosos montes de los que se compone todo su término.
A pesar de pertenecer por entero a la casa de Alba, por causas no explicadas nunca, a todos sus habitantes los fue convirtiendo en expertos y sufridos labradores y ganaderos, aunque, arrendatarios de la duquesa de Alba. Esta duquesa, poco a poco terminó por venderles todas las tierras y montes dando un gran empuje a la economía de la Zarza.
En el año 1.800, la Villa de la Zarza, contaba ya con más de doscientos edificios, su gran iglesia en el centro y su ermita del Cristo de la Misericordia en los arrabales del Sur. Su Casa Consistorial y una escuela en los alrededores de la plaza mayor. Tenía su Corral de Concejo junto a la gran charca pegado a los montes de la Dehesa del Pueblo. Su medio de vida dependió siempre de la agricultura, además de la ganadería y el lino que cultivaban en las vegas del Rongel, Viloria y todos los alrededores del pueblo.
La industrialización del lino les facilitó buenos y sustanciosos ingresos llegando a alcanzar buen renombre sus tejidos que terminaron convirtiendo en pequeñas industrias caseras donde cada familia cultivaba su lino y las amas de casa eran las encargadas de cardarlo, hilarlo y tejerlo en su propio taller casero que normalmente, cada familia tenía.
Cada familia tenía su particular estilo de tejer y confeccionar sus ajuares y los de todos sus hijos que a partir de los diez años les empezaba a confeccionar distinguiéndolos con sus iniciales, escudos de armas o símbolos particulares que nadie más podía usar.
El lucimiento de sus mejores tejidos solía ser el día del Corpus, que durante el paso de la procesión todos los zarceños contemplaban sus buenas o malas habilidades. Luego discutían esas habilidades los hombres en las barberías y tabernas. Las mujeres en los arroyos y ríos cuando, una vez ala se mana, montadas en sus borricos y sujetando la banasta, se reunían para hacer la colada y chismorreal un poco de todo el mundo.
También se tienen noticias de al menos dos ajusticiamientos en la plaza del Llano y varias quemas de brujas, aunque sin determinar el número de ellas, muy concurridas de público de todos los alrededores que eran muy dados a presenciar estos macabros acontecimientos.
Por los años de 1.850, la Villa de la Zarza, ya era un gran pueblo con más de trescientas viviendas y otros tantos corrales para el ganado, más de 1.000 vecinos, veinticinco calles y tres plazas. El presupuesto que tenía el municipio alcanzaba los 8.000 reales de vellón, solo el Secretario disfrutaba de un presupuesto de 3.000 reales y los demás cargos eran honoríficos y sin retribución alguna ocupados por los caciques de turno nombrados a dedo.
De impuestos, en total, recaudaba 100.000 reales de los que 13.000 eran de contribución. Contaba con sus tres confortables posadas que cobraron protagonismo entre toda la comarca con las correrías y andanzas bandoleriles de las Cuadrillas de los Muchachos y Simón Jarero que tenían su radio de acción por toda la comarca y el refugio secreto en la Zarza.
De la “Cuadrilla de los Muchachos”, sabemos que capitaneaban a sus anchas libremente por toda la comarca de la alta Extremadura, con su mayor centro de acontecimiento y diversión en el pueblo de la Zarza, en donde tenían las autoridades bajo sus órdenes. Estas, de una u otra forma, les tenían siempre al corriente de todos los movimientos de la guardia civil, a la que siempre burlaban.
Sus buenas amistades les proveían de armas y municiones, así como lustrosas queridas con las que montaban sonadas forrionas que, a pesar de su secretismo, las conocía todo el pueblo, no faltando quien no estaba de acuerdo con todo ese estado de cosas.
Como a todo en este mundo siempre le llega el fin, a la “Cuadrilla de los Muchachos”, también le llegó el suyo. La persecución cada vez era más feroz ya que el comandante de la Guardia Civil de la comarca juró acabar con el capitán de dicha cuadrilla o morir en el empeño. Después se supo que en una refriega mataron a un teniente de la Guardia Civil que resultó ser hijo del referido comandante. Desde ese momento las autoridades querían quitárselos de encima a toda costa.
En una de las posadas de la Zarza, una noche en que se divertía la cuadrilla a mano partida, el comandante de la Guardia Civil le tendió una encerrona rodeando el edificio por todas partes sin ninguna posibilidad de escapar vivos.
Cuando el posadero acudió sigiloso a la llamada del comandante en su puerta le reconoció y avisó al capitán de los bandoleros recibiendo la orden de abrir las puertas de par en par a los treinta segundos, que era el tiempo que ellos tardaban en montar a caballo. Las puertas se abrieron de par en par saliendo en tropel con los caballos y sorprendiendo a la Guardia Civil que no les dieron tiempo a disparar un solo tiro escapando ilesos.
Como es de comprender, en una buena temporada desaparecieron los bandoleros sin dar señales de vida por la Zarza de Granadilla. El jefe de la guardia civil sabía que andaban cerca y como no podía tener controlado a todos los pueblos ordenó a todos los alcaldes que apostaran piquetes todas las noches en todas las entradas de los pueblos. Estos piquetes eran nombrados entre los vecinos del pueblo a los que les daban las armas que tenían que llevar, ya cargadas, y a demás les advertían que dispararan al aire en caso de encuentro con los bandoleros.
Se daba la extraña circunstancia de que los bandoleros avisaban al alcalde de la noche, hora y camino por donde iban a entrar para que al piquete correspondiente le cargaran las escopetas con pólvora y salvados de trigo en vez de postas.
Un buen día le tocó la guardia de un piquete a Feliz, el Cuco y un amigo suyo poco amigos ambos de hacer favores a los bandoleros al odiar aquella doblegación y corrupción a la que tenían sometido a su pueblo.
Cuando el Cuco llegó a su casa de recoger las correspondientes escopetas notó unas pequeñas motas de salvado que le causaron extrañeza y decidió desmontarlas y comprobar la carga, cual no sería su sorpresa al comprobar que solo contenían pólvora y salvados. Aquello les demostró el porqué de todo y los dos amigos entendieron que aquella noche entraban por allí y que como otros muchos recibirían una pequeña paliza para justificar los hechos y nada más.
A punto estuvieron de someterse a los hechos y dejar correr el tiempo, como hicieron otros muchos antes que ellos, pero su orgullo y su tozuda honradez se lo impidieron y, armándose de gran valor, decidieron enfrentarse a los bandoleros ellos dos solos. Sin decir nada a nadie, cargaron de postas las escopetas del Ayuntamiento y, además, todas las suyas personales y se fueron tranquilos a sus puestos sabiendo lo mucho que aquella noche les esperaba.
Serían las dos de la mañana cuando un tropel de caballos les sacó de su adormilamiento.
-- Ya están aquí –se dijeron los dos a un tiempo notando un extraño temblor en sus cuerpos.
-- ¿Que hacemos? -preguntó el amigo al Cuco.
-- Por mi parte, aunque después nos pese, fuego.
Cuando los bandoleros estuvieron cerca se detuvieron como si de ante mano supieran que allí estaba, aunque oculto, el piquete del Ayuntamiento que debería hacerse notar cuanto antes.
-- ¿Quién va? --preguntó el Cuco que hacía de jefe de puesto.
-- Los Muchachos –le contestaron.
-- No se puede pasar –contestó el Cuco.
-- Pasamos y por encima de vosotros –contestaron los bandoleros al tiempo que soltaban una gran risotada.
-- Pues no, no pasaréis, y os advertimos que las escopetas están muy bien cargadas.
Con una gran carcajada, los bandoleros picaron espuelas a sus caballos con ánimos de arrollarles al pasarles por encima pero, una gran descarga con la muerte de tres caballos, les hizo emprender la fuga creyendo que se trataba de más fuerzas de las que en realidad había.
Con estos acontecimientos todos los zarceños parecieron reaccionar contra el bandolerismo apoyando a las autoridades y colaborando con la Guardia Civil que se afanaba por su difícil captura.
Pasado un tiempo, después de dar un gran golpe en la comarca, el jefe de la guardia civil sabía que volverían a la Zarza o sus alrededores y secretamente les esperó hasta localizarlos en los alrededores del pueblo jugando tranquilamente a las cartas; quiso matar al capitán pero no se atrevió a hacerlo a sangre fría y ofreció al cabo que llevaba el ascenso a teniente si lo mataba.
-- A sangre fría yo no mato a nadie, pero voy a herirlo grave para capturarlo –contestó el cabo que al ser un tirador de primera estaba bien seguro de lo que prometía a su comandante.
Ciertamente así lo hizo, de un certero disparo, le partió una pierna y a pesar del esfuerzo de sus compañeros por montarle a caballo para huir no pudo conseguirlo y fue capturado, juzgado y como era natural en aquellos tiempos, sentenciado de muerte.
Después de la captura del capitán, la cuadrilla se deshizo y los componentes de la banda fueron emigrando para América, donde todas estas gentes fuera de la ley encontraban refugio seguro y buenos frutos del dinero amasado en sus asaltos.
Un buen día, poco después del ajusticiamiento del capitán de los bandoleros, cuando el Cuco iba en su carro a por las mieses de verano camino de los Campillos, de improviso, se le subió un miembro de la banda. El Cuco pretendió huir pero este le calmó amigablemente prometiéndole que nadie de la cuadrilla le iba a molestar en absoluto ya que comprendían que cumplió con su deber hasta que después de un rato de amigable charla pasó a exponerle el motivo de su improvisada visita.
-- Resulta --dijo el bandolero– que todos nos vamos para América, pero como no sabemos si alguno tiene que regresar algún día queremos dejar una cantidad de dinero depositada en alguien respetable del pueblo, con la condición de que si en unos años no volvemos pueda quedarse con ella tranquilamente. Hemos pensado en usted que es en quien menos pueden sospechar nadie al creer que le odiamos y le perseguiremos.
El Cuco, a pesar de la buena voluntad de aquel hombre, se negó en rotundo a recibir dinero, que con toda seguridad estaba manchado de sangre, dándole toda clase disculpas. No debió de faltar quien aceptara aquella oferta ya que años más tardes hubo varias familias que subieron económicamente como la espuma y sin saber el motivo.
Tiempos después existió otro bandolero de menos renombre, menos amparado por el pueblo y también ajusticiado en la horca, llamado El Jarero. Este bandolero también dejó detrás de sí otro buen rosario de anécdotas, como la de imponer un impuesto por circular libremente por los caminos de la comarca, de más o menos importe, según las riquezas de los caminantes que a menudo se tuvieran que desplazar por los caminos. Por regla general, la mayoría de los vecinos pagaban fielmente ya que sabían que nadie que no pagase se libraba de tener algún encuentro desagradable con los bandoleros con resultado de mayores o menores consecuencias.
Los afiliados a este importe, fijo anual adelantado, se distinguían de los demás mediante un pañuelo atado al cuello que el mismo le facilitaba al efectuar el pago para no ser molestado por nadie de su cuadrilla. Verdaderamente este pacto nunca lo incumplió en todos sus años de salteador de caminos que se encargaba de cobrar con creces a todos los deudores.
Como todos los bandoleros de aquellos tiempos terminó en la horca y todavía existe su cueva por las inmediaciones de Cáparra, que puede visitar todavía quien lo desee.
Con el Jarero acabó la era bandoleril de navaja, trabuco y manta; al menos por esta parte de la alta Extremadura que recobró la tranquilidad por un largo periodo de muchos años sin ser molestados por más salteadores.
Otro gran acontecimiento de mucha importancia que ocurrió en la Zarza fue el mal llamado durante muchos años “Motín de la Zarza”, que tubo lugar en una de las fiestas más importantes del pueblo al impedir la guardia civil el comienzo de la capea, debidamente autorizada por las autoridades locales.
Cuando el Alcalde, representante del Ayuntamiento y Presidente del festejo, dio la orden de salida a la plaza de los novillos la Guardia Civil, presente en el ruedo de la plaza, compuesta de un teniente y cuatro números la impedía colocándose en la puerta de salida sin dar explicaciones ni atender a razones de ninguna clase.
Las autoridades locales y la mocedad exigían explicaciones a las fuerzas del orden sobre aquella actitud de su impedimento del festejo cuando contaban con todos los permisos gubernamentales necesarios.
Pronto empezaron las voces fuertes, empujones y los encaramientos directos, de los más bebidos, con el teniente al mando que no tardó en responder a tortazo limpio con todo el que alcanzaba.
Como puede comprender todo el que presuma de tener la cabeza en su sitio, aquella actuación no fue la más correcta en aquellas circunstancias. Los números montaron sus armas dispuestos a disparar contra la multitud a la primera orden de su teniente enloquecido repartiendo tortas a diestro y siniestro sin mirar a quién les tocaban.
Una de esas tortas fue a parar a, quien menos se la merecía, un zarceño casado, con tres hijos pequeños, cabo primero del ejercito, licenciado años atrás y que estuvo a las ordenes de este teniente en África algún tiempo, aunque con menor graduación, protagonista de otros tumultos semejantes donde siempre salió bien parado.
El vecino en cuestión se disponía a abandonar la plaza cuando recibió el tortazo del teniente que le hizo tambalearse y sin pensárselo dos veces se la devolvió haciéndole rodar en medio de la plaza.
El teniente se levantó del suelo con su pistola montada dispuesto a matarlo en el acto. Nunca se supo si le reconoció o no, pero el zarceño, que debió ver en aquellos ojos escrita su pena de muerte, le cogió por detrás fuertemente poniéndole de parapeto frente a los demás guardias que le apuntaban con sus fusiles montados dispuestos a matarlo sin dañar a su teniente.
El teniente por más que lo intentaba no podía desembarazarse de aquellos fuertes brazos que le aprisionaban hasta que rabioso de ira gritó a sus guardias:
-- ¡Fuego a mí! ¡Fuego a mí! ¡Fuego a discreción!
Tal fue aquella desesperada petición de fuego que convenció a sus subordinados a obedecerle y dispararon todos al mismo tiempo contra su teniente que cayó al suelo acribillada junto al zarceño que le retenía en medio de la plaza, fusilados vilmente por sus propios guardias.
El pánico se apoderó de aquellos hombres armados de fusiles vistiendo el uniforme del honroso cuerpo de la benemérita Guardia Civil y siguieron disparando a diestro y siniestro contra el público que despavorido abandonaba la plaza.
El público corría por todas las calles despavoridos entre los silbidos de las balas refugiándose en todas las casas que encontraban abiertas a su paso viendo como sus vecinos o familiares caían muertos o heridos sin poderles ayudar. Parte del público corrió a refugiarse en la iglesia, cuya entrada estaba a la vista desde la plaza y allí fueron acribillados a balazo. El resultando fue de varios murtos y muchos heridos.
Ante aquella actitud tan incorrecta, los mozos del pueblo se abalanzaron en masa sobre los guardias reduciéndoles para desarmarlos y entregárselos al alcalde junto con todas sus armas en el ayuntamiento.
El alcalde redactó el correspondiente parte, les tomó declaración y los dejó arrestados en el calabozo al tiempo que informaba al Gobernador de la provincia y ordenaba, acompañado del juez, el levantamiento de los cadáveres y su traslado al cementerio del pueblo.
Las gentes del pueblo comentaban los hechos durante buen tiempo después sin abandonar la plaza hasta unas horas más tarde cuando transportaban los cadáveres al cementerio. Cuando regresaban en grupos hacía sus domicilios se percataron de la entrada en el pueblo de un gran número de guardias civiles disparando a diestro y siniestro a todo lo que se movía por las calles. Cayeron cerdos, gallinas y un borrico atado a una parra así como varios vecinos más heridos.
Este acontecimiento fue un golpe brutal para el pueblo que no llegaban a comprender cómo pudo pasar aquello y de aquella forma tan violenta e inusual en aquel pueblo que nunca conoció acto semejante y que le dejara marcado durante tanto tiempo de asesinos en masa como fueron acusados, a semejanza de los de “Fuente Ovejuna”.
Fue tan grande la lluvia de balas vomitadas aquel día sobre el pueblo que en las reparaciones de los tejados más bajos todavía aparecen balas de fusil y pistolas entre las tejas, por muy raro que parezca.
A pesar de tomar declaración a todo el pueblo y los informes de las autoridades locales testimoniando la verdad de los hechos, aquella verdad nunca resplandeció.
El caso quedó cerrado como hecho ocurrido por amotinamiento en masa de todo el pueblo contra la Guardia Civil, dando muerte por linchamiento al teniente y el paisano que cayó junto a él, obligando a los demás guardias a defenderse a tiros para no ser linchados también, teniendo que ser tomado el pueblo con las armas por refuerzos de la Guardia Civil, que liberaron a sus compañeros y detuvieron a los cabecillas responsables de los sucesos.
Para España entera, el pueblo de la Zarza, quedó marcado de asesinos en masa dando lugar a innumerables enfrentamientos durante muchos años después en los que varias veces salieron a relucir las navajas y otras armas en los mercados y ferias de la Ciudad de Plasencia entre “zarceños y chinatos”, originarios del pueblo de Malpartida de Plasencia, lugar de nacimiento del teniente muerto por sus propios súbditos, por orden suya.
Pasados cuarenta años de estos sucesos, por una de esas casualidades de la vida, tuve la dicha de presenciar una entrevista entre un eminente doctor, familia directa del mencionado teniente y un testigo presenciar de aquellos hechos. Aquel hombre aseguraba todavía, en nombre de su familia, que el teniente fue linchado y no daba crédito a la versión del testigo directo, al que llegó a pedirle en juramento la verdad de los hechos, que agradeció sinceramente.
Los dos protagonistas de aquella entrevista coincidieron en que los documentos fueron clasificados “materia reservada” para salvar el honor de la Guardia Civil y ni a los familiares llegó nunca la verdad de los hechos por ningún conducto.
Hoy, más de setenta años después, con los descendientes del zarceño fusilado en medio de la plaza vivos, nadie se ha preocupado por descalificar esos documentos y sacar a la luz la verdad para restablecer el honor de esos huérfanos, deshonrados durante tantos años, así como todos los zarceños de aquellos tiempos y nacidos después que cargaron con aquella pesada cruz de linchadores en masa.
CAPÍTULO II
REVELIÓN DEL TAMBORIL
Otro famoso acontecimiento ocurrido en la Zarza fue “La Rebelión del Tamboril”. De este acontecimiento sí que encontramos infinidad de supervivientes que recuerdan perfectamente como sucedió.
Como la mayoría de aquellos supervivientes de aquella época podrán recordar, José Antonio Primo de Rivera, fue el jefe de la bien conocida, y no menos temida, Falange Española y de las JONS, que él y otros pocos más fundaron en los últimos albores del Gobierno de la República, llegando a convertirse en la mano dura del Alzamiento Nacional, que diera lugar al enfrentamiento de la guerra civil. Fue encarcelado por la República, en una trampa que le tendió y ofreció su libertad a cambio de ciertos prisioneros republicanos en poder del llamado Frente Nacional, que se negó al trueque y fue fusilado por los republicanos. Franco, obligado o no por la Falange, lo declaró Mártir Honorífico de la Contienda Civil.
La conmemoración de su muerte, la celebraban todos los años con una misa el día veinte de noviembre, donde obligaban a acudir, como en todos los demás lugares, a todos los zarceños, quisieran o no, prohibiendo salir a trabajar hasta terminada la celebración, cuyo incumplimiento era sancionado muy seriamente sobre todo para los que no eran muy adictos al régimen dictatorial franquista.
Ya por estas fechas la dictadura poco a poco iba perdiendo fuerzas y el miedo cada año era menor a las multas y sanciones y empezaban a correr rumores de las infiltraciones de los llamados Maquis, preparando un levantamiento general contra el régimen de Franco, cómo en realidad hubo, pero no con las fuerzas suficiente para que triunfara y fue aplastado.
Por los alrededores de la Zarza anduvo un comando que fue apresado en un lugar llamado “Las Dehesillas”, donde fueron localizados y apresados resultando muerto su capitán en el tiroteo y su cuerpo fue enterrado en el cementerio del pueblo.
El año en cuestión, la susodicha misa de José Antonio cayó en domingo y el sábado por la tarde tubo lugar la celebración del bautizo de un hijo de uno de los poco o nada, simpatizantes del franquismo. Sin saber por qué, entre copa aquí y churrasco allá, se fueron uniendo al jolgorio todos los del mismo palo, como se solía decir entonces, hartos ya de aguantar año tras año aquella maldita imposición que todo el pueblo obedecía ciegamente sin rechistar.
Ya de madrugada, con todos los bares cerrados, decidieron irse a acostar, pero se encontraron con Perico el Tamborilero, que muchos recordarán al ser muchos años el tamborilero del pueblo compitiendo siempre con el menos famoso Carrasco. Perico se marchaba a trabajar a su huerto de Las Jaras, no faltando al que se le ocurriera seguir la juerga otras horas más hasta la hora de la misa.
Aquella fue la mecha que encendió el fuego; le ofrecieron dinero al tamborilero hasta convencerle para que les tocara un rato el tamboril, luego se fueron de casa en casa de cada uno tomando los dulces y tocando el tamboril revolviendo a todo el pueblo, llegó la hora de la misa y “misa y media”, tenían ellos encima de sus cuerpos.
Las gentes del franquismo al verlos de esa manera en día tan señalado montaron en cólera. Los no franquistas se reían y les aplaudían. El alcalde del pueblo, Ventura Rodríguez, hombre fuerte del franquismo pero muy comprensible y dado a escuchar y respetar a todo el mundo; ordenó retrasar la misa para ir donde ellos y convencerles personalmente para que dejaran de tocar el tamboril y asistieran a la misa, algunos sí que le hicieron caso y se fueron con él a misa y se libraron de las consecuencias.
A los que no quisieron ir a misa, el alcalde, les rogó encarecidamente que no siguieran tocando el tamboril, cosa que le prometieron todos y no volvieron a tocarlo, pero siguieron la juerga tocando la gaita que nadie se la había prohibido.
Terminada la misa, el jefe local de la Falange, mascando espuma por la boca como un perro rabioso ordenó una reunión urgente de todos los falangistas del pueblo para proponer en dicha reunión el encarcelamiento inmediato de todos los revoltosos de izquierdas acusándoles de “Comando Maqui”, para unos días después fusilarlos en secreto al estilo del año 1.936 y dejarlos en cualquier lugar escondidos a merced de las alimañas que se encargarían de descubrir sus cuerpos, como más de una vez hicieron años atrás.
Pero, al contrario del año 1.936, que lo que el gran jefe ordenaba no tenía discusión de ninguna clase, esta vez no pudo salirse con la suya ya que se le opusieron casi la totalidad de los asistentes, advirtiéndole que en 1936, cometieron demasiados errores de los que estaban altamente arrepentidos y no querían manchar de nuevo su conciencia. Las familias ya estaban muy mezcladas y todos se lavaban las manos dándole carta blanca para que él en solitario hiciera lo que quisiera, pudiera, o le dejaran hacer, cosa que le enfureció más todavía.
La furia del jefe de la Falange aumentaba cada día más, en todas las tertulias de café se llenaba la boca asegurando que los matarían a todos en Cáceres, y de no ser así en cuanto pisaran de nuevo el pueblo el mismo los ajusticiaría, metralleta en mano en medio de la plaza del pueblo.
Un buen día en que mantenía una de sus acostumbradas bravatas en el casino de Adrián, entró en el casino un vecino del pueblo que al oír lo de “metralleta en mano”, se volvió y le cogió por el cuello hasta hacerle sacar la lengua y orinarse en los pantalones de miedo. Sus camaradas acompañantes hicieron ademán de agredir al misterioso personaje, en defensa de su jefe, pero un desgarrador grito de este preguntando:
-- “¿Quién mató al Cuco? ¿Dónde lo tenéis enterado?” (Grito que aun perdura). Les dejó inmóviles a todos y temerosos de que su jefe delatara el secreto mejor guardado de todos los falangistas de la alta Extremadura. Cambiaron su postura en amigables palabras hasta convencer al misterioso personaje para que soltara su presa ya cerca del estrangulamiento.
El gran jefe vio su cuello liberado pero el susto acabó con todas sus bravatas y los bautizados por él como “Comando Maqui”, fueron expedientados por la Audiencia Territorial de Cáceres. Parte de ellos fueron encarcelados en Cáceres el día 20 de diciembre de aquel mismo año y con motivo de la fiesta de Navidad fueron indultados el día 24, con lo que quedó todo saldado.
Se dio la circunstancia de que el director de la cárcel era zarceño y de su misma edad e intimo amigo de todos ellos desde la infancia. Los tuvieron a todos juntos y separados de los demás presos. La comida y las bebidas se las introducía diariamente la criada del director, también zarceña, por lo que se puede deducir que más que presidio lo que pasaron fue otro jolgorio común.
Lo más interesante de este episodio es que uno de ellos estaba soltero y allí se enamoró de la criada del director de la cárcel y poco después se unían en matrimonio en la Villa de la Zarza, donde vivieron felices hasta el resto de sus días.
Desde ese año, la misa de José Antonio, dejó de ser obligatoria y tan solo acudían a ella los más acérrimos defensores de la opresión Franquista y pocos años después, el gran Jefe falangista, moría podrido por sus muchas enfermedades raras al igual que varios de sus compañeros de correrías.
CAPITULO III
EL GRAN DESAROLLO
En la década de 1860, la Zarza estaba en pleno desarrollo económico. La Duquesa de Alba, dueña de la mayoría del término tenía cedidas todas las tierras en arrendamiento a los zarceños y comenzó a vendérselas a no muy alto precio para que todos pudieran convertirse en propietarios de las mismas. Como siempre pasa, esto ocasionó ciertos odios soterrados entre unos y otros, mayor mente entre los caciques y adinerados que pretendían comprarlo todo acudiendo a miles de trucos, promesas y engaños.
Ya por esos años de 1860, en la Villa de la Zarza, había cinco familias de parecidas posibilidades económicas apodadas, generación tras generación como todas las otras, Los Barrigas, de cuyo seno nacía Dámaso, que pronto llegó a llamarse Dámaso Barriga.
Otra de las familias era la de los apodados Los Currines, apodo que les venía de sus antepasados, que como los Barrigas compraron a la Duquesa de Alba una dehesa y todas las tierras que pudieron y de cuya familia nacía Marcelino, al que pronto pusieron el apodo de Curriche.
Los apodados Los Gallos, eran otra de las más notables familias de aquella época y de cuyo seno nacía Antonio, el que pocos años después se conocía por Antonio Gallito, hijo único, como el Curriche, que sus padres mimaban al máximo, como es de comprender.
La familia de Los Cucos, era otra de las familias muy parecidas a las anteriores mencionadas. Quizá un poco menos pudiente en economía y menos influyente en política, también compraron una dehesa y todas las tierras que pudieron, más bien que les dejaron comprar, ya que el Barriga, a toda costa intentó dejarle sin la dehesa y algunas tierras más que le lindaban. Como no pudo calmar sus ansias sentía un o dio mortal contra él Cuco pero que sabía disimular muy bien. Del seno de esta familia nacía Nicomedes que en muy pocos años se le conocía por Nicomedes el Cuco, apodo del que sentía muy orgulloso ya que en el pueblo era tan importante o más heredar el apodo de los padres que los apellidos, que apenas nadie conocía.
La familia de los “Coliques”, era otra familia parecida a las demás, Nicolás, el Colique, también había comprado una dehesa y gran número de fincas a la marquesa y disfrutaba de buena situación económica, de cuyo seno nacía Remigio, al que pronto le acomodaron el apodo de su padre, pero sin saber el porqué, con el paso de los años, los zarceños fueron olvidándose de su apodo e imponiéndole el de Cambero, ya que nadie sabía que ese era su verdadero apellido.
Estas cinco familias, aunque ya lejano, eran parientes entre sí y sus hijos de la misma edad, poco más o menos, crecían y corrían juntos en los recreos de la escuela y todas las calles de la Zarza. Ya mocitos empezaron a arrimarse a las chicas y cada uno a irse definiendo por aquella que más le gustaba y le hacía algún caso afectivo como siempre ocurre.
El Cuco, con sus dieciséis años ya tenía relaciones amorosas, con la sinceridad de aquellos tiempos, con Mercedes, una chica muy guapa y encantadora con muy buen tipo; un año menor que él y de familia muy parecida a la suya por lo que dicho noviazgo no era mal visto por ninguna de las dos familias con lo que ellos seguían creciendo, amándose y divirtiéndose libremente.
Dámaso, desde pequeño estaba enamorado de Mercedes, pero ella nunca le hizo caso en las ocasiones en que intentó acercarse, por lo que odiaba de muerte a su amigo Cuco disimulándolo cuanto podía terminando por hacerse novio de María, hermana del Cuco, que no estaba muy de acuerdo pero no se metía para nada entre ellos.
Poco antes de cumplir los 18 años fueron llamados a la guerra de Cuba pudiendo acogerse al establecido Decreto de libramiento de la guerra por el pago de 2500 pesetas.
Barriga, Curriche y Gallito rápidamente pagaron las 2500 pesetas para librarse. El Cuco y el Cambero, no podían, ya que su familia andaba escasa de liquidez a causa de las compras de la dehesa y fincas años atrás; ante la insistencia de María y Mercedes, los padres del Cuco se lanzaron a buscar dinero prestado para librar a su hijo de La guerra, pero la negativa era la repuesta que encontraba en todas las puertas que llamaba. Esa gran suma de 2.500 pesetas, en aquellos tiempos, nadie la tenía en metálico para prestarla. El Barriga convenció al Cuco para que le pidiera a su padre el dinero que con toda seguridad le prestaría.
El padre del Cuco se resistía a pedirle dinero a su pariente Barriga, lo conocía demasiado y sabía que caer en sus manos no le saldría gratis pero la presión de su familia y sus propios deseos de librar a su hijo de la guerra le convencieron y aceptó el dinero por los réditos que más adelante quisieran ponerle. El dinero fue entregado en el Ayuntamiento, como lo hicieron todos.
La familia de los Coliques, marchaban bien pero le faltaba dinero para librar a su hijo de la guerra, solo contaban con mil pesetas y tras de muchos disgustos, vendieron la dehesa a los Barrigas que la unieron a la suya y el resto se lo prestaron al treinta por ciento de intereses anuales y pudieron librar a su hijo de la guerra de cuba.
Poco tiempo después, el Cuco era llamado a filas y no le valieron excusas de ninguna clase, años más tarde averiguaría que el dinero no salió del pueblo y que a sus padres le quitaron todas las fincas al no poder pagar ese dinero lo que les provocó la muerte de ambos en poco tiempo.
El Cuco fue a la guerra, como todos los que no pagaron, allí recibió la noticia de la muerte de sus padres primero y poco después la de su hermana sin tener más contactos con España por mucho que lo intentó. Es muy posible que alguien estuviera muy interesado en interceptar su correo.
Creo que ha de ser de gran interés dar unas pequeñas explicaciones de lo que en aquellos momentos tan delicados para España estaba ocurriendo en su Perla de Las Antillas, como le llamaban los españoles a la Isla de Cuba. En verdad era la niña de sus ojos, todo lo que allí pasaba, o le decían que pasaba, lo sentían en su propia carne y discutían con entusiasmo.
Como casi todos sabemos, Cuba surgió del fondo de los mares y fue descubierta por Cristóbal Colón a los ochenta y cinco días de navegación desde su salida de Palos de Moguer, el tres de agosto de 1492, y le llamó Juana, en 1515, pasó a llamarse Fernandina, los primeros habitantes fueron indios taínos, sivoneyes, guanates y beyes.
Muerto Colón, España envió a Diego Velázquez a colonizar Cuba; le acompañaron Pánfilo de Narváez, Hernán Cortés, Juan de Grijalba, Pedro de Alvarado, Diego de Alvarado y otros más que, lejos de cumplir con la orden que se le encomendó de conquistar pacíficamente a los indios, fueron apoderándose de todas las tierras y esclavizando a los indios, raptándoles a sus mujeres esbeltas con cabelleras de azabache, los indios se revelaron y fueron sacrificados todos los varones para que nunca pudieran reclamar la Isla como su tierra de origen. Todos ellos fueron asesinados, según la “Historia de Cuba” depositada en las Hemerotecas de la Habana.
Con la exterminación de los indios, Cuba se quedó sin mano de obra y tuvieron que subsanarla con la importación de negros e indios que esclavizaron para su mano de obra barata, dando lugar al mayor negocio y más lucrativo de todos los tiempos durante 350 años que duró la esclavitud en la Isla de Cuba.
En el siglo XVI, Cuba fue asaltada por los franceses expulsando de ella a los españoles al tiempo que saquearon todas sus riquezas allí acumuladas en oro, plata, especias y otros metales más, poco después España la reconquistaba de nuevo expulsando a los franceses, ingleses y holandeses que se habían instalado en ella
A los descendientes de españoles, franceses, ingleses, holandeses, esclavos negros e indios se les llamarían “Criollos” que se consideraban los verdaderos herederos natos de la Isla comenzando la lucha por su libertad e independencia que España nunca quiso concederles aplastando todos sus levantamientos.
En 1723 se levantaron los vegueros cubanos reclamando su independencia y fueron aplastados por el ejército español, degollados y colgados de los árboles lo que fue aumentando cada vez más el odio de los nativos hacía España, que en realidad se enteraba de aquello que querían que se enterase.
En 1727, se sublevaron 400 esclavos del ingenio Quiebra Hacha, al oeste de la Habana y fueron derrotados por los españoles y degollados.
En 1731, se sublevaron los mineros del Cobre, cerca de Santiago de Cuba a los que se le unieron 100 esclavos apaleados; también fueron aplastados y castigados severamente. Le siguieron levantamientos de los esclavos de las haciendas de Mariel, la Habana, Guinés, Trinidad, y Puerto Príncipe
En 1740, los ingleses invaden Cuba y después de grandes batallas con los españoles tienen que abandonarla. Después en el 62, vuelven a sitiarla con la conquista de gran parte de ella hasta un año después que el criollo José Antonio Gómez, con un ejército de nativos la reconquistara para España y que con el reinado de Carlos III, tomó un gran desarrollo aumentando considerablemente la entrada de nuevos esclavos negros.
En 1824, se sublevaron Francisco Agüero y Andrés Manuel Sánchez, fueron derrotados pero lo intentaron de nuevo en el 26, en el 29 y en el 37 donde fueron ejecutados y Cuba disfruta de nuevo de un largo periodo de paz y prosperidad reformando y mejorando el ferrocarril por toda la Isla.
En 1843, la situación es sumamente complicada para España, las sublevaciones son numerosas proclamando la República Independiente de Cuba que son aplastadas con interminables matanzas de negros por todas partes con el método de la “escalera”. Este método consistía en amarrar a los negros a una escalera y azotarlos hasta confesar o morir. Los negros muertos pasaron del millar y otros tantos heridos y un gran número expulsados de la Isla, pero consiguieron la abolición de la esclavitud, legal, que ilegalmente continuaría bastantes años después. “Datos recopilados de las Hemerotecas de la Habana”.
A partir de aquí los negros ya contaban con el 60% de la población y un buen número de criollos que le apoyaban proclamando la anexión de Cuba a Estados Unidos, ya que se convencieron de la imposibilidad de su independencia. Esto llenó de ansias a Estados Unidos que con un ejercito reclutados en América y los nativos cubanos con el general Narciso López, desertor del ejército español, al frente invade Cuba en 1849, fracasa y lo vuelve a intentar en 1851, tras numerosas batallas fue derrotado, apresado y ajusticiado por los españoles.
La revolución seguía arraigándose cada vez con más fuerzas encabezada por Manuel de Céspedes y del Castillo, que en la batalla de Manzanillo, los españoles cogieron prisionero a un hijo suyo y le pidieron la rendición a cambio de la vida de su hijo Oscar. La repuesta de Céspedes fue tajante: “Oscar no es mi único hijo, yo soy el padre de todos los cubanos que han muerto”. Esta gesta llegó a darle el conocido renombre de “Padre de la Patria”.
El día 10 de octubre de 1868, desde su ingenio “La Demajagua”, Céspedes daba de nuevo el grito de independencia con el que empezó la guerra de los diez años con la batalla de “La Jara”, donde fue derrotado por el ejército español que le obligó a dispersarse. Poco después gritaría Céspedes: ¡Aun me quedan doce hombres, los suficientes para hacer independiente a Cuba!.
Céspedes rehizo de nuevo su ejército nombrándose General en Jefe y tras tres días de grandes batallas tomó Bayamo, tres meses después volvió a reconquistarlo el ejército español enteramente carbonizado ya que Céspedes lo incendió antes de la huida.
En 1869, se levantaron Camaguey y Las Villas a las órdenes de Céspedes que se fueron uniendo militares del ejército español de otras provincias de Ultramar como Máximo Gómez Báez, inventor de las cargas a machete, tan temidas por los españoles, que le harían tan famoso.
España reforzó su ejército con 30.000 hombres de toda clase de calaña adueñándose de las calles armados hasta los dientes y patrocinando grandes matanzas entre los que acusaban de cómplices del ejército enemigo, hasta el punto de llegar a temerle su propio Capitán General que, con sus famosos “Bandos de Guerra”, mataron a diestro y siniestro cuanto pudieron; hasta el exterminio de unos 100.000 cubanos.
Las endurecidas batallas se sucedían una tras otra donde los dos ejércitos demostraron su bravura y fiereza hasta límites insospechados debatiéndose cuerpo a cuerpo hasta vencer o morir como en las famosas batallas de La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Las Guásimas y otros muchos en donde siempre salió victorioso el ejército español. Céspedes se escondió en su finca de San Lorenzo, en Sierra Maestra, donde fue localizado y sorprendido por los españoles muriendo en combate en febrero de 1874.
España reforzó su ejército con 250.000 hombres al mando del capitán general Arsenio Martínez Campo, que consiguió terminar la guerra de los diez años con el llamado “Pacto de Zanjón”. Con aquel pacto quedaba derrotada la República en Armas de Cuba. Aunque sin los generales en armas de la República Cubana Vicente García, Antonio Maceo y Ramón Leocadio Bonachea que continuaron luchando en los montes de San Ulpiano, donde Macéo derrotó al famoso batallón de San Quintín.
Maceo llegó a ser Mayor General de la República, perdió a diez hermanos y a sus padres en la guerra adquiriendo el famoso sobrenombre de Titán de Bronce, de acuerdo con su color amulatado de la Isla.
El 15 de marzo de 1878, Martínez Campos consigue una entrevista con Maceo en el campamento de Mangos de Maraguá, donde le hizo múltiples ofertas y promesas que Céspedes escuchó sin despegar los labios y cuando este terminó Maceo le contestó: “Sin independencia y abolición de la esclavitud en Cuba no hay paz, mañana nos veremos en el campo de batalla”. A ese apto se le llamó la protesta de Baraguá.
En mayo de 1878, Maceo, presionado por el gobierno provisional de la República y la superioridad del ejército español, abandona Cuba y termina definitivamente la guerra de los diez años con victoria española dando paso a la conocida Etapa Fecunda.
En 1879, Maceo entra de nuevo en Cuba, provoca los levantamientos en armas de Givera, Holguín, Santiago de Cuba, Santi Espíritu, Remedios, Sagua la Grande y otras más. Contaban con un cargamento de armas y municiones que los españoles detestaron a tiempo e impidieron que llegara a sus manos aplastando la rebelión y consiguiendo la capitulación del general Emilio Núñez, último de los rebeldes, entregando 200 hombres armados y 5.000 sin armas en diciembre de 1880. Otros levantamientos de menor importancia que le siguieron fueron igualmente aplastados obligando a España a firmar la famosa “Ley de Patronato”, con la abolición total de la esclavitud en la Isla que sería hecha realidad en 1.886.
Con la abolición de la esclavitud Cuba entro en un periodo de cambios muy importantes; muchos de los grandes terratenientes se arruinaron y vendieron sus fincas a muy bajos precios que terminaban en manos de estadounidenses llegando a alcanzar los setenta millones de dólares, muchísimos en aquella época, que le proporcionaban gran dominio de poder.
El 24 de febrero de 1.885, los insurrectos se levantaban en armas contra España, al grito de independencia, en Santiago de Cuba, Guantánamo, Jijuani San Luís, El Cobre, El Caney, Alto Songo, Bayate y Baire. Allí tubo lugar la primera batalla donde fueron derrotados por los españoles al igual que en los demás lugares cogiendo prisioneros a todos los principales cabecillas que fueron ejecutados, la mayoría, y desterrados otros.
Esta fue la primera batalla donde tomara su bautizo de fuego nuestro gran personaje el Cuco, batiéndose con honor y fiereza que le valió el ascenso a cabo Iº y una medalla de poca importancia. Aquí le dejaremos luchando batalla tras batalla y cuya suerte o desgracia en su destino conoceremos más adel
REVELIÓN DEL TAMBORIL
Otro famoso acontecimiento ocurrido en la Zarza fue “La Rebelión del Tamboril”. De este acontecimiento sí que encontramos infinidad de supervivientes que recuerdan perfectamente como sucedió.
Como la mayoría de aquellos supervivientes de aquella época podrán recordar, José Antonio Primo de Rivera, fue el jefe de la bien conocida, y no menos temida, Falange Española y de las JONS, que él y otros pocos más fundaron en los últimos albores del Gobierno de la República, llegando a convertirse en la mano dura del Alzamiento Nacional, que diera lugar al enfrentamiento de la guerra civil. Fue encarcelado por la República, en una trampa que le tendió y ofreció su libertad a cambio de ciertos prisioneros republicanos en poder del llamado Frente Nacional, que se negó al trueque y fue fusilado por los republicanos. Franco, obligado o no por la Falange, lo declaró Mártir Honorífico de la Contienda Civil.
La conmemoración de su muerte, la celebraban todos los años con una misa el día veinte de noviembre, donde obligaban a acudir, como en todos los demás lugares, a todos los zarceños, quisieran o no, prohibiendo salir a trabajar hasta terminada la celebración, cuyo incumplimiento era sancionado muy seriamente sobre todo para los que no eran muy adictos al régimen dictatorial franquista.
Ya por estas fechas la dictadura poco a poco iba perdiendo fuerzas y el miedo cada año era menor a las multas y sanciones y empezaban a correr rumores de las infiltraciones de los llamados Maquis, preparando un levantamiento general contra el régimen de Franco, cómo en realidad hubo, pero no con las fuerzas suficiente para que triunfara y fue aplastado.
Por los alrededores de la Zarza anduvo un comando que fue apresado en un lugar llamado “Las Dehesillas”, donde fueron localizados y apresados resultando muerto su capitán en el tiroteo y su cuerpo fue enterrado en el cementerio del pueblo.
El año en cuestión, la susodicha misa de José Antonio cayó en domingo y el sábado por la tarde tubo lugar la celebración del bautizo de un hijo de uno de los poco o nada, simpatizantes del franquismo. Sin saber por qué, entre copa aquí y churrasco allá, se fueron uniendo al jolgorio todos los del mismo palo, como se solía decir entonces, hartos ya de aguantar año tras año aquella maldita imposición que todo el pueblo obedecía ciegamente sin rechistar.
Ya de madrugada, con todos los bares cerrados, decidieron irse a acostar, pero se encontraron con Perico el Tamborilero, que muchos recordarán al ser muchos años el tamborilero del pueblo compitiendo siempre con el menos famoso Carrasco. Perico se marchaba a trabajar a su huerto de Las Jaras, no faltando al que se le ocurriera seguir la juerga otras horas más hasta la hora de la misa.
Aquella fue la mecha que encendió el fuego; le ofrecieron dinero al tamborilero hasta convencerle para que les tocara un rato el tamboril, luego se fueron de casa en casa de cada uno tomando los dulces y tocando el tamboril revolviendo a todo el pueblo, llegó la hora de la misa y “misa y media”, tenían ellos encima de sus cuerpos.
Las gentes del franquismo al verlos de esa manera en día tan señalado montaron en cólera. Los no franquistas se reían y les aplaudían. El alcalde del pueblo, Ventura Rodríguez, hombre fuerte del franquismo pero muy comprensible y dado a escuchar y respetar a todo el mundo; ordenó retrasar la misa para ir donde ellos y convencerles personalmente para que dejaran de tocar el tamboril y asistieran a la misa, algunos sí que le hicieron caso y se fueron con él a misa y se libraron de las consecuencias.
A los que no quisieron ir a misa, el alcalde, les rogó encarecidamente que no siguieran tocando el tamboril, cosa que le prometieron todos y no volvieron a tocarlo, pero siguieron la juerga tocando la gaita que nadie se la había prohibido.
Terminada la misa, el jefe local de la Falange, mascando espuma por la boca como un perro rabioso ordenó una reunión urgente de todos los falangistas del pueblo para proponer en dicha reunión el encarcelamiento inmediato de todos los revoltosos de izquierdas acusándoles de “Comando Maqui”, para unos días después fusilarlos en secreto al estilo del año 1.936 y dejarlos en cualquier lugar escondidos a merced de las alimañas que se encargarían de descubrir sus cuerpos, como más de una vez hicieron años atrás.
Pero, al contrario del año 1.936, que lo que el gran jefe ordenaba no tenía discusión de ninguna clase, esta vez no pudo salirse con la suya ya que se le opusieron casi la totalidad de los asistentes, advirtiéndole que en 1936, cometieron demasiados errores de los que estaban altamente arrepentidos y no querían manchar de nuevo su conciencia. Las familias ya estaban muy mezcladas y todos se lavaban las manos dándole carta blanca para que él en solitario hiciera lo que quisiera, pudiera, o le dejaran hacer, cosa que le enfureció más todavía.
La furia del jefe de la Falange aumentaba cada día más, en todas las tertulias de café se llenaba la boca asegurando que los matarían a todos en Cáceres, y de no ser así en cuanto pisaran de nuevo el pueblo el mismo los ajusticiaría, metralleta en mano en medio de la plaza del pueblo.
Un buen día en que mantenía una de sus acostumbradas bravatas en el casino de Adrián, entró en el casino un vecino del pueblo que al oír lo de “metralleta en mano”, se volvió y le cogió por el cuello hasta hacerle sacar la lengua y orinarse en los pantalones de miedo. Sus camaradas acompañantes hicieron ademán de agredir al misterioso personaje, en defensa de su jefe, pero un desgarrador grito de este preguntando:
-- “¿Quién mató al Cuco? ¿Dónde lo tenéis enterado?” (Grito que aun perdura). Les dejó inmóviles a todos y temerosos de que su jefe delatara el secreto mejor guardado de todos los falangistas de la alta Extremadura. Cambiaron su postura en amigables palabras hasta convencer al misterioso personaje para que soltara su presa ya cerca del estrangulamiento.
El gran jefe vio su cuello liberado pero el susto acabó con todas sus bravatas y los bautizados por él como “Comando Maqui”, fueron expedientados por la Audiencia Territorial de Cáceres. Parte de ellos fueron encarcelados en Cáceres el día 20 de diciembre de aquel mismo año y con motivo de la fiesta de Navidad fueron indultados el día 24, con lo que quedó todo saldado.
Se dio la circunstancia de que el director de la cárcel era zarceño y de su misma edad e intimo amigo de todos ellos desde la infancia. Los tuvieron a todos juntos y separados de los demás presos. La comida y las bebidas se las introducía diariamente la criada del director, también zarceña, por lo que se puede deducir que más que presidio lo que pasaron fue otro jolgorio común.
Lo más interesante de este episodio es que uno de ellos estaba soltero y allí se enamoró de la criada del director de la cárcel y poco después se unían en matrimonio en la Villa de la Zarza, donde vivieron felices hasta el resto de sus días.
Desde ese año, la misa de José Antonio, dejó de ser obligatoria y tan solo acudían a ella los más acérrimos defensores de la opresión Franquista y pocos años después, el gran Jefe falangista, moría podrido por sus muchas enfermedades raras al igual que varios de sus compañeros de correrías.
CAPITULO III
EL GRAN DESAROLLO
En la década de 1860, la Zarza estaba en pleno desarrollo económico. La Duquesa de Alba, dueña de la mayoría del término tenía cedidas todas las tierras en arrendamiento a los zarceños y comenzó a vendérselas a no muy alto precio para que todos pudieran convertirse en propietarios de las mismas. Como siempre pasa, esto ocasionó ciertos odios soterrados entre unos y otros, mayor mente entre los caciques y adinerados que pretendían comprarlo todo acudiendo a miles de trucos, promesas y engaños.
Ya por esos años de 1860, en la Villa de la Zarza, había cinco familias de parecidas posibilidades económicas apodadas, generación tras generación como todas las otras, Los Barrigas, de cuyo seno nacía Dámaso, que pronto llegó a llamarse Dámaso Barriga.
Otra de las familias era la de los apodados Los Currines, apodo que les venía de sus antepasados, que como los Barrigas compraron a la Duquesa de Alba una dehesa y todas las tierras que pudieron y de cuya familia nacía Marcelino, al que pronto pusieron el apodo de Curriche.
Los apodados Los Gallos, eran otra de las más notables familias de aquella época y de cuyo seno nacía Antonio, el que pocos años después se conocía por Antonio Gallito, hijo único, como el Curriche, que sus padres mimaban al máximo, como es de comprender.
La familia de Los Cucos, era otra de las familias muy parecidas a las anteriores mencionadas. Quizá un poco menos pudiente en economía y menos influyente en política, también compraron una dehesa y todas las tierras que pudieron, más bien que les dejaron comprar, ya que el Barriga, a toda costa intentó dejarle sin la dehesa y algunas tierras más que le lindaban. Como no pudo calmar sus ansias sentía un o dio mortal contra él Cuco pero que sabía disimular muy bien. Del seno de esta familia nacía Nicomedes que en muy pocos años se le conocía por Nicomedes el Cuco, apodo del que sentía muy orgulloso ya que en el pueblo era tan importante o más heredar el apodo de los padres que los apellidos, que apenas nadie conocía.
La familia de los “Coliques”, era otra familia parecida a las demás, Nicolás, el Colique, también había comprado una dehesa y gran número de fincas a la marquesa y disfrutaba de buena situación económica, de cuyo seno nacía Remigio, al que pronto le acomodaron el apodo de su padre, pero sin saber el porqué, con el paso de los años, los zarceños fueron olvidándose de su apodo e imponiéndole el de Cambero, ya que nadie sabía que ese era su verdadero apellido.
Estas cinco familias, aunque ya lejano, eran parientes entre sí y sus hijos de la misma edad, poco más o menos, crecían y corrían juntos en los recreos de la escuela y todas las calles de la Zarza. Ya mocitos empezaron a arrimarse a las chicas y cada uno a irse definiendo por aquella que más le gustaba y le hacía algún caso afectivo como siempre ocurre.
El Cuco, con sus dieciséis años ya tenía relaciones amorosas, con la sinceridad de aquellos tiempos, con Mercedes, una chica muy guapa y encantadora con muy buen tipo; un año menor que él y de familia muy parecida a la suya por lo que dicho noviazgo no era mal visto por ninguna de las dos familias con lo que ellos seguían creciendo, amándose y divirtiéndose libremente.
Dámaso, desde pequeño estaba enamorado de Mercedes, pero ella nunca le hizo caso en las ocasiones en que intentó acercarse, por lo que odiaba de muerte a su amigo Cuco disimulándolo cuanto podía terminando por hacerse novio de María, hermana del Cuco, que no estaba muy de acuerdo pero no se metía para nada entre ellos.
Poco antes de cumplir los 18 años fueron llamados a la guerra de Cuba pudiendo acogerse al establecido Decreto de libramiento de la guerra por el pago de 2500 pesetas.
Barriga, Curriche y Gallito rápidamente pagaron las 2500 pesetas para librarse. El Cuco y el Cambero, no podían, ya que su familia andaba escasa de liquidez a causa de las compras de la dehesa y fincas años atrás; ante la insistencia de María y Mercedes, los padres del Cuco se lanzaron a buscar dinero prestado para librar a su hijo de La guerra, pero la negativa era la repuesta que encontraba en todas las puertas que llamaba. Esa gran suma de 2.500 pesetas, en aquellos tiempos, nadie la tenía en metálico para prestarla. El Barriga convenció al Cuco para que le pidiera a su padre el dinero que con toda seguridad le prestaría.
El padre del Cuco se resistía a pedirle dinero a su pariente Barriga, lo conocía demasiado y sabía que caer en sus manos no le saldría gratis pero la presión de su familia y sus propios deseos de librar a su hijo de la guerra le convencieron y aceptó el dinero por los réditos que más adelante quisieran ponerle. El dinero fue entregado en el Ayuntamiento, como lo hicieron todos.
La familia de los Coliques, marchaban bien pero le faltaba dinero para librar a su hijo de la guerra, solo contaban con mil pesetas y tras de muchos disgustos, vendieron la dehesa a los Barrigas que la unieron a la suya y el resto se lo prestaron al treinta por ciento de intereses anuales y pudieron librar a su hijo de la guerra de cuba.
Poco tiempo después, el Cuco era llamado a filas y no le valieron excusas de ninguna clase, años más tarde averiguaría que el dinero no salió del pueblo y que a sus padres le quitaron todas las fincas al no poder pagar ese dinero lo que les provocó la muerte de ambos en poco tiempo.
El Cuco fue a la guerra, como todos los que no pagaron, allí recibió la noticia de la muerte de sus padres primero y poco después la de su hermana sin tener más contactos con España por mucho que lo intentó. Es muy posible que alguien estuviera muy interesado en interceptar su correo.
Creo que ha de ser de gran interés dar unas pequeñas explicaciones de lo que en aquellos momentos tan delicados para España estaba ocurriendo en su Perla de Las Antillas, como le llamaban los españoles a la Isla de Cuba. En verdad era la niña de sus ojos, todo lo que allí pasaba, o le decían que pasaba, lo sentían en su propia carne y discutían con entusiasmo.
Como casi todos sabemos, Cuba surgió del fondo de los mares y fue descubierta por Cristóbal Colón a los ochenta y cinco días de navegación desde su salida de Palos de Moguer, el tres de agosto de 1492, y le llamó Juana, en 1515, pasó a llamarse Fernandina, los primeros habitantes fueron indios taínos, sivoneyes, guanates y beyes.
Muerto Colón, España envió a Diego Velázquez a colonizar Cuba; le acompañaron Pánfilo de Narváez, Hernán Cortés, Juan de Grijalba, Pedro de Alvarado, Diego de Alvarado y otros más que, lejos de cumplir con la orden que se le encomendó de conquistar pacíficamente a los indios, fueron apoderándose de todas las tierras y esclavizando a los indios, raptándoles a sus mujeres esbeltas con cabelleras de azabache, los indios se revelaron y fueron sacrificados todos los varones para que nunca pudieran reclamar la Isla como su tierra de origen. Todos ellos fueron asesinados, según la “Historia de Cuba” depositada en las Hemerotecas de la Habana.
Con la exterminación de los indios, Cuba se quedó sin mano de obra y tuvieron que subsanarla con la importación de negros e indios que esclavizaron para su mano de obra barata, dando lugar al mayor negocio y más lucrativo de todos los tiempos durante 350 años que duró la esclavitud en la Isla de Cuba.
En el siglo XVI, Cuba fue asaltada por los franceses expulsando de ella a los españoles al tiempo que saquearon todas sus riquezas allí acumuladas en oro, plata, especias y otros metales más, poco después España la reconquistaba de nuevo expulsando a los franceses, ingleses y holandeses que se habían instalado en ella
A los descendientes de españoles, franceses, ingleses, holandeses, esclavos negros e indios se les llamarían “Criollos” que se consideraban los verdaderos herederos natos de la Isla comenzando la lucha por su libertad e independencia que España nunca quiso concederles aplastando todos sus levantamientos.
En 1723 se levantaron los vegueros cubanos reclamando su independencia y fueron aplastados por el ejército español, degollados y colgados de los árboles lo que fue aumentando cada vez más el odio de los nativos hacía España, que en realidad se enteraba de aquello que querían que se enterase.
En 1727, se sublevaron 400 esclavos del ingenio Quiebra Hacha, al oeste de la Habana y fueron derrotados por los españoles y degollados.
En 1731, se sublevaron los mineros del Cobre, cerca de Santiago de Cuba a los que se le unieron 100 esclavos apaleados; también fueron aplastados y castigados severamente. Le siguieron levantamientos de los esclavos de las haciendas de Mariel, la Habana, Guinés, Trinidad, y Puerto Príncipe
En 1740, los ingleses invaden Cuba y después de grandes batallas con los españoles tienen que abandonarla. Después en el 62, vuelven a sitiarla con la conquista de gran parte de ella hasta un año después que el criollo José Antonio Gómez, con un ejército de nativos la reconquistara para España y que con el reinado de Carlos III, tomó un gran desarrollo aumentando considerablemente la entrada de nuevos esclavos negros.
En 1824, se sublevaron Francisco Agüero y Andrés Manuel Sánchez, fueron derrotados pero lo intentaron de nuevo en el 26, en el 29 y en el 37 donde fueron ejecutados y Cuba disfruta de nuevo de un largo periodo de paz y prosperidad reformando y mejorando el ferrocarril por toda la Isla.
En 1843, la situación es sumamente complicada para España, las sublevaciones son numerosas proclamando la República Independiente de Cuba que son aplastadas con interminables matanzas de negros por todas partes con el método de la “escalera”. Este método consistía en amarrar a los negros a una escalera y azotarlos hasta confesar o morir. Los negros muertos pasaron del millar y otros tantos heridos y un gran número expulsados de la Isla, pero consiguieron la abolición de la esclavitud, legal, que ilegalmente continuaría bastantes años después. “Datos recopilados de las Hemerotecas de la Habana”.
A partir de aquí los negros ya contaban con el 60% de la población y un buen número de criollos que le apoyaban proclamando la anexión de Cuba a Estados Unidos, ya que se convencieron de la imposibilidad de su independencia. Esto llenó de ansias a Estados Unidos que con un ejercito reclutados en América y los nativos cubanos con el general Narciso López, desertor del ejército español, al frente invade Cuba en 1849, fracasa y lo vuelve a intentar en 1851, tras numerosas batallas fue derrotado, apresado y ajusticiado por los españoles.
La revolución seguía arraigándose cada vez con más fuerzas encabezada por Manuel de Céspedes y del Castillo, que en la batalla de Manzanillo, los españoles cogieron prisionero a un hijo suyo y le pidieron la rendición a cambio de la vida de su hijo Oscar. La repuesta de Céspedes fue tajante: “Oscar no es mi único hijo, yo soy el padre de todos los cubanos que han muerto”. Esta gesta llegó a darle el conocido renombre de “Padre de la Patria”.
El día 10 de octubre de 1868, desde su ingenio “La Demajagua”, Céspedes daba de nuevo el grito de independencia con el que empezó la guerra de los diez años con la batalla de “La Jara”, donde fue derrotado por el ejército español que le obligó a dispersarse. Poco después gritaría Céspedes: ¡Aun me quedan doce hombres, los suficientes para hacer independiente a Cuba!.
Céspedes rehizo de nuevo su ejército nombrándose General en Jefe y tras tres días de grandes batallas tomó Bayamo, tres meses después volvió a reconquistarlo el ejército español enteramente carbonizado ya que Céspedes lo incendió antes de la huida.
En 1869, se levantaron Camaguey y Las Villas a las órdenes de Céspedes que se fueron uniendo militares del ejército español de otras provincias de Ultramar como Máximo Gómez Báez, inventor de las cargas a machete, tan temidas por los españoles, que le harían tan famoso.
España reforzó su ejército con 30.000 hombres de toda clase de calaña adueñándose de las calles armados hasta los dientes y patrocinando grandes matanzas entre los que acusaban de cómplices del ejército enemigo, hasta el punto de llegar a temerle su propio Capitán General que, con sus famosos “Bandos de Guerra”, mataron a diestro y siniestro cuanto pudieron; hasta el exterminio de unos 100.000 cubanos.
Las endurecidas batallas se sucedían una tras otra donde los dos ejércitos demostraron su bravura y fiereza hasta límites insospechados debatiéndose cuerpo a cuerpo hasta vencer o morir como en las famosas batallas de La Sacra, Palo Seco, El Naranjo, Las Guásimas y otros muchos en donde siempre salió victorioso el ejército español. Céspedes se escondió en su finca de San Lorenzo, en Sierra Maestra, donde fue localizado y sorprendido por los españoles muriendo en combate en febrero de 1874.
España reforzó su ejército con 250.000 hombres al mando del capitán general Arsenio Martínez Campo, que consiguió terminar la guerra de los diez años con el llamado “Pacto de Zanjón”. Con aquel pacto quedaba derrotada la República en Armas de Cuba. Aunque sin los generales en armas de la República Cubana Vicente García, Antonio Maceo y Ramón Leocadio Bonachea que continuaron luchando en los montes de San Ulpiano, donde Macéo derrotó al famoso batallón de San Quintín.
Maceo llegó a ser Mayor General de la República, perdió a diez hermanos y a sus padres en la guerra adquiriendo el famoso sobrenombre de Titán de Bronce, de acuerdo con su color amulatado de la Isla.
El 15 de marzo de 1878, Martínez Campos consigue una entrevista con Maceo en el campamento de Mangos de Maraguá, donde le hizo múltiples ofertas y promesas que Céspedes escuchó sin despegar los labios y cuando este terminó Maceo le contestó: “Sin independencia y abolición de la esclavitud en Cuba no hay paz, mañana nos veremos en el campo de batalla”. A ese apto se le llamó la protesta de Baraguá.
En mayo de 1878, Maceo, presionado por el gobierno provisional de la República y la superioridad del ejército español, abandona Cuba y termina definitivamente la guerra de los diez años con victoria española dando paso a la conocida Etapa Fecunda.
En 1879, Maceo entra de nuevo en Cuba, provoca los levantamientos en armas de Givera, Holguín, Santiago de Cuba, Santi Espíritu, Remedios, Sagua la Grande y otras más. Contaban con un cargamento de armas y municiones que los españoles detestaron a tiempo e impidieron que llegara a sus manos aplastando la rebelión y consiguiendo la capitulación del general Emilio Núñez, último de los rebeldes, entregando 200 hombres armados y 5.000 sin armas en diciembre de 1880. Otros levantamientos de menor importancia que le siguieron fueron igualmente aplastados obligando a España a firmar la famosa “Ley de Patronato”, con la abolición total de la esclavitud en la Isla que sería hecha realidad en 1.886.
Con la abolición de la esclavitud Cuba entro en un periodo de cambios muy importantes; muchos de los grandes terratenientes se arruinaron y vendieron sus fincas a muy bajos precios que terminaban en manos de estadounidenses llegando a alcanzar los setenta millones de dólares, muchísimos en aquella época, que le proporcionaban gran dominio de poder.
El 24 de febrero de 1.885, los insurrectos se levantaban en armas contra España, al grito de independencia, en Santiago de Cuba, Guantánamo, Jijuani San Luís, El Cobre, El Caney, Alto Songo, Bayate y Baire. Allí tubo lugar la primera batalla donde fueron derrotados por los españoles al igual que en los demás lugares cogiendo prisioneros a todos los principales cabecillas que fueron ejecutados, la mayoría, y desterrados otros.
Esta fue la primera batalla donde tomara su bautizo de fuego nuestro gran personaje el Cuco, batiéndose con honor y fiereza que le valió el ascenso a cabo Iº y una medalla de poca importancia. Aquí le dejaremos luchando batalla tras batalla y cuya suerte o desgracia en su destino conoceremos más adel
CAPITULO IV
LAS CHICAS DE LA NOCHE
Corría el año de 1.930, en una de sus bien templadas noches del mes de agosto, un tren de mercancías que en su cola llevaba acoplado dos vagones de pasajeros con los asientos tableados de madera y algún que otro pasajero dormitando o dando cabezadas encima de ellos, procedente de Salamanca; cruzaba la sierra de Béjar y se adentraba en Extremadura con dirección a la capital de Cáceres vomitando grandes bocanadas de humo por su negra chimenea. Tras un estrepitoso silbido y un chirriar de sus frenos de acero, se detenía en el apeadero de Casas del Monte. Al mismo tiempo se apeaban de él dos pasajeros que por primera vez pisaban aquellos lugares quedando atónitos y envueltos en la oscuridad de la noche viendo alejarse el tren que emprendía su marcha expulsando el humo de su abultado vientre.
-- ¿Dónde estamos Tomás? -preguntó uno de los pasajeros a su hermano que era el otro pasajero.
-- No lo sé Manuel, debe de ser Casas del Monte.
-- Pero si aquí ni hay casas ni se ve a nadie.
-- Momentos después divisaban una tenue luz de una vela y se encaminaron hacía ella para obtener alguna información que pudiera servirle de ayuda resultando ser el empleado de RENFE, encargado del tráfico de los trenes que tras los correspondientes saludos le preguntaron por los posibles medios de locomoción hasta el pueblo de Zarza de Granadilla.
-- Que yo sepa -contestó el empleado de RENFE-, ninguno, ni creo que esta noche venga por aquí nadie de la Zarza, empiezan hoy las fiestas de San Ramón y ya estarán todos bailando en la plaza tan ricamente.
-- Pues que faena -dijo Manuel el pequeño de los hermanos.
-- ¿Hay alguna posibilidad de llegar andando? -preguntó Tomás.
-- Si, en una hora, más o menos podéis llegar; la mayoría de la gente va y viene andando. Cogéis la carretera a la derecha y ella os lleva hasta la Zarza sin pérdida ninguna.
Dando las gracias por la información los dos hermanos se encaminaron carretera adelante, aunque de no muy buena gana, en medio de la más absoluta oscuridad de la noche hasta el pueblo de la Zarza.
-- Quién nos mandaría a nosotros emprender esta aventura -se lamentó Manuel.
-- Dime tú que otra solución podíamos tomar -contestó Tomás-, de todas formas, si no nos gusta, estamos un tiempo y nos llevamos a papá.
-- Eso si que lo veo difícil, si no hemos podido convencerlo antes menos podremos ahora.
-- La verdad es que la vida en Cuba para él fue muy dura, debió de sufrir mucho en la guerra y luego con mamá.
-- ¿Qué les pasaría a los dos en su matrimonio? -preguntó Manuel-. Primero se amaron y luego se odiaron mortalmente, hasta después de separados seguían queriéndose pero no se aguantaban.
-- Hay cosas en la vida que no tienen explicación, y esta es una de ellas, como ninguno quiso nunca contar nada no podemos saberlo. Lo que sí podemos asegurar es que a nosotros nos trataron los dos inmejorablemente bien.
-- Tenemos visita -anunció Tomás señalando los faros de un coche a lo lejos que se acercaba hasta ellos.
-- ¡Menos mal!. Ya empezaba yo a pensar que Colón fue a descubrir Cuba pero se olvidó de pasar primero por aquí.
El coche se les acercaba y ellos se pararon haciendo señas para que parara pero este en vez de parar dio un giro a la derecha hasta hacerles saltar de la carretera para no ser atropellados continuando la marcha sin reparar en los viandantes para nada.
-- ¡Hijos de la gran!-exclamó Manuel-. Lástima no se le parara el coche en medio de la carretera y no pudieran arrancarlo, que iba a reírme yo a gusto.
-- Qué adelantas con maldecir al viento. ¿ No ves que no te oye nadie?
-- Casi nos atropellan y quieres que no me enfade. Estamos apañado con estos salta charcos.
-- Pues mira parece que alguien ha escuchado tus maldiciones y ha parado el coche allí adelante –dijo Tomás.
-- Lo malo es si nos han oído y nos están esperando para zurrarnos la badana bien zurrada, como contaba papá que le pasó a él.
-- Quién dijo miedo con esto en el bolsillo -dijo Tomás al tiempo que acariciaba su revolver dentro del bolsillo del pantalón.
--Sería mejor que nos diéramos un rodeo en vez de pasar junto a ellos –contestó Emiliano.
-- No te acuerdas de lo que decía papá cundo se enrollaba contando sus batallas: “El Cuco nunca retrocede ante el enemigo aunque le cueste la vida”. Jamás huí de nadie en Cuba y tampoco pienso huir en España.
Llegaron a la altura del coche con intención de pasar junto a él pero con la intención de ni siquiera mirar a sus ocupantes y con los revólveres empuñados y amartillados en sus bolsillos.
-- Parecen voces de mujeres -anunció Manuel.
-- Si, son mujeres, lo raro es no oír la voz de ningún hombre.
-- Parece que andan cambiando alguna rueda -volvió a apostillar Manuel cuando ya estaban cerca del coche.
-- ¡Por favor! Podría ayudarnos a cambiar esta rueda -exclamó una de las mujeres-. Hemos pinchado y no sabemos cambiarla.
-- ¿Dónde tenéis a vuestros acompañantes? - preguntó Tomás.
-- Estamos solas -contestó una de las damas que, además de joven, no estaba nada mal de presencia.
-- ¿Qué hacen dos bombones como vosotras solas por la carretera a estas horas de la noche? -preguntó Manuel.
-- Venimos de Plasencia de comprar unas cosas para la fiesta -contestó la otra dama, que en nada desmerecía de la anterior.
-- Vamos a ver esa rueda -dijo Manuel metiendo mano a la obra mientras su hermano vigilaba atentamente con el revolver amartillado por si aparecía algún imprevisto.
-- Esto ya está -volvió a decir Manuel-, ponerlo en marcha y andando.
Pero el vehículo parecía no querer arrancar por mucho que lo intentaba su conductora.
-- Parece falta de gasolina -dijo Tomás soltando el revolver y cogiendo el mechero para mirar el manómetro dentro del coche- pero no fue el manómetro del coche lo que él vio, a la luz de su mechero, sino uno de los mejores pares de piernas de toda su vida.
-- Pues lo sentimos -dijo Manuel -nosotros tenemos que marcharnos, si no tenéis gasolina os tendréis que quedar aquí.
La conductora que no debió de quedar muy convencida de las explicaciones dadas por los dos hermanos arrancó el coche y los dejó plantados en medio de la carretera jurando y maldiciendo.
-- ¡Vaya planchazo! -exclamó Tomás-. Le montamos la rueda, le arreglamos el coche y se largan sin siquiera darnos las gracias.
-- Tú no te quejes, por lo menos les vistes las piernas a las dos.
-- A una sola, en la otra no me fijé. ¿Tú como lo sabes?
-- Porque comprobé que tenia gasolina, y la única avería que tenía era el cable de la bobina salido a causa de los baches, pero no te preocupes que no tardaremos en encontrarlas de nuevo.
-- Ya le has montado algún truco de los tuyos; la verdad que no me disgustaría volverlas a encontrar. La conductora está de toma pan y moja. ¡Vaya piernas que tiene la moza!
-- No, si perder el tiempo tú nunca lo pierdes, no sé como te las apañas –dijo Manuel.
-- Pues mira -señaló Tomás- allí las tenemos de nuevo, seguro que son ellas.
-- Pues si son ellas yo me encargo de que nos lleven hasta ese pueblo, ya estoy harto de andar y sabe Dios lo que nos faltará todavía para llegar.
El coche, en uno de los muchos baches de la carretera, volvió a expulsar el cable de la bobina que dejara, no muy bien apretado Manuel y se paró de nuevo con el consiguiente nuevo susto para las chicas que, convencidas ahora de no tener gasolina, se arrepentían del fatal comportamiento que habían tenido con aquellos chicos. En realidad se habían portado muy caballerosamente con ellas y estaban dispuestas a enderezar aquel entuerto lo mejor posible en cuanto llegaran andando hasta ellas.
-- ¿Qué, otra vez la gasolina? -preguntó Tomás.
-- Pues lo sentimos pero nosotros no podemos hacer nada más –agregó Manuel al tiempo que rebasaban el coche y seguían caminando
-- ¡Por favor, no nos dejéis aquí solas! ¿No os importa que nos vayamos con vosotros?
-- Sí. Podéis venir con nosotros, siempre que caminéis deprisa y no os canséis en el camino.
-- Os prometemos ir a vuestro paso sin cansarnos -contestaron las dos chicas a un tiempo un poco asustadas.
-- Si no os parece mal -dijo Tomás- os presento aquí a mi hermano Manuel, yo me llamo Tomás.
-- Victoria y Paloma -dijo esta última, la conductora.
-- Estoy pensando -dijo Tomás- que a lo mejor si le soplamos el carburador y le echamos la gasolina de los mecheros puede que se empape la junta del tubo de escape y deje pasar la gasolina hasta el motor de arranque y vuelva a andar éste trasto.
Aquel disparate estuvo a punto de provocar un estallido de risa a Manuel que a duras penas pudo contener sin que las chicas sospecharan su malicioso plan y sin pensarlo, en un abrir y cerrar de ojos, dejó el coche en perfecto esta do de funcionamiento.
-- ¿Entendéis de mecánica vosotros? - preguntó Paloma alegrando su semblante.
-- Yo no -contestó Tomás- pero mi hermano es un gran experto en mecánica de automóviles, ya veréis como arregla este trasto.
-- Bueno, yo he hecho lo que me has dicho -dijo Manuel después de unos minutos de hurgar en el motor- ahora vamos a esperar un poco para que se empape bien y con un poco de suerte a lo mejor arranca.
-- ¿Tú crees que arrancará? -preguntó Victoria.
-- Seguro -se adelantó a contestar Tomás.
El coche arrancó al primer intento de su conductora causando gran alegría a las dos chicas que ya daban por bien segura la caminata.
-- Bueno -dijo Manuel-, ahora somos nosotros los que os pedimos que nos llevéis con vosotras y no nos dejéis aquí solos.
-- ¡Faltaría más! -contestaron las dos chicas al mismo tiempo-. Subid con nosotras.
-- ¿Dónde os dejamos? -preguntó Paloma.
-- Donde queráis -contestó Tomás.
-- ¿Vais a las fiestas? -preguntó Victoria.
-- Si –contestaron los dos hermanos al mismo tiempo.
-- ¿De dónde sois? -preguntó Victoria -. Se os nota en el habla que no sois de por aquí.
-- Seguro que sois de Mérida o de por allí cerca -afirmó Paloma.
-- Sí, sí, -contestaron los dos hermanos al mismo tiempo-. ¿La conocéis?
-- No. No la conocemos -contestó Victoria.
-- ¿Conocéis alguna chica del pueblo? - preguntó Paloma
-- No. Es la primera vez que venimos- contestó Tomás.
-- ¿No conocéis el pueblo, ni la fiesta de San Ramón? -preguntó victoria.
-- No.
-- ¿Tampoco conocéis a nadie en el pueblo? -preguntó Paloma.
-- Sí. Conocemos a un señor que nos compró unos ganados el año pasado y nos hablo muy bien de la Zarza y nos invitó a venir a su casa cuando quisiéramos y por eso hemos venido a conocerlo y al mismo tiempo a conocer las chicas guapas como vosotras- contestó Manuel.
-- ¿Cómo se llama? -preguntó Paloma.
-- Nos dijo que lo llaman el Cuco - contestó Tomás.
-- ¿Lo conocéis vosotras? -preguntó Manuel.
-- Si que lo conocemos -dijo Victoria.
-- Quién no conoce a los Cucos -dijo Paloma-. Dicen que están un poco chalados pero a mí me caen bien, la Cuca es una solterona muy simpática.
-- Y el Cuco También -apostilló Victoria -mi padre le aprecia mucho.
-- Si queréis, os invitamos con nosotras al baile, que ya estará empezado, y luego mañana buscáis a vuestro amigo Cuco.
-- ¿Y si se enfadan vuestros novios? - preguntó Manuel.
-- Yo no tengo novio -se apresuró a contestar Paloma- y esta es la novia de mi hermano así es que no hay nada que temer.
-- Por nosotros encantados -se apresuró a contestar Tomás que estaba deseando la invitación.
Entre risas y bromas los cuatro chicos, todos ellos de edades parecidas, llegaron a la Zarza y se fueron al baile donde les aguardaban los amigos de las chicas y José, el hermano de Paloma, conocido por Pepe el Mochila que le aguardaban impaciente.
-- Cómo habéis tardado tanto -preguntó el Mochila a su hermana después de la reglamentaria presentación de los desconocidos acompañantes y ponerles al corriente de las circunstancias del encuentro.
-- No encontrábamos el coñac -le contestó su hermana- haber ido tú a buscarlo.
Todos los chicos se divirtieron cuanto pudieron y los dos hermanos fueron acogidos con buen agrado por todos los demás ya que tanto sus estudios, educación y comportamiento con los demás estaban muy por encima del de todos ellos. Sabían de sobra como tenían que capear los toros que le echasen a la plaza por muy bravos que resultaran. Tomás no se separó de Paloma en toda la noche y parecían comerse el uno al otro como si algo extraño quisiera ponerles en el mismo camino de la vida a los dos.
Por aquella época, la Villa de la Zarza era uno de los pueblos mayores de todos los alrededores y uno de los más adelantados en todos los aspectos de la vida
El gran desarrollo de la Zarza, puede que fuera debido al enclave natural de su término, en medio de una gran llanura, con fértiles vegas en cereales y pastos, abundantes y grandes dehesas de encinares que eran el sustento de la holgada economía del pueblo. De todo esto carecían otros por su enclave en las sierras o terrenos menos productivos de los alrededores.
A pesar de su superioridad económica frente a los demás, al igual que a ellos, no le salvaba de los tentáculos del subdesarrollo en que estaba sumida toda España.
Carecía de agua corriente y, como es natural, de alcantarillados de desagües para conducir las aguas fecales. El abastecimiento de agua se hacía de un pozo situado alrededor del pueblo donde acudían todas las mañanas, sobre la salida del sol, todas las mujeres con sus cántaros de fino barro, uno al cuadril y otro a la cabeza, a por la ración de agua necesaria. Al mismo tiempo echar las primeras parrafadas del día con las amigas y ponerse al corriente de los chismes y sucedidos de cada día en el pueblo. Este pozo de agua potable tenía el nombre de Pozo del Caine.
Las aguas fecales iban todas a parar alas calles, empedradas algunas, con sus correspondientes regatos en medio todas ellas, cuya corriente todo el año desprendía un olor inaguantable por todo el pueblo asumido ya por los vecinos como algo muy natura sin solución alguna.
Las necesidades biológicas, algunas pocas y privilegiadas familias que tenían cuadra de ganado adosada a la vivienda o cerca de ella le servía de cuarto de baño. Los carentes de este privilegio tenían que levantarse antes de que amaneciera el día y correr detrás de las paredes de los primeros prados fuera del pueblo, bajo la lluvia, cuando el tiempo lo exigía y las necesidades apremiaban.
Políticamente, la Villa de la Zarza siempre estuvo administrada por cuatro o cinco familias de las más poderosas económicamente y que se sucedían o cambiaban entre sí los sillones unas con otras. Siempre mandaban los mismos, procurando de administrar la justicia más a favor de sus riquezas que en beneficios de los habitantes del pueblo. Los impuestos se repartían por vecinos y no por las riquezas que pudiera poseer cada uno de ellos, dándose el caso, infinidad de veces, de pagar más contribución la vivienda de cualquier pobre que la o las dehesas de cualquier rico.
El alcalde del pueblo era Dámaso Barriga, viudo de Mercedes y uno de los más ricos del pueblo que vivía feliz, mejor dicho, podía vivir feliz si no fuera por la espina que siempre le estaba clavando su lejano pariente el Cuco a cada rato en cuanto tenía ocasión. Le odiaba de muerte pero no se atrevía con él, disimulaba su odio y su miedo cuanto podía e intentaba atraérselo a su bando pero no había forma, siempre lo tenía enfrente; era su eterna pesadilla. Ese año estaba deseoso de que llegaran las fiestas de San Ramón para celebrar la inauguración de una de las calles que se había empeñado en empedrar y tenía invitado a la fiesta, después de la comida, en el casino de Adrián.
Nicomedes el Cuco, era uno de los vecinos bien acomodados pero en nada de acuerdo con las injusticias que, para él, estaban a cada rato cometiendo el Barriga y sus amigotes del Ayuntamiento, con un buen puñado de años a sus espaldas se conservaba en perfectas condiciones físicas, a pesar de los reveses que le había dado la vida. Vivía con su hermana María a la que también el destino le había hecho pasar ratos muy amargos pero que a pesar de todo eran felices, aunque no dichosos.
La víspera de San Ramón, sin saber el motivo, Nicomedes y María, estaban intranquilos y sin la menor gana de fiesta, pensaban haber dado una vuelta por la plaza, como todos los años pero a última hora desistieron solamente por no encontrarse con alguno de sus contrarios y le amargara con lo de la dichosa callecita.
Aquella noche la pasó el Cuco sin apenas dormir, dando vueltas en la cama y despertando sobresaltado cada vez que intentaba dormirse por lo que en cuanto rayó el alba se tiró de la cama, encendió la lumbre como todos los días para que su hermana al levantarse cocinara el desayuno y arrimara los pucheros de la comida. Se marchó a dar de comer a los ganados encontrándose por el camino alguna que otra cuadrilla de jóvenes bastante alegres camino de la cama.
-- ¡Divina juventud! -exclamó para sus adentros-, estos si que no tienen pena ninguna, así estarían los míos si estuvieran aquí, pero que le vamos a hacer la vida es como es y no vale darle vueltas, por mucho que nos empeñemos ella siempre sigue su camino.
Cuando volvió a la casa ya estaba levantada María, y cuanto le vio entrar se apresuró a preguntarle:
-- ¿Qué tal has dormido?
-- Mal. Muy mal, y si era poco me acabo de encontrar a una cuadrilla de mozalbetes que me han recordado a mis chicos y se me ha encogido el corazón.
-- Con lo bien que estaríamos los cuatro juntos si tu no fueras tan cabezón como eres. Siempre tienes que salirte con la tuya sin hacer caso a nadie más, mañana mismo les escribo y les digo que o se vienen ellos aquí o nos vamos nosotros allí, el día menos pensado nos pasa algo y nos encontramos solos. -- Bueno, todo se arreglará, no te preocupes tanto que tan mal no estamos contestó el Cuco.
Estaban los dos hermanos tan embebidos en su amable disputa cuando oyeron un murmullo de voces, algún que otro canturreo, adioses de despedidas y unos suaves golpes en su puerta que le hicieron pensar en algún corro de chicos de sus amistades que querrían probar las Perrunillas de María, que sabían a gloria, y sin pensarlo dos veces contestó: Pasar que la puerta está abierta.
-- ¿Quiénes serán? -se preguntaba el Cuco extrañado.
-- Queremos probar las perrunillas de San Ramón -pidió Manuel ya dentro de la casa al lado de Tomás.
María que solo les conocía por las fotografías se quedó paralizada pensando en qué extraños más atrevidos se le acababan de colar en casa y no acertaba a reaccionar de ninguna manera.
El Cuco, que todavía se encontraba en la cocina rápidamente conoció la voz de sus hijos y salió corriendo y apunto estuvo de desmayarse de la sorpresa pero terminaron los cuatro en corro fundidos en una piña dando rienda suelta a sus enternecidas lágrimas.
Después de un largo rato que duró el encuentro, los chicos se acostaron rendidos por el viaje y la fiesta mientras su padre acompañado de su tía se disponía a oír misa, más alegre que nunca.
-- ¡Vaya sorpresa que nos han dado estos chicos! -le decía el Cuco a su hermano mientras caminaban hacía la iglesia.
-- ¡Ya lo creo! Pero mayor va a ser la de tu amigo Barriga cuándo se entere de que son tus hijos y vea la imposibilidad de acogotarte de una vez.
-- Ni me los mientes. ¡Hójala! revienten todos, como castañas asadas, de una vez.
Terminó la misa y tras intentar esconderse varias veces no pudo evitar el encuentro con el Barriga, que todo lo amablemente que le permitía su disimulado buen humor le recordaba la invitación para después de comer en el café rogándole no faltara.
-- No faltaré, no te preocupes -prometía el Cuco murmurando entre dientes- si tu supieras la sorpresa que te tengo guardada no te reirías tanto no.
Poco después de la misa los Cucos se marcharon despidiéndose de sus amistades pero sin comentar a nadie la llegada de sus hijos, y tras la confección por María de una suculenta comida lo más adaptada posible a la ocasión tan especial de aquel día y despertar a los chicos ya que el tiempo pasaba rápidamente y la comida se alargaba demasiado obligando al padre a exclamar:
-- Chicos, yo tengo un compromiso ineludible y no tengo más remedio que marcharme porque ya se me está haciendo tarde.
-- ¿Qué compromiso es ese tan importante?-preguntó Manuel.
-- El alcalde que inaugura ahora el arreglo de una calle y le prometí esta mañana que no faltaría.
-- ¿Podemos acompañarte nosotros? -preguntó Tomás.
-- Si os dais prisa en ataviaros, sí que podéis -contestó el padre-, ya estarán por allí todos.
Cuando padre e hijos llegaban a la plaza ante la curiosidad de todo el pueblo ya acababa el acto de la inauguración de la calle empedrada y en cuanto Paloma divisó a Tomás corrió al lado de los dos hermanos saludándoles y tirando de ellos para presentárselos a su padre que estaba cerca de ellos.
-- Papá, estos son los chicos de que te he hablado y que nos ayudaron anoche -dijo Paloma.
-- ¡Tanto gusto! -contestó el Barriga al mismo tiempo que tendía la mano a los dos hermanos-. Ya me ha contado mi hija que uno de vosotros es buen mecánico, si pensáis quedaros en este pueblo yo puedo contrataros a los dos.
-- ¡Alto ahí Barriga! -cortó el Cuco-. Estos chicos no se venden por nada en este mundo, además de mecánicos y otras muchas cosas más son mis hijos y no están en venta.
-- ¡Que me dices! -exclamó sonrojadísimo el Barriga-. Pues nada, perdonar chicos y si no os parece mal vámonos camino del casino que allí hay un pequeño ágape para todos.
-- ¿Ya os conocíais? -preguntó a Tomás su padre.
-- Si, nos las encontramos anoche en la carretera con el coche averiado y después estuvimos tomando unas copas y bailando con todos ellos.
-- Que casualidad. Tenía que pasarme a mí esto -exclamó para sus adentro el padre.
Ya en el casino el Barriga se esforzaba en arreglar la metedura de pata y aparentar tener una gran amistad con el Cuco; cosa que a este se le notaba claramente que en vez de amistad entre ellos lo que existía era un odio de muerte medianamente disimulado
-- Me alegro de que hayas venido a la inauguración Cuco -dijo el Barriga-, además, tengo que decirte que tus chicos me han caído muy bien, parecen buenos chicos.
-- Ya sabes que yo siempre sé cumplir con mi deber como Dios manda. Por cierto, mis chicos además de parecer buenos, puedo asegurarte que sí que lo son.
-- ¡Fíjate! -continuó el Barriga-. Aunque te parezca mentira nunca te llegué a creer cuando asegurabas que te habías casado y tenías dos hijos en Cuba.
-- Eso no hace falta que me lo asegures por que yo te lo noté siempre.
-- Bueno chicos -cortó el Barriga- os voy a presentar a los demás miembros de la Corporación Municipal de este pueblo que creo que os agradará conocer.
-- Como no -contestó Manuel-, los amigos de mi padre siempre serán nuestros amigos también.
-- Este es Marcelino, el juez -continuó el Barriga-. Este es Antonio, el secretario, a los chicos suyos ya veo que los conocéis. Si algún día necesitáis algo de cualquiera de nosotros no dudéis en acercaros a pedirlo, y si traéis dinero y queréis colocarlo o invertirlo bien invertido no lo dudéis, nosotros os lo invertimos sin pega ninguna.
-- Pues sí que está la Corporación completa -contestó Manuel-, con nuestra amistad pueden contar enteramente todos pero con nuestro dinero lo sentimos porque nosotros no traemos ni un duro, solo traemos ganas de trabajar.
-- Solo nos falta en la Corporación a tu padre -dijo el secretario, más conocido por el Gallito.
-- Lo que tenéis que hacer vosotros es convencerle para que se una a nosotros - agregó el juez, más conocido por el Curriche-, además, si estáis un poco preparados en política aquí estamos escasos de buenos políticos.
Nosotros de política estamos totalmente pegados -contestó Tomás- somos simples trabajadores y de ningún estudio que digamos.
-- No importa -contestó el Gallito-, en política lo importante es hacer bulto, que la inteligencia y los estudios ya se encargarán otros de ponerlos.
-- ¿Qué te parece el arreglo de la calle?-preguntó el Barriga dirigiéndose al Cuco.
-- Mal. Muy mal -contestó este.
-- Desde luego no tienes arreglo Cuco - contestó el Barriga-, todo el pueblo está encantado menos tú, mira que eres raro.
El pueblo está encantado porque no pueden decir otra cosa; mejor dicho, no dejáis vosotros que digan otra cosa, porque al que lo intente se le cae el pelo como al Cebolla, cuando arreglaste la otra calle hace tres años. Se negó a dar la huebra y le metisteis cien reales de multa y dos días de arresto en el calabozo del Ayuntamiento. ¿Qué quieres que digan ahora?
-- La justicia tiene que ser dura y firme -dijo el Curriche-, no se pueden tener contemplaciones.
-- ¿De qué justicia me hablas tú? -le contestó el Cuco-. ¿Por qué no habéis arreglado mi calle en vez de la vuestra?
-- Porque la tuya es más larga y habría costado más -se apresuró a contestar el Barriga.
-- Nosotros nos marchamos -dijo Tomás que en toda la tertulia no se había separado de Paloma y observaba atentamente a todos los contertulios adivinando el odio existente entre ellos.
Todos los jóvenes de la juerga de la noche anterior se marcharon al baile al casino del Lucero que estaba en otra parte del pueblo, menos Manuel que le encantaba el hilo que tomaba la tertulia y prefirió quedarse acompañando a su padre.
-- Claro -afirmó el Cuco-, además, no pasas tú todos los días por ella para ir al Ayuntamiento como pasas por esa.
-- Por esa calle, pasas tú y todo el pueblo -replicó el Gallito.
-- Sí -contestó el Cuco-. Pero muchísimo menos que todos vosotros.
-- Pues no te imaginas el sacrificio que nos ha costado el arreglo de esa calle - cortó el Barriga.
-- Si que lo sé, sí -dijo el Cuco-. Los rollos los hemos traído del río todos los que tenemos carro, dos días por carro, y que conste que no he visto a ninguno de vuestros carros traer rollos. Ponerlos, los han puesto los vecinos que no tienen carro, dos días por vecino y, además, nos habéis metido un reparto de cuarenta reales por familia. ¿Para qué ha sido ese dinero?
-- Para gastos del municipio -contestó el Gallito-, ya sabes que este Municipio no tiene entradas de ninguna clase y hay que pagar al Secretario.
-- Claro que hay que pagar al Secretario, que eres tú, y tienes buen cuidado de cobrar por adelantado, por si falta. ¿Sabes tú por qué este Ayuntamiento no tiene entradas de ninguna clase? Porque las dehesas que vendió la Duquesa de Alba al Ayuntamiento ahora son todas vuestras y las explotáis vosotros en vez de explotarlas el Ayuntamiento, como tenía que ser.
-- Pero eso no es culpa nuestra -contestó el Curriche.
-- Vuestra no -continuó el Cuco-, pero de vuestros padres sí.
-- Yo quisiera saber lo que tengo que hacer -dijo el Alcalde- para que de una vez estés tú de acuerdo con nuestra administración y te unas a nosotros. En las próximas elecciones, si queréis entrar, podemos proporcionaros algo bueno para ti y tus chicos.
-- Algo bueno. ¿Cómo qué? ¿Cómo pregoneros, enterradores o barrenderos? Yo estaré de acuerdo con vosotros cuando la Zarza tenga agua corriente y se liberen las mujeres del pesado castigo de traer los cántaros de agua a la cabeza y cuadril, no tengan que ir todas las semanas a lavar al río; la gente tenga que dejar de correr tras las paredes a defecar y dejen de correr los regatos de orines por las calles y estén todas como esa vuestra de arregladas.
-- Eso es imposible -contestó el Curriche, que además de juez era médico titular del pueblo -toda la vida ha estado así y nunca ha pasado nada.
-- Es imposible -repitió el Cuco-, más imposible es verme a mí a vuestro lado. Vergüenza me da oír de boca de un matasano lo que acabo de oír.
La tertulia continuó toda la tarde por los mismos derroteros dándose pullazos tras pullazos unos a otros sin hacerse sangre pero dañándose hondo y aguantando firme para que al finar la soga no quedara rota.
Terminaron las fiestas y los dos hermanos se habían divertido de lo lindo, Manuel hizo muchas amistades con chicas estupendas pero sin prendarse de nadie ni quedar para continuar. Tomás se enrolló toda la fiesta con Paloma que parecía aceptarle de buena gana y como a él le encantaba su compañía se lo pasaron tan bien que quedaron para seguir viéndose en adelante cuando pudieran.
CAPITULO V
LA VERRUGOSA
Unos Días después de las fiestas en que la familia degustaba los sabrosos manjares de la comida preparada por María, que además de ser buena cocinera se esmeraba en agradar a sus sobrinos todo lo que podía dijo Manuel a su padre:
-- Buena lección les dio el otro día a sus amigos.
-- No creas, esos tienen la concha muy dura -contestó el padre- y no se inmutan por nada.
-- ¿Qué pasó? -preguntó Tomás.
-- Te perdiste un bombardeo de artillería pesada -contestó su hermano.
-- Me lo imagino -agregó María.
-- ¿Pero que pasó? -volvió a preguntar Tomás un poco intranquilo.
-- Nada no hagas caso -dijo el padre.
-- Ya me he enterado de tus buenas amistades con Paloma -se apresuró a cortar María.
-- ¿Qué tiene eso de malo? -preguntó Tomás.
-- Nada, nada -contestaron a un tiempo el padre y la tía al mismo tiempo que pensaban para sí: “Eso no saldrá bien”.
-- Ustedes, económicamente ¿Cómo marchan? -preguntó Tomás.
-- Ni nos falta ni nos sobra -contestó el padre-, pero tenemos lo suficiente para nosotros y también para vosotros si os quedáis aquí.
-- Nosotros no necesitamos nada -dijo Manuel- traemos unas pesetillas y ganas de invertirlas.
-- Como os oí decir el otro día que no traíais nada -dijo el padre.
-- Bueno es que parecían buitres tras la carroña -dijo Tomás-, nos acababan de conocer y ya nos estaban haciendo mil proposiciones.
-- Nada, os compráis otra dehesa más y llenáis las dos de ganado –indicó María - que ahora está dando buenos dineros.
-- La verdad es que Cuba se está poniendo inaguantable -dijo Tomás-. Machado la está llevando a la ruina y el día menos pensado se arma otra guerra como las tuyas.
-- ¡Maldita guerra! -exclamó María. ¡Cuantas desgracias nos trajo a todos!
-- Cuanto murió mamá -dijo Manuel- lo fuimos vendiendo todo, Tomás se colocó y cuanto yo terminé la carrera nos vinimos y según el panorama de aquí a remos lo que mejor podamos.
-- ¡Que mujer! -exclamó el padre entre sollozos. Los celos le atenazaron dé tal manera que han terminado llevándosela. ¡Que desgracia! ¡Bien ganada tenía la gloria!
-- Bueno, bueno -dijo Tomás-, a ver donde podemos emplear algo de dinero por aquí y metemos la cabeza por algún sitio.
-- Lo que dijo la tía antes no está mal- dijo Manuel-, compramos ganado, de momento, y ya encontraremos algo apropiado para la carrera de agronomía de Tomás y la mía de abogacía.
-- Podemos acercarnos a la feria de Plasencia que es dentro de unos días - dijo el padre- y vamos mirando a ver si sale algo.
-- No me parece mal -dijo Tomás- lo que pasa es que de ganado nosotros no entendemos mucho para andar comprando y vendiendo, de eso se tiene usted que preocupar y asesorarnos.
-- No hay pega ninguna -dijo el padre- eso dejarlo de mi cuenta.
-- Quería preguntarte una cosa tía -dijo Tomás-. ¿Tú sabes si Paloma ha tenido algún novio?
-- No -respondió María adivinando por donde iban los disparos-. ¿Por qué me lo preguntas, tienes algún problema con ella?
-- Ninguno, solo que me extraña que hasta ahora nadie se haya acercado a ella como me asegura.
-- Acercársele si que se le han acercado pero los que a ella le gustarían no se le acercan y los que se le acercan o no le gustan a ella o no le gustan a su padre - contestó María-. Por lo que veo, tú si que le haces tilín.
-- No es mala chica, lo malo que tiene es ese orgullo de grandeza dentro de su cabeza -dijo Tomás. Yo le he asegurado que soy un chico de los más normales de este pueblo, sin estudios, sin trabajo y sin ningún porvenir para el día de mañana y, se ha tragado el anzuelo, si ahora le dijeran la verdad con seguridad que no la creería.
Para ella, yo soy un ratoncito con quien jugar, se nota que no ha encontrado nunca quién le ate los machos bien atados y le a dicho aquí estoy yo.
-- Ten cuidado hijo, las cosas no son como parecen, piénsatelo bien antes de dar pasos en falso no sea que tengas que arrepentirte después.
-- ¿Por qué tía, tiene eso algo de malo?
--No. ¿Qué de malo va a tener? Tú vive tu vida y no te hagas caso de nadie ni de nada, lo que pasa es que cuando se entere que tienes la carrera de agrónomo.
-- Bueno para rectificar siempre hay tiempo -contestó Tomás.
Llegó la sementera y Tomás seguía bailando y viéndose con Paloma y Manuel seguía pasándoselo lo mejor que podía con todas y sin comprometerse con ninguna.
El Cuco no dejaba de asistir a todas las ferias y mercados de la comarca pero no encontraba nada aparente para los chicos ya que él tenía su dehesa ya repleta de cerdos aprovechando la montanera como todos los años.
A primeros de enero, en que ya la montanera daba sus últimas bellotas, el Cuco y sus dos hijos llevaron la partida de cebones a vender a la feria de Plasencia y la liquidaron a primeras horas de la mañana. Una vez cobrados se dedicaron a dar vueltas por la feria en busca de nuevo ganado joven para que terminaran los restos de montanera. De repente el Cuco quedó entusiasmado de un rebaño de ovejas que había a la venta.
-- Mirar lo que tenemos aquí -dijo el padre-, este ganado, si no está mal de precio, puede interesarnos. No sé lo que pedirán pero no veo hoy en la feria ningún ganadero que se pueda atrever todo ese rebaño; por lo menos tendrá unas trescientas cabezas o aun más, las veo muy sanas y bien cuidadas, por lo menos a 125 reales cada una podíamos pagarlas. ¿Qué os parece a vosotros?
-- Ni la más pijotera idea -contestó Tomás al tiempo que Manuel se encogía de hombros - lo que usted haga bien echo está.
Tras unas vueltas por el ferial, pero sin perder de vista el rebaño, llenando su cabeza de toda clase de planes que parecían encajarle se decidió a tantear la situación sobre el terreno y se encaminaron los tres de nuevo al rebaño preguntando: ¿Quién vende esto?.
-- Servidor-contestó uno de los cuidadores.
-- ¿Me vendes un atajo de ellas? -preguntó el Cuco.
-- No señor, se venden todas.
-- ¿A cuanto todas?
-- A 115 reales cabeza -contestó el ovejero.
-- ¿Cuantas tienes? -preguntó el Cuco de nuevo solamente por darle un poco de sabor al trato ya que él le calculaba unas trescientas y no podía equivocarse mucho.
-- Exactamente hay 315 cabezas -contestó el ganadero.
-- Son demasiadas -dijo el Cuco-, vamos a ver si encontramos otro atajo más chico y si no volveremos y hablamos en serio de precios, son un poco caras.
-- Caras o no -contestó el ganadero- de precio poco podemos hablar, están muy gordas y muy sanas, se puede bajar poco o nada.
-- Bueno lo de sanas tendría yo que verlo.
-- Pueden mirar lo que quieran, no hay nada raro, se lo puedo asegurar.
-- Bueno -dijo el Cuco-, vamos a dar unas vueltas por el ferial a ver si encontramos un atajo más pequeño y si no dentro de un rato volvemos. La verdad es que me gustan.
-- Como quieran -dijo el ganadero-, aquí estaremos.
Padre e hijos se separaron del rebaño pero sin perderle de vista por si se arrimaba algún comprador que pudiera hacerle la competencia.
-- ¿Qué os ha parecido? -preguntó el padre. Yo creo que nos interesan.
-- Si le interesan -contestó Manuel-. ¿Porqué no se queda con ellas y deja de darle tantas vueltas?
-- ¿Porqué vosotros, los abogados, cuando os llega un cliente que veis que, aunque tiene razón no tiene posibilidad de ganar un pleito, no le decís rotundamente no, en vez de, bueno, no tienes razón pero lo podemos intentar y puede que con un poco de suerte consigamos que nos la den?
-- Porque ellos -se apresuró a contestar Tomás- siempre cobran, gane o pierda el cliente.
-- Porque la esencia de un buen abogado es ganar lo que está perdido- dijo Manuel un poco dolido.
-- Exactamente -dijo el padre-, en un trato lo que cuenta es la picaresca, el precio de las cosas solo depende de las ganas de comprar o de vender de cada uno y en una operación de esta hay que pesarlo todo muy bien pesado para no arrepentirte después. Enseguida comprobaremos las ganas de vender que tiene y el precio a la baja que podemos conseguir.
-- Que me cuelguen si entiendo algo -dijo Tomás-, si desde aquí no vemos a las ovejas ¿Cómo vamos a comprobar nada?
-- A mí no me hace falta ver las ovejas, veo al dueño que muy disimuladamente nos está siguiendo a distancia y esa es buena señal.
-- Bueno -cortó Manuel-. ¿Si compramos esas ovejas se puede saber como vamos a mantenerlas?
-- Ese no es problema ninguno -contestó el padre- las llevamos a los pastos abiertos del pueblo y las mantenemos casi gratis, como hacen los demás ganaderos, vendemos para carne unas cuantas de las más viejas para pagar los pastores y las que vendamos las sustituimos por las crías, que pronto empezarán, y el rebaño siempre tendrá las mismas cabezas.
-- ¡Vaya! -dijo Tomás. ¿Que las llevamos al pueblo, nos comemos las hierbas de todos los vecinos y nadie nos va a decir nada?
-- ¿Eso lo puede hacer todo el que quiera? -preguntó Manuel.
-- Todo el que quiera no -contestó el padre-, todo el que pueda, y yo sí que puedo hacerlo.
-- ¡Coño! -exclamó Manuel. Explíquenos eso bien explicado porque yo me estoy haciendo un verdadero lío.
-- Pues es muy sencillo -dijo el padre- como la Zarza es pueblo agrícola y ganadero tiene establecidas unas normas que datan desde los tiempos de “Las Mestas”, y hay que regirse por ellas. Vamos a ver si me explico bien:
-- Todo el término del pueblo está dividido en ocho partes a las que llamamos “hojas de siembra”, que solo se pueden sembrar de cereales cada cuatro años, por lo que unas están sembradas y otras dando hierba para el ganado y sembramos dos cada año para que no pueda faltarle hierva al ganado y la paguen como ellos quieran.
-- ¿Y puede tener ganado todo el que quiera? -preguntó Tomás-. Si tienes tierras y te obligan a no sembrarlas nadie te podrá prohibir tener ganado para comerte tu hierba.
-- Así tenía que ser -dijo el padre- pero esa regla no se cumple nunca, solo tienen ovejas los cuatro mandones del pueblo, el Barriga, Curriche, Gallito y otro más de su calaña. Pagan los pastos al precio que ellos quieren por cabeza y como son ellos los únicos que cuentan sus cabezas resulta ridículo el precio que pagan por hectárea a los dueños de las tierras. Todo el que intenta meter ganado tiene que desistir por que, de una forma o de otra le hacen la vida imposible y tiene que terminar vendiéndolo.
-- ¿Y si hacen igual con usted? -Preguntó Tomás.
-- Según las reglas que ellos nos obligan a cumplir -dijo el padre- hay un cupo de cabezas por hectáreas de tierras que poseas y con las tierras que yo tengo puedo meter alrededor de las trescientas, bien contadas, y no como ellos las cuentan. Además, a mí me odian de muerte todos ellos pero me tienen mucho miedo, le tiro a degüello siempre y le hago mascar retamas pero se muerden la lengua y se callan. Están locos por que me una a ellos pero solo para poderse comer también los pastos de mi dehesa que ahora no pueden, ellos sacaron las suyas de pastos comunes y yo también saque la mía.
-- Eso me suena a caciqueo peligroso -dijo a su padre Manuel aprovechando un momento en que Tomás no podía oírles-, además, serán prestamistas también.
-- Claro que lo son –contestó el padre- le prestan dinero a los necesitados y cuando ven que no pueden pagar le aprietan de muerte hasta terminar por quitárselo todo por solo cuatro gordas.
-- Pues lo lleva claro Tomás con sea chica –dijo Manuel-, con buenas gentes se va a mezclar, mejor es que no se entere de esos desaguisados y que se divierta con Paloma lo mejor que pueda que tiempo le queda para enterarse de todos estos tejes manejes. -- ¿Pero eso va en serio? -preguntó el padre-. Ella no es mala chica, muy engreída y muy suya, pero lleva los genes horribles de su padre y los buenos de su madre luchando constantemente y quien sabe cuales serán los vencedores, yo creo que esa unión no llegará a buen fin.
-- Por qué está tan seguro, yo creo que entre ustedes hay cosas que nosotros no sabemos y me tienen muy intrigado -dijo Manuel.
-- No te preocupes por saber que el tiempo te lo dirá. Mira, ahí tienes a tu hermano con el de las ovejas que no nos a perdido de vista y se ha hecho el encontradizo con Tomás.
-- ¿Que significa eso de encontradizo?
-- Eso significa que no tiene más compradores que nosotros, vamos allá y a luchar a la baja, vosotros ni abráis la boca.
-- ¿Qué, ya las ha vendido? -preguntó el Cuco.
-- No, hay uno que quiere unas cuantas nada más -dijo el ganadero- pero me interesa venderlas todas como ya le venía diciendo a su hijo, según parece, ustedes no están muy animados.
-- Es que a ese precio son muy caras - dijo el Cuco-. ¿No le importa entrar entre ellas y moverlas un poco para que las veamos un poco mejor?
-- Si, pero yo le garantizo que están totalmente sanas.
-- A 110 reales me quedo con todas –dijo el Cuco después de revisar minuciosamente el ganado.
-- De acuerdo -asintió el ganadero-, suyas son. ¿Cómo va a ser el pago?
-- Al contado en el banco Español de Crédito -dijo Manuel- que está en la plaza.
-- ¿No le hace una partida de 100 marranos que tengo allí arriba, en la otra parte del ferial?. Son muy buenos y se los dejo a muy buen precio.
-- Vamos a verlos -dijo el Cuco- no me importaría comprar también unos cerdos.
-- Mire -dijo el ganadero- esto es lo mejor de la feria.
-- Tanto como lo mejor- dijo el Cuco- buena vista si que tienen, parecen estar sanos. ¿A cómo me los deja?
-- A 100 reales por cabeza. ¿No me dirá que no son baratos?
-- Yo no te los puedo pagar más que 90 -dijo el Cuco-, tú verás si puedes dármelos.
-- No señor, no puedo venderlos a ese precio.
-- Pues nada, otra vez será -dijo el Cuco.
-- ¿Por que no partimos esa diferencia y lo hacemos a 95 -propuso el ganadero?
-- No, no puede ser -volvió a repetir el Cuco. ¿A que hora quedamos en el banco?
-- ¿Le hacen a 94? -ofreció el ganadero- es lo último que puedo hacer.
-- Míos son -contestó el Cuco.
-- Pues a contar.
-- Hay 90 en total. ¿De acuerdo? - preguntó el ganadero.
--De acuerdo -le contestó el Cuco-, así es que son: 315, a 110, igual a 34.650, más 90, a 94, igual a 8.460, sumando un total de 43.110 reales o 10.777´50 pesetas.
-- O 2.155 duros y medio -contestó burlonamente el ganadero-, para que le parezca menos. Entonces a las doce en la plaza en la puerta del banco para hacer la transferencia.
-- De acuerdo, a las doce en punto allí estamos -aseguró Tomás asombrado de la desenvoltura de su padre en los tratos.
-- Buena compra hemos hecho -decía el padre a sus hijos cuando poco después se encaminaban por el puente de Talavera y calle del mismo nombre hacía la plaza.
-- ¿Cómo haremos para llevarnos ese ganado hasta la Zarza? -preguntó Manuel.
-- Ya pensaremos algo -contestó el padre- lo primero es pagarlo y hacernos cargo de él, nunca vendáis la piel del oso antes de cazarlo.
-- Me estoy viendo a los tres arreando ovejas y cerdos -dijo burlonamente Tomás- solo siento el mal olor que nos van a dejar en unos cuantos de días.
-- Pues a tu chica no creo que le agraden mucho los olores del ganado -dijo Manuel.
-- Eso mismo pienso yo -contestó Tomás-, yo que venía con la ilusión de comprar un buen caballo y mira por donde compramos ovejas y guarrapos.
Padre e hijos caminaban calle arriba y tras haber cruzado la puerta de la antigua muralla, al cruzar la boca calle que da entrada a la catedral una voz a sus espaldas llamándole cariñosamente por su apodo les interrumpía la conversación haciéndoles volver la cabeza a los tres.
--¡Señor Cuco! Como va usted tan bien acompañado no se fija en los amigos.
--¡Carajo! ¡Borrega!. ¡Cuánto tiempo sin vernos! -exclamó el Cuco-. Mira, te presento a mis hijos Tomás y Manuel que han llegado hace poco de Cuba. Aquí mi buen amigo Honorio, uno de los mejores políticos que tenemos en España, os lo puedo asegurar.
-- Encantado muchachos -dijo Honorio al tiempo que les tendía la mano-, no hagáis caso a vuestro padre que exagera mucho, si os dijera el menos afortunado acertaría mejor.
-- ¿Cómo te van las cosas? -preguntó el Cuco.
-- Mal, Nicomedes, muy mal. A ti no hace falta preguntarte, con estos retoños a tu lado te sentirás el rey del mundo, mal le tiene que haber sentado a los buitres de tu pueblo esta sorpresa. Dentro de un rato nos vemos donde siempre y charlamos tranquilos, ahora tengo que dejaros que me están esperando en el banco y se me hace tarde.
-- Nosotros también vamos para la plaza - dijo Tomás que parecía haberle caído bien aquel nuevo personaje que desprendía inteligencia a raudales.
-- Pues vamos para la plaza -dijo Honorio-¿Cómo andan las cosas por la Zarza, va todo bien?
-- De momento sí -contestó el Cuco-. Luego nos veremos en el Churrasco y nos contarás algo de unos rumores que he oído.
-- Ahí tengo ya al capataz esperándome para hacer unas gestiones en el banco, enseguida estoy de nuevo con vosotros -dijo Honorio.
-- A que va a ser usted el dueño del ganado que acabamos de comprar nosotros -exclamó Manuel.
-- Si lo habéis comprado a ese chico sí que es mío. ¿Trescientas quince ovejas y noventa cerdos?
-- Exactamente -contestó el Cuco. ¡Qué casualidad!
-- ¿Se conocían ya? -preguntó el ganadero cuando les vio acercarse tan amistosamente hablando.
-- Sí Julián sí -contestó Honorio- este señor es el Cuco de la Zarza.
-- ¡Ya, ya! -contestó el pastor-. ¡Que casualidad! Su dehesa linda con la Verrugosa y sus porqueros me contaban que fue usted uno de los héroes del 98.
-- Si Julián -afirmó Honorio-. Héroe de Cuba y héroe de la Zarza, añadiría yo. Vete para el ferial y si después de la comida no os hemos dado otra ninguna orden os marcháis con el ganado tranquilamente para la Verrugosa y tratármelo bien, como siempre, que ellos irán allí a buscarlo.
-- De acuerdo -contestó el mayoral reflejando la alegría en su semblante-. Señores hasta que nos volvamos a ver.
Nicomedes, Tomás y Manuel -al tiempo que tendían las manos para la despedida hizo la presentación Manuel.
Hicieron la transferencia del dinero correspondiente de una a otra cuenta bancaria y todo quedó arreglado en menos tiempo que canta un gallo, como diría un buen extremeño.
-- Todo arreglado -dijo Honorio-, ahora para celebrarlo permitirme que os invite a comer en el Churrasco. ¡Ala, vamos! Que mi amigo Toni nos vaya preparando la comida.
-- Vamos, vamos –contestó Tomás-. En realidad ya lo tenemos todo hecho.
-- Así es que os metéis a ganaderos -dijo Honorio mientras daban buena cuenta de la apetitosa comida-. Pues ya veis lo que son las cosas, con todo el dolor de mi corazón yo, tengo que dejarlo; todo se me pone cuesta arriba. Me gasté una fortuna en las últimas elecciones y vino ese cabrito de Primo de Ribera, deshizo las Cortes y me dejó arruinado. No hay peor cosa que rodar cuesta abajo, podéis creerlo, todo el mundo te empuja para que ruedes más deprisa hasta el abismo.
-- Sí que fue un buen trago para ti sí - afirmó el Cuco- y en realidad, todo fue un montaje bien preparado y apoyado por el Rey.
-- Ciertamente -afirmó Honorio- fue una jugada de Alfonso para afianzarse en el poder y le salió rana, ya lo ves, en cuanto ha podido le ha mandado a paseo de una patada en el trasero. ¿Vosotros no estáis dentro de la política, muchachos?
Acaban de llegar de Cuba, como ya te dije antes y no les ha dado tiempo de ponerse al corriente de los enredos de la política, como le llamo yo.
-- Pues la política está en todo y lo envuelve todo -dijo Honorio- cuanto tienes intereses te meten en ella y más, pronto o más, tarde, quieras o no, ya no te queda otro remedio que cargar con ella.
-- ¿Cómo anda ahora la política? -preguntó Tomás-. No corren muy buenos rumores.
-- Muy revuelta chico, pero que muy revuelta -contestó Honorio-, me da la impresión que el rey no estará mucho tiempo subido en el macho con las riendas en la mano, como ahora aparenta que las tiene. Lo malo está en el sistema de gobierno que nos quieran meter después.
-- A ver si con un poco de suerte y unas buenas elecciones-dijo Manuel- volviéramos a unas Cortes Constituyentes, sería la mejor solución.
-- Y con un poco de suerte -agregó el Cuco -te volvemos a ver de nuevo en tu escaño de Madrid.
-- Lo dudo mucho Nicomedes. Estoy con la soga al cuello y cada paso que doy me aprieta más y más. Estoy arruinado y tus paisanos me chupan la sangre con los réditos, no tengo más remedio que vender la Verrugosa para poder salir a flote. Lo malo es que ese tragón de Barriga me tiene cogido y ni me la compra él ni deja que se arrime nadie a comprarla. Con lo que él me da por ella no cubro todas las necesidades que tengo pero no me va a quedar otro remedio que dársela.
-- ¿Conoce usted esa dehesa padre? - preguntó Tomás.
-- Con los ojos cerrados igual que la mía -contestó el Cuco- a mí nunca me gustó aprovecharme de las desgracias de nadie y si no lo tomas como ofensa en lo que yo pueda ayudarte cuenta con migo Honorio.
-- Ya me has ayudado bastante comprándome el ganado, aunque tú no lo creas. Que lastima no tuvierais más dinero y os pudierais quedar también con la dehesa, unas cochinas de cría y unos caballos estupendos que me quedan en ella.
-- Vamos a ver -cortó Tomás al oír lo de los caballos-. Poniendo de su parte todo lo que pueda y dándole el dinero ahora mismo ¿En cuanto nos vende esa dehesa?
-- Chicos esto no es para bromear – contestó Honorio-. ¿Seguro que disponéis de dinero suficiente?
-- ¿Tu caballo también entraría con la dehesa? -preguntó el Cuco.
-- Contando que la dehesa esté libre de toda carga y gravámenes -apuntó Manuel.
-- Entraría mi caballo y otro negro tan bueno como él y otras dos yeguas más - contestó Honorio- y no tiene ninguna carga de ninguna clase. Les debo dinero a vuestros paisanos pero no a cambio de nada, esa es la rabia que tienen que no me la pueden quitar.
-- Entonces -volvió a preguntar Tomás- ¿Cuanto es lo que quiere por la dehesa y los demás animales en dinero contante y sonante?
-- El precio justo de la dehesa anda por los cinco millones de reales, el Barriga quiere a toda costa que se la dé en tres millones, esta es la pura verdad, a vosotros os la doy en cuatro millones si os atrevéis con ella.
-- Eso es demasiado dinero -dijo Manuel.
-- Pues no la doy ni por un real menos, es lo que necesito. Si vosotros no os quedáis con ella dentro de unos días contrato un arranque de encinas que me dará millón y pico de reales y luego sí que la daré por menos dinero.
-- Como veo que te hace verdadera falta haremos un esfuerzo y nos quedamos con ella -dijo el Cuco-, siempre que vosotros también estéis de acuerdo.
-- Sí, sí -se apresuraron a contestar los dos hermanos.
-- Ahora mismo lo arreglo todo por teléfono con el director del banco y el notario y mañana mismo se podrá firmar la escritura de compra-venta -dijo Honorio al tiempo que se alejaba de la mesa.
-- Buena compra acabamos de hacer -dijo el padre- podéis decir que os acaba de tocar el premio gordo de la lotería.
-- Todo arreglado -dijo Honorio al volver a la mesa –. Vuestro banco garantiza un cheque vuestro por ese importe y el notario está ya redactando la escritura y nos espera a las cinco en su despacho para firmarla, así no tenéis ni que hacer aquí noche.
Todo quedó perfectamente arreglado y legalizado y aquella misma noche el padre y los dos hijos regresaron a la Zarza como si nada hubiera pasado, cuando en realidad su destino acababa de dar un giro de ciento sesenta grados y que sin duda alguna repercutiría en sus vidas.
Al día siguiente de la feria padre e hijos se encaminaron a conocer la dehesa de la Verrugosa encontrando allí a Julián, el encargado, que tras entregarle una nota que les diera Honorio les enseñó la dehesa, el ganado, el caserío con sus dependencias y las viviendas de los empleados.
-- Las ovejas y los cerdos no han llegado pero mañana ya las tenéis aquí -dijo Julián-. Ahora tenemos que hablar de nuestro problema laboral. Honorio nos dijo que las cosas le iban mal y que tendría que despedirnos.
-- Más que a ver la dehesa y demás -dijo el Cuco- hemos venido a poner todo un poco en claro.
-- Sí -afirmó Tomás-. Nosotros hemos pensado que todos sigáis trabajando igual que hasta ahora y si es posible os aumentaremos un poco los sueldos.
-- ¿Si vosotros estáis de acuerdo? - preguntó Manuel-, lo que sí queremos es que entre nosotros no haya diferencia de clase ni de trato, todos seremos iguales y cada uno cumplirá con su deber pero todos amigos.
-- Por nuestra parte -contestó Julián- encantados de cumplir vuestros deseos, no os preocupéis por nada que yo me encargo de todo esto como hasta ahora.
-- Lo único que nos hace falta -dijo Tomás- es algún caballo que sea bueno para nuestro uso diario. Aconséjanos tú cuales serán los mejores.
-- Hay dos potros -contestó Julián- que os van como anillo al dedo, vamos que os los enseñe.
-- A mí me gusta el negro -dijo Manuel-. ¿Cómo se llama?
-- Moro -contestó Julián-. Es un potro muy joven y muy señorial, va muy bien con tu juventud y, además, aprende muy pronto todo lo que le enseñas.
-- ¿Entre el rojo y el cárdeno? -preguntó Tomás-. ¿Cuál me aconsejas a mí?
-- Sin ninguna duda -contestó Julián- el Tordo, es lo más inteligente que te puedas encontrar en caballo, yo lo tengo muy bien enseñado a todo, sabe hasta derribar a otros caballos, a correr todavía no le ha ganado nadie y ha corrido entre los mejores de esta comarca en los gallos de los quintos.
En la Zarza, como en la mayoría de los pueblos extremeños, desde tiempos remotos hasta no hace muchos años, era costumbre que los mozos al ser alistados a los ejércitos corrieran los gallos.
Consistía en el lucimiento de los mejores jinetes, a lomos de los mejores caballos ante el pueblo entero en una fiesta inolvidable. Había que colocar dos carros en una gran explanada llamada Las Cruces. Una cuerda de carro a carro, de forma que ofreciera flexibilidad para poder subir y bajar el gallo, que cada quinto estaba obligado a aportar, atado por las patas colgado de la cuerda en medio de la pista de los caballos llena a un lado y otro de público. Los caballos se colocaban a larga distancia, todos en fila y con sus jinetes armados de sables dispuestos a cortar el mayor número de cabezas de gallos posible, cosa muy difícil de conseguir ya que al llegar a la altura del gallo el encargado de la cuerda se lo subía para que no le alcanzara.
La fiesta servía para saber cuales eran los mejores caballos del pueblo, cuales eran los mejores jinetes y cuales eran los mejores adiestrados en el manejo de la espada, destrezas que eran altamente discutidas en la comida de esos mismos animales descabezados y en los casinos y tabernas del pueblo durante una buena temporada.
-- ¿Qué os ha parecido? -preguntó el padre ya camino del pueblo.
-- Muy bien -contestó Manuel-, estaba todo tal y como nos lo pintó Honorio. Me ha dado la impresión de que es buena persona y hombre de palabra firme.
-- Lo he notado -dijo Tomás- muy acabado, un hombre de ese corte debe e charle más valor a la vida.
-- De que es una bella persona -dijo el padre- no lo dudéis nunca, prefiere perder su hacienda antes de perder su honor; ahora no tendrá nada pero le queda el orgullo de ser honrado, de haber caído en manos de esos desvergonzados de Barriga y compañía, además de la hacienda, habría perdido todo.
-- Me gustaría saber el porqué de tanto odio entre ustedes -dijo Tomás.
-- A mí también -afirmó Manuel.
-- Es una historia muy larga -dijo el padre- pero como dice ese refrán: “No te preocupes por saber que el tiempo te lo dirá. Ahora lo que tenéis que tener muy en cuenta es que esa dehesa y ese ganado os va a costar algún disgusto en cuanto sepan que son vuestras y vean que os coméis sus pastos.
-- ¿No nos dijo usted que también son suyos? -preguntó Manuel.
-- Ciertamente -afirmó el padre- son míos y tengo perfecto derecho a tener todas esas ovejas en el término del pueblo, pero a nadie se lo han consentido y a vosotros también os lo impedirán.
-- Pues da usted a entender -dijo Tomás- que son una banda de mafiosos y a simple vista parecen todos tan normales y honrados como nosotros.
El domingo siguiente a la compra, que acordaron no decir nada a nadie, los dos hermanos se encaminaron a la iglesia a oír misa mayor como todos los domingos con la intención de tomar después el acostumbrado aperitivo.
Paloma, toda aquella semana, apenas pudo ver a Tomás y, además, tenía noticias de que había estado en la feria de Plasencia, sin decirle nada a ella, le tenía muy furiosa y no dejaba de pensar en que si seguía por ese camino podía perderlo y no estaba dispuesta ello por lo que no hacía más que repetirse durante toda la misa:
-- A este lo tengo yo que atar más corto para que no se vaya por ahí tan alegremente sin decirme a mí nada, se va a enterar de una vez. De momento hoy se le acabó el aperitivo con los amiguitos. En cuanto terminó la misa se acercó a Tomás y con mucho disimulo se lo llevó de paseo por las afueras del pueblo donde no pudiera oír les nadie.
-- Parece que no tenías muchas ganas de paseo hoy -dijo Paloma— seguro que preferías estar de copas con los amigos mejor que con migo.
-- Pero que dices criatura, ya sabes que no hay cosa que me agrade más que estar a tu lado.
-- No mientas que te va a crecer mucho la nariz. ¿Dónde has estado metido toda la semana que no te he visto por ninguna parte?
-- En la feria de Plasencia, cariño mío.
-- ¿Te parece a ti bonito él irte de feria y no decirme nada a mí?
-- No te enfades Palomita que se te va a arrugar la cara. Seguramente que no le hubiera gustado nada a tu padre.
-- Mi padre no se mete en mis cosas.
-- Pues a tu hermano buena charla le estaba dando la otra tarde cuando yo pasaba por tu calle y sin querer tuve que oírles a los dos bien acalorados.
-- Lo de mi hermano con Victoria es diferente.
-- De todas las maneras no tienes que preocuparte por nada, tú sabes que te quiero mucho y muy apretado.
-- Si, mucho te quiero -dijo Paloma- pero a tu manera y sin comprometerte para nada.
-- ¿Qué más compromiso quieres? ¿Quieres que nos casemos? Pues nos casamos, ya somos mayorcitos y para comer dejaremos de sacar de una manera o de otra.
-- Antes de casarnos tendrás que pedir mi mano a mi padre ¡Digo yo! O mal podrás entrar en mi casa.
-- Pues se la pido y en paz, tú no te preocupes por nada, yo te quiero mucho y eso está por encima de todo.
-- ¿Hoy mismo se la vas a pedir?
--¡Leche! Tanto como hoy, es correr demasiado, dame un poco más de tiempo- pidió Tomás-, tampoco hay por que precipitar las cosas sin necesidad cuando tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros solos.
-- Tú lo único que quieres es alargar las cosas para sacar de mí todo lo que puedas y después largarte con otra.
-- Pero que no, mujer, que no. Yo le pido tu mano y la entrada a tu padre y lo que haga falta y nos casamos cuando tú quieras pero no te enfades.
-- Bueno -contestó Paloma- ya te creo un poco más, a mí me gustan las cosas muy claras y si ha de ser que sea cuanto antes y si no ha de ser rompemos y en paz.
-- Primero le preguntaremos a tu hermano si él quiere casarse antes que nosotros, como es lo más natural.
-- Mi hermano no se casará nunca con esa ignorante, esa boda no pega ni con cola.
-- Bueno, bueno -asintió Tomás- el tiempo nos dirá lo que tenemos que hacer.
-- ¿A qué fuiste a la feria?
-- En busca de unos caballos que hemos comprado.
-- ¿Tú sabes montar a caballo? -preguntó Paloma.
-- No, pero ya aprenderé. Puedes enseñarme tú.
Aquel domingo lo pasaron bailando y riendo como dos tortolitos enamorados hasta la terminación del baile que se marcharon. Camino del domicilio de Paloma, esta volvió a la carga con la fecha más apropiada para la boda opinando sería la primavera próxima la más conveniente para todos.
Tomás, que posiblemente deseara casarse tanto como ella, pero pensaba que era demasiado correr y les convendría esperar un poco más, con las mejores palabras que pudo convenció a Paloma para eludir unos días el compromiso de la formalización. A Paloma no le agradó mucho, que digamos, el razonamiento de Tomás, aunque en el fondo comprendía que tenía razón. Nunca tubo novio hasta conocer a Tomás que en todo parecía el zapato hecho a la medida de su pie y la culebrilla de los celos, a pesar de disimularlo cuanto podía, no le dejaba muy tranquila. Habiendo tantas lagartonas con ganas de novio como había en la Zarza ella no estaba dispuesta a dejarse quitar a Tomás así por las buenas después de haber dado el campanazo de su primer noviazgo.
Transcurrían los días sin novedades de mención reinando la más absoluta tranquilidad entre la juventud: los dos hijos del Cuco se señoreaban todos los días a lomos de sus envidiables potros visitando sus dehesas y los ganados, ya de vuelta de la feria, disfrutando a sus anchas cuanto podían. Por iniciativa del padre acordaron regalar cinco ovejas a cada pastor e igual a los porqueros y mayoral para que, con el tiempo, ellos fueran formando su propio rebaño.
El hecho de tener los pastores cabezas propias de ganados dentro del rebaño del dueño no era conocido en la comarca y como es de comprender llenó de alegría y satisfacción a todo el personal asalariado de la dehesa.
Tomás visitaba a diario a Paloma que parecía haberse olvidado por completo de sus celosillas manías del domingo pasado y todo seguía viento en popa.
Manuel se divertía con todas las chicas de su edad y no tenía ni la más, mínima, intención de adquirir compromisos de noviazgo con ninguna chica y alternaba con todos los chicos de su edad como uno más del pueblo.
A pesar de la aparente tranquilidad otros grandes acontecimientos se estaban desarrollando ocultamente en el pueblo y que probablemente tardarían muchos años en conocer alguno de nuestros personajes a pesar de que, sin duda alguna, se verían de lleno envueltos en ellos como una mosca dentro de una tela de araña.
Mucha razón tenía Paloma cuando le afirmaba a Tomás que su hermano no se casaría nunca con Victoria por que esa boda no pegaba ni con cola y tenia toda la razón del mundo porque Victoria era hija del Serrano, cuya situación económica era bastante débil, poco más que un simple obrero. Tenía un chico de su categoría que andaba detrás de ella y cuando ya estaban casi arreglados se metió por medio Pepe Mochila, hermano de Paloma, con su abundante dinero y sus muchas chulerías que termino deslumbrándole y sometiéndole a sus deseos.
En realidad le quería y estaba dispuesto a casarse con ella pero su padre se oponía rotundamente a que la hija de un obrero y contrario suyo en política entrara en su familia y estaba dispuesto a deshacer ese noviazgo costase lo que le costase. Tanto Barriga, como su hija emprendieron la carga contra el Mochila hasta terminar haciendo su efecto calentándole los cascos de tal manera que decidió romper de una vez, contra su voluntad, con Victoria.
En realidad ya era demasiado tarde, los amores de la pareja habían ido demasiado lejos y Victoria se encontraba en las primeras semanas de embarazo y no le quedaba otro remedio que agarrar al toro por los cuernos y aclarar la situación de ella y la de su futuro hijo.
-- Tenemos que dejar esto nuestro -decía Mochila a su novia uno de los atardeceres de sus acostumbrados paseos por las afueras del pueblo mientras eran en vueltos en los primeros tentáculos de la oscuridad de la noche.
-- ¿Ahora quieres dejarme? -preguntó Victoria muy nerviosa ya que en ese momento no esperaba tal noticia y sobre todo cuando ella iba esa tarde a darle a él la noticia de su embarazo.
-- No, cariño no, yo no te dejaré nuca, podemos seguirnos viendo de cada en cuando.
-- ¿Ya no quieres casarte con migo?
-- ¿Pero llegaste a creer que nos íbamos a casar? Eso es una locura.
-- La única locura que existe es el orgullo que, tanto tú como tu padre y tu hermana tenéis. Es una mancha para vosotros mezclaros con una simple jornalera como yo. ¿No es cierto?
-- No, eso no. Puede que dentro de poco mi padre cambie de parecer y deje de fastidiarme, mientras podemos seguir nuestras relaciones en secreto.
-- En secreto. ¿Quieres que sea tu amante? ¿Te has parado a pensar que puedo estar embarazada? ¿Qué harías con tu hijo si estuviera embaraza? ¿Has contado con tu padre para deshonrarme y aprovecharte de mí? ¿Que hago yo ahora en esta vida? ¿Qué les digo yo a mis padres? ¿Que hago con mi ajuar que tengo ya terminado haciéndome caso de tus promesas de casarnos enseguida?
-- Pero chica, que no es culpa mía.
-- ¿De quién es la culpa sino tuya? ¡Pelele!. Deja a tu familia que se empapele con su dinero y casémonos cuanto antes. Vámonos lejos donde nadie nos conozca que yo me encargo de ganar para comer los dos, si tú no quieres trabajar.
-- No puedo -afirmó Mochila-, yo no puedo dejar a mi familia por casarme contigo. Lo siento mucho, tenemos que buscar otra solución.
-- Pues escucha bien ¡Mequetrefe! Puedes tener por bien sabido que te he querido y te querré como a nadie pero jamás seré tu amante, si me dejas embarazada abortaré y allá tú con tu conciencia. Esto se acabó, lo nuestro termina aquí.
-- Pero no te vayas -gritaba el Mochila mientras contemplaba como Victoria se alejaba a toda carrera desesperadamente saltando las paredes de los huertos como una gata salvaje engullida en la más terrible oscuridad de la noche.
Victoria, corrió y corrió todo cuanto aguantaron sus fuerzas hasta su agotamiento; cuando ya no pudo más se sentó junto al tronco de un grueso olivo, y como si quisiera pedirle consejo a aquel milenario árbol empezó a hablar sola, entre grandes y estremecedores sollozos, de su terrible desgracia hasta conseguir que una idea fuese apoderándose de su mente deprimida, el suicidio.
Suicidio, suicidio, repetía su mente sin parar un solo momento y no veía otra solución a su alcance. ¿Cómo hacerlo para quitarse la vida? Solo había un medio a su alcance y era el de tirarse de cabeza al pozo del Caine. A la mañana siguiente, cuando empezase a rayar el Alba y las primeras mujeres fueran a llenar sus cántaros de agua, encontrarían su cadáver flotando y, de seguro que pensarían que habría sido un accidente fortuito al sacar agua del pozo, como solía ocurrir de tarde en tarde con quién elegía ese método de suicidio en el pueblo. Así quedaría a salvo su honor y el de su familia ya que en aquel momento nadie sabía nada de su embarazo, del abandono de su novio ni nada.
La idea fue cuajando en su cerebro cada vez más y más hasta decidirse a ponerla en practica cuanto antes en caminándose al referido pozo por las afueras del pueblo para no ser vista por nadie que pudiera delatarle o hacerle desistir, tubo que ir saltando paredes, regatos, arroyuelos, callejas y estrechas veredas entre los viejos olivares. Un viejo mochuelo que dormitaba en el tronco de uno de los olivos al verse sorprendido salió de su habitáculo dando terribles alaridos y revoloteando a baja altura, casi rozándole la cabeza, le asustó dé tal manera que perdió el conocimiento por completo y cayó al suelo permaneciendo allí inmóvil durante mucho tiempo.
Cuando Victoria recobró el conocimiento parecía ya que era otra persona muy distinta, ya no tenía ni el más mínimo deseo de suicidarse y se encaminó hacía su casa. En el camino pensaba cómo recuperar a su novio, al que se negaba a perder, pero lo veía sumamente imposible. Un terrible deseo de venganza contra su novio y toda su familia se apoderó de ella de tal manera que solo pensaba en la manera de luchar contra ellos con uñas y dientes para defender a su hijo que, aunque de pocos días, ya sentía dentro de sus entrañas. Otras chicas conocía ella que tuvieron que pasar por los mismos trances que ella y habían salido adelante y ella no se tenía por cobarde y tenía que luchar para salir adelante, se recompuso su atuendo cuanto pudo y se acostó en su cama como todos los días sin que nadie sospechara ni lo, más mínimo, de su desgracia.
LAS CHICAS DE LA NOCHE
Corría el año de 1.930, en una de sus bien templadas noches del mes de agosto, un tren de mercancías que en su cola llevaba acoplado dos vagones de pasajeros con los asientos tableados de madera y algún que otro pasajero dormitando o dando cabezadas encima de ellos, procedente de Salamanca; cruzaba la sierra de Béjar y se adentraba en Extremadura con dirección a la capital de Cáceres vomitando grandes bocanadas de humo por su negra chimenea. Tras un estrepitoso silbido y un chirriar de sus frenos de acero, se detenía en el apeadero de Casas del Monte. Al mismo tiempo se apeaban de él dos pasajeros que por primera vez pisaban aquellos lugares quedando atónitos y envueltos en la oscuridad de la noche viendo alejarse el tren que emprendía su marcha expulsando el humo de su abultado vientre.
-- ¿Dónde estamos Tomás? -preguntó uno de los pasajeros a su hermano que era el otro pasajero.
-- No lo sé Manuel, debe de ser Casas del Monte.
-- Pero si aquí ni hay casas ni se ve a nadie.
-- Momentos después divisaban una tenue luz de una vela y se encaminaron hacía ella para obtener alguna información que pudiera servirle de ayuda resultando ser el empleado de RENFE, encargado del tráfico de los trenes que tras los correspondientes saludos le preguntaron por los posibles medios de locomoción hasta el pueblo de Zarza de Granadilla.
-- Que yo sepa -contestó el empleado de RENFE-, ninguno, ni creo que esta noche venga por aquí nadie de la Zarza, empiezan hoy las fiestas de San Ramón y ya estarán todos bailando en la plaza tan ricamente.
-- Pues que faena -dijo Manuel el pequeño de los hermanos.
-- ¿Hay alguna posibilidad de llegar andando? -preguntó Tomás.
-- Si, en una hora, más o menos podéis llegar; la mayoría de la gente va y viene andando. Cogéis la carretera a la derecha y ella os lleva hasta la Zarza sin pérdida ninguna.
Dando las gracias por la información los dos hermanos se encaminaron carretera adelante, aunque de no muy buena gana, en medio de la más absoluta oscuridad de la noche hasta el pueblo de la Zarza.
-- Quién nos mandaría a nosotros emprender esta aventura -se lamentó Manuel.
-- Dime tú que otra solución podíamos tomar -contestó Tomás-, de todas formas, si no nos gusta, estamos un tiempo y nos llevamos a papá.
-- Eso si que lo veo difícil, si no hemos podido convencerlo antes menos podremos ahora.
-- La verdad es que la vida en Cuba para él fue muy dura, debió de sufrir mucho en la guerra y luego con mamá.
-- ¿Qué les pasaría a los dos en su matrimonio? -preguntó Manuel-. Primero se amaron y luego se odiaron mortalmente, hasta después de separados seguían queriéndose pero no se aguantaban.
-- Hay cosas en la vida que no tienen explicación, y esta es una de ellas, como ninguno quiso nunca contar nada no podemos saberlo. Lo que sí podemos asegurar es que a nosotros nos trataron los dos inmejorablemente bien.
-- Tenemos visita -anunció Tomás señalando los faros de un coche a lo lejos que se acercaba hasta ellos.
-- ¡Menos mal!. Ya empezaba yo a pensar que Colón fue a descubrir Cuba pero se olvidó de pasar primero por aquí.
El coche se les acercaba y ellos se pararon haciendo señas para que parara pero este en vez de parar dio un giro a la derecha hasta hacerles saltar de la carretera para no ser atropellados continuando la marcha sin reparar en los viandantes para nada.
-- ¡Hijos de la gran!-exclamó Manuel-. Lástima no se le parara el coche en medio de la carretera y no pudieran arrancarlo, que iba a reírme yo a gusto.
-- Qué adelantas con maldecir al viento. ¿ No ves que no te oye nadie?
-- Casi nos atropellan y quieres que no me enfade. Estamos apañado con estos salta charcos.
-- Pues mira parece que alguien ha escuchado tus maldiciones y ha parado el coche allí adelante –dijo Tomás.
-- Lo malo es si nos han oído y nos están esperando para zurrarnos la badana bien zurrada, como contaba papá que le pasó a él.
-- Quién dijo miedo con esto en el bolsillo -dijo Tomás al tiempo que acariciaba su revolver dentro del bolsillo del pantalón.
--Sería mejor que nos diéramos un rodeo en vez de pasar junto a ellos –contestó Emiliano.
-- No te acuerdas de lo que decía papá cundo se enrollaba contando sus batallas: “El Cuco nunca retrocede ante el enemigo aunque le cueste la vida”. Jamás huí de nadie en Cuba y tampoco pienso huir en España.
Llegaron a la altura del coche con intención de pasar junto a él pero con la intención de ni siquiera mirar a sus ocupantes y con los revólveres empuñados y amartillados en sus bolsillos.
-- Parecen voces de mujeres -anunció Manuel.
-- Si, son mujeres, lo raro es no oír la voz de ningún hombre.
-- Parece que andan cambiando alguna rueda -volvió a apostillar Manuel cuando ya estaban cerca del coche.
-- ¡Por favor! Podría ayudarnos a cambiar esta rueda -exclamó una de las mujeres-. Hemos pinchado y no sabemos cambiarla.
-- ¿Dónde tenéis a vuestros acompañantes? - preguntó Tomás.
-- Estamos solas -contestó una de las damas que, además de joven, no estaba nada mal de presencia.
-- ¿Qué hacen dos bombones como vosotras solas por la carretera a estas horas de la noche? -preguntó Manuel.
-- Venimos de Plasencia de comprar unas cosas para la fiesta -contestó la otra dama, que en nada desmerecía de la anterior.
-- Vamos a ver esa rueda -dijo Manuel metiendo mano a la obra mientras su hermano vigilaba atentamente con el revolver amartillado por si aparecía algún imprevisto.
-- Esto ya está -volvió a decir Manuel-, ponerlo en marcha y andando.
Pero el vehículo parecía no querer arrancar por mucho que lo intentaba su conductora.
-- Parece falta de gasolina -dijo Tomás soltando el revolver y cogiendo el mechero para mirar el manómetro dentro del coche- pero no fue el manómetro del coche lo que él vio, a la luz de su mechero, sino uno de los mejores pares de piernas de toda su vida.
-- Pues lo sentimos -dijo Manuel -nosotros tenemos que marcharnos, si no tenéis gasolina os tendréis que quedar aquí.
La conductora que no debió de quedar muy convencida de las explicaciones dadas por los dos hermanos arrancó el coche y los dejó plantados en medio de la carretera jurando y maldiciendo.
-- ¡Vaya planchazo! -exclamó Tomás-. Le montamos la rueda, le arreglamos el coche y se largan sin siquiera darnos las gracias.
-- Tú no te quejes, por lo menos les vistes las piernas a las dos.
-- A una sola, en la otra no me fijé. ¿Tú como lo sabes?
-- Porque comprobé que tenia gasolina, y la única avería que tenía era el cable de la bobina salido a causa de los baches, pero no te preocupes que no tardaremos en encontrarlas de nuevo.
-- Ya le has montado algún truco de los tuyos; la verdad que no me disgustaría volverlas a encontrar. La conductora está de toma pan y moja. ¡Vaya piernas que tiene la moza!
-- No, si perder el tiempo tú nunca lo pierdes, no sé como te las apañas –dijo Manuel.
-- Pues mira -señaló Tomás- allí las tenemos de nuevo, seguro que son ellas.
-- Pues si son ellas yo me encargo de que nos lleven hasta ese pueblo, ya estoy harto de andar y sabe Dios lo que nos faltará todavía para llegar.
El coche, en uno de los muchos baches de la carretera, volvió a expulsar el cable de la bobina que dejara, no muy bien apretado Manuel y se paró de nuevo con el consiguiente nuevo susto para las chicas que, convencidas ahora de no tener gasolina, se arrepentían del fatal comportamiento que habían tenido con aquellos chicos. En realidad se habían portado muy caballerosamente con ellas y estaban dispuestas a enderezar aquel entuerto lo mejor posible en cuanto llegaran andando hasta ellas.
-- ¿Qué, otra vez la gasolina? -preguntó Tomás.
-- Pues lo sentimos pero nosotros no podemos hacer nada más –agregó Manuel al tiempo que rebasaban el coche y seguían caminando
-- ¡Por favor, no nos dejéis aquí solas! ¿No os importa que nos vayamos con vosotros?
-- Sí. Podéis venir con nosotros, siempre que caminéis deprisa y no os canséis en el camino.
-- Os prometemos ir a vuestro paso sin cansarnos -contestaron las dos chicas a un tiempo un poco asustadas.
-- Si no os parece mal -dijo Tomás- os presento aquí a mi hermano Manuel, yo me llamo Tomás.
-- Victoria y Paloma -dijo esta última, la conductora.
-- Estoy pensando -dijo Tomás- que a lo mejor si le soplamos el carburador y le echamos la gasolina de los mecheros puede que se empape la junta del tubo de escape y deje pasar la gasolina hasta el motor de arranque y vuelva a andar éste trasto.
Aquel disparate estuvo a punto de provocar un estallido de risa a Manuel que a duras penas pudo contener sin que las chicas sospecharan su malicioso plan y sin pensarlo, en un abrir y cerrar de ojos, dejó el coche en perfecto esta do de funcionamiento.
-- ¿Entendéis de mecánica vosotros? - preguntó Paloma alegrando su semblante.
-- Yo no -contestó Tomás- pero mi hermano es un gran experto en mecánica de automóviles, ya veréis como arregla este trasto.
-- Bueno, yo he hecho lo que me has dicho -dijo Manuel después de unos minutos de hurgar en el motor- ahora vamos a esperar un poco para que se empape bien y con un poco de suerte a lo mejor arranca.
-- ¿Tú crees que arrancará? -preguntó Victoria.
-- Seguro -se adelantó a contestar Tomás.
El coche arrancó al primer intento de su conductora causando gran alegría a las dos chicas que ya daban por bien segura la caminata.
-- Bueno -dijo Manuel-, ahora somos nosotros los que os pedimos que nos llevéis con vosotras y no nos dejéis aquí solos.
-- ¡Faltaría más! -contestaron las dos chicas al mismo tiempo-. Subid con nosotras.
-- ¿Dónde os dejamos? -preguntó Paloma.
-- Donde queráis -contestó Tomás.
-- ¿Vais a las fiestas? -preguntó Victoria.
-- Si –contestaron los dos hermanos al mismo tiempo.
-- ¿De dónde sois? -preguntó Victoria -. Se os nota en el habla que no sois de por aquí.
-- Seguro que sois de Mérida o de por allí cerca -afirmó Paloma.
-- Sí, sí, -contestaron los dos hermanos al mismo tiempo-. ¿La conocéis?
-- No. No la conocemos -contestó Victoria.
-- ¿Conocéis alguna chica del pueblo? - preguntó Paloma
-- No. Es la primera vez que venimos- contestó Tomás.
-- ¿No conocéis el pueblo, ni la fiesta de San Ramón? -preguntó victoria.
-- No.
-- ¿Tampoco conocéis a nadie en el pueblo? -preguntó Paloma.
-- Sí. Conocemos a un señor que nos compró unos ganados el año pasado y nos hablo muy bien de la Zarza y nos invitó a venir a su casa cuando quisiéramos y por eso hemos venido a conocerlo y al mismo tiempo a conocer las chicas guapas como vosotras- contestó Manuel.
-- ¿Cómo se llama? -preguntó Paloma.
-- Nos dijo que lo llaman el Cuco - contestó Tomás.
-- ¿Lo conocéis vosotras? -preguntó Manuel.
-- Si que lo conocemos -dijo Victoria.
-- Quién no conoce a los Cucos -dijo Paloma-. Dicen que están un poco chalados pero a mí me caen bien, la Cuca es una solterona muy simpática.
-- Y el Cuco También -apostilló Victoria -mi padre le aprecia mucho.
-- Si queréis, os invitamos con nosotras al baile, que ya estará empezado, y luego mañana buscáis a vuestro amigo Cuco.
-- ¿Y si se enfadan vuestros novios? - preguntó Manuel.
-- Yo no tengo novio -se apresuró a contestar Paloma- y esta es la novia de mi hermano así es que no hay nada que temer.
-- Por nosotros encantados -se apresuró a contestar Tomás que estaba deseando la invitación.
Entre risas y bromas los cuatro chicos, todos ellos de edades parecidas, llegaron a la Zarza y se fueron al baile donde les aguardaban los amigos de las chicas y José, el hermano de Paloma, conocido por Pepe el Mochila que le aguardaban impaciente.
-- Cómo habéis tardado tanto -preguntó el Mochila a su hermana después de la reglamentaria presentación de los desconocidos acompañantes y ponerles al corriente de las circunstancias del encuentro.
-- No encontrábamos el coñac -le contestó su hermana- haber ido tú a buscarlo.
Todos los chicos se divirtieron cuanto pudieron y los dos hermanos fueron acogidos con buen agrado por todos los demás ya que tanto sus estudios, educación y comportamiento con los demás estaban muy por encima del de todos ellos. Sabían de sobra como tenían que capear los toros que le echasen a la plaza por muy bravos que resultaran. Tomás no se separó de Paloma en toda la noche y parecían comerse el uno al otro como si algo extraño quisiera ponerles en el mismo camino de la vida a los dos.
Por aquella época, la Villa de la Zarza era uno de los pueblos mayores de todos los alrededores y uno de los más adelantados en todos los aspectos de la vida
El gran desarrollo de la Zarza, puede que fuera debido al enclave natural de su término, en medio de una gran llanura, con fértiles vegas en cereales y pastos, abundantes y grandes dehesas de encinares que eran el sustento de la holgada economía del pueblo. De todo esto carecían otros por su enclave en las sierras o terrenos menos productivos de los alrededores.
A pesar de su superioridad económica frente a los demás, al igual que a ellos, no le salvaba de los tentáculos del subdesarrollo en que estaba sumida toda España.
Carecía de agua corriente y, como es natural, de alcantarillados de desagües para conducir las aguas fecales. El abastecimiento de agua se hacía de un pozo situado alrededor del pueblo donde acudían todas las mañanas, sobre la salida del sol, todas las mujeres con sus cántaros de fino barro, uno al cuadril y otro a la cabeza, a por la ración de agua necesaria. Al mismo tiempo echar las primeras parrafadas del día con las amigas y ponerse al corriente de los chismes y sucedidos de cada día en el pueblo. Este pozo de agua potable tenía el nombre de Pozo del Caine.
Las aguas fecales iban todas a parar alas calles, empedradas algunas, con sus correspondientes regatos en medio todas ellas, cuya corriente todo el año desprendía un olor inaguantable por todo el pueblo asumido ya por los vecinos como algo muy natura sin solución alguna.
Las necesidades biológicas, algunas pocas y privilegiadas familias que tenían cuadra de ganado adosada a la vivienda o cerca de ella le servía de cuarto de baño. Los carentes de este privilegio tenían que levantarse antes de que amaneciera el día y correr detrás de las paredes de los primeros prados fuera del pueblo, bajo la lluvia, cuando el tiempo lo exigía y las necesidades apremiaban.
Políticamente, la Villa de la Zarza siempre estuvo administrada por cuatro o cinco familias de las más poderosas económicamente y que se sucedían o cambiaban entre sí los sillones unas con otras. Siempre mandaban los mismos, procurando de administrar la justicia más a favor de sus riquezas que en beneficios de los habitantes del pueblo. Los impuestos se repartían por vecinos y no por las riquezas que pudiera poseer cada uno de ellos, dándose el caso, infinidad de veces, de pagar más contribución la vivienda de cualquier pobre que la o las dehesas de cualquier rico.
El alcalde del pueblo era Dámaso Barriga, viudo de Mercedes y uno de los más ricos del pueblo que vivía feliz, mejor dicho, podía vivir feliz si no fuera por la espina que siempre le estaba clavando su lejano pariente el Cuco a cada rato en cuanto tenía ocasión. Le odiaba de muerte pero no se atrevía con él, disimulaba su odio y su miedo cuanto podía e intentaba atraérselo a su bando pero no había forma, siempre lo tenía enfrente; era su eterna pesadilla. Ese año estaba deseoso de que llegaran las fiestas de San Ramón para celebrar la inauguración de una de las calles que se había empeñado en empedrar y tenía invitado a la fiesta, después de la comida, en el casino de Adrián.
Nicomedes el Cuco, era uno de los vecinos bien acomodados pero en nada de acuerdo con las injusticias que, para él, estaban a cada rato cometiendo el Barriga y sus amigotes del Ayuntamiento, con un buen puñado de años a sus espaldas se conservaba en perfectas condiciones físicas, a pesar de los reveses que le había dado la vida. Vivía con su hermana María a la que también el destino le había hecho pasar ratos muy amargos pero que a pesar de todo eran felices, aunque no dichosos.
La víspera de San Ramón, sin saber el motivo, Nicomedes y María, estaban intranquilos y sin la menor gana de fiesta, pensaban haber dado una vuelta por la plaza, como todos los años pero a última hora desistieron solamente por no encontrarse con alguno de sus contrarios y le amargara con lo de la dichosa callecita.
Aquella noche la pasó el Cuco sin apenas dormir, dando vueltas en la cama y despertando sobresaltado cada vez que intentaba dormirse por lo que en cuanto rayó el alba se tiró de la cama, encendió la lumbre como todos los días para que su hermana al levantarse cocinara el desayuno y arrimara los pucheros de la comida. Se marchó a dar de comer a los ganados encontrándose por el camino alguna que otra cuadrilla de jóvenes bastante alegres camino de la cama.
-- ¡Divina juventud! -exclamó para sus adentros-, estos si que no tienen pena ninguna, así estarían los míos si estuvieran aquí, pero que le vamos a hacer la vida es como es y no vale darle vueltas, por mucho que nos empeñemos ella siempre sigue su camino.
Cuando volvió a la casa ya estaba levantada María, y cuanto le vio entrar se apresuró a preguntarle:
-- ¿Qué tal has dormido?
-- Mal. Muy mal, y si era poco me acabo de encontrar a una cuadrilla de mozalbetes que me han recordado a mis chicos y se me ha encogido el corazón.
-- Con lo bien que estaríamos los cuatro juntos si tu no fueras tan cabezón como eres. Siempre tienes que salirte con la tuya sin hacer caso a nadie más, mañana mismo les escribo y les digo que o se vienen ellos aquí o nos vamos nosotros allí, el día menos pensado nos pasa algo y nos encontramos solos. -- Bueno, todo se arreglará, no te preocupes tanto que tan mal no estamos contestó el Cuco.
Estaban los dos hermanos tan embebidos en su amable disputa cuando oyeron un murmullo de voces, algún que otro canturreo, adioses de despedidas y unos suaves golpes en su puerta que le hicieron pensar en algún corro de chicos de sus amistades que querrían probar las Perrunillas de María, que sabían a gloria, y sin pensarlo dos veces contestó: Pasar que la puerta está abierta.
-- ¿Quiénes serán? -se preguntaba el Cuco extrañado.
-- Queremos probar las perrunillas de San Ramón -pidió Manuel ya dentro de la casa al lado de Tomás.
María que solo les conocía por las fotografías se quedó paralizada pensando en qué extraños más atrevidos se le acababan de colar en casa y no acertaba a reaccionar de ninguna manera.
El Cuco, que todavía se encontraba en la cocina rápidamente conoció la voz de sus hijos y salió corriendo y apunto estuvo de desmayarse de la sorpresa pero terminaron los cuatro en corro fundidos en una piña dando rienda suelta a sus enternecidas lágrimas.
Después de un largo rato que duró el encuentro, los chicos se acostaron rendidos por el viaje y la fiesta mientras su padre acompañado de su tía se disponía a oír misa, más alegre que nunca.
-- ¡Vaya sorpresa que nos han dado estos chicos! -le decía el Cuco a su hermano mientras caminaban hacía la iglesia.
-- ¡Ya lo creo! Pero mayor va a ser la de tu amigo Barriga cuándo se entere de que son tus hijos y vea la imposibilidad de acogotarte de una vez.
-- Ni me los mientes. ¡Hójala! revienten todos, como castañas asadas, de una vez.
Terminó la misa y tras intentar esconderse varias veces no pudo evitar el encuentro con el Barriga, que todo lo amablemente que le permitía su disimulado buen humor le recordaba la invitación para después de comer en el café rogándole no faltara.
-- No faltaré, no te preocupes -prometía el Cuco murmurando entre dientes- si tu supieras la sorpresa que te tengo guardada no te reirías tanto no.
Poco después de la misa los Cucos se marcharon despidiéndose de sus amistades pero sin comentar a nadie la llegada de sus hijos, y tras la confección por María de una suculenta comida lo más adaptada posible a la ocasión tan especial de aquel día y despertar a los chicos ya que el tiempo pasaba rápidamente y la comida se alargaba demasiado obligando al padre a exclamar:
-- Chicos, yo tengo un compromiso ineludible y no tengo más remedio que marcharme porque ya se me está haciendo tarde.
-- ¿Qué compromiso es ese tan importante?-preguntó Manuel.
-- El alcalde que inaugura ahora el arreglo de una calle y le prometí esta mañana que no faltaría.
-- ¿Podemos acompañarte nosotros? -preguntó Tomás.
-- Si os dais prisa en ataviaros, sí que podéis -contestó el padre-, ya estarán por allí todos.
Cuando padre e hijos llegaban a la plaza ante la curiosidad de todo el pueblo ya acababa el acto de la inauguración de la calle empedrada y en cuanto Paloma divisó a Tomás corrió al lado de los dos hermanos saludándoles y tirando de ellos para presentárselos a su padre que estaba cerca de ellos.
-- Papá, estos son los chicos de que te he hablado y que nos ayudaron anoche -dijo Paloma.
-- ¡Tanto gusto! -contestó el Barriga al mismo tiempo que tendía la mano a los dos hermanos-. Ya me ha contado mi hija que uno de vosotros es buen mecánico, si pensáis quedaros en este pueblo yo puedo contrataros a los dos.
-- ¡Alto ahí Barriga! -cortó el Cuco-. Estos chicos no se venden por nada en este mundo, además de mecánicos y otras muchas cosas más son mis hijos y no están en venta.
-- ¡Que me dices! -exclamó sonrojadísimo el Barriga-. Pues nada, perdonar chicos y si no os parece mal vámonos camino del casino que allí hay un pequeño ágape para todos.
-- ¿Ya os conocíais? -preguntó a Tomás su padre.
-- Si, nos las encontramos anoche en la carretera con el coche averiado y después estuvimos tomando unas copas y bailando con todos ellos.
-- Que casualidad. Tenía que pasarme a mí esto -exclamó para sus adentro el padre.
Ya en el casino el Barriga se esforzaba en arreglar la metedura de pata y aparentar tener una gran amistad con el Cuco; cosa que a este se le notaba claramente que en vez de amistad entre ellos lo que existía era un odio de muerte medianamente disimulado
-- Me alegro de que hayas venido a la inauguración Cuco -dijo el Barriga-, además, tengo que decirte que tus chicos me han caído muy bien, parecen buenos chicos.
-- Ya sabes que yo siempre sé cumplir con mi deber como Dios manda. Por cierto, mis chicos además de parecer buenos, puedo asegurarte que sí que lo son.
-- ¡Fíjate! -continuó el Barriga-. Aunque te parezca mentira nunca te llegué a creer cuando asegurabas que te habías casado y tenías dos hijos en Cuba.
-- Eso no hace falta que me lo asegures por que yo te lo noté siempre.
-- Bueno chicos -cortó el Barriga- os voy a presentar a los demás miembros de la Corporación Municipal de este pueblo que creo que os agradará conocer.
-- Como no -contestó Manuel-, los amigos de mi padre siempre serán nuestros amigos también.
-- Este es Marcelino, el juez -continuó el Barriga-. Este es Antonio, el secretario, a los chicos suyos ya veo que los conocéis. Si algún día necesitáis algo de cualquiera de nosotros no dudéis en acercaros a pedirlo, y si traéis dinero y queréis colocarlo o invertirlo bien invertido no lo dudéis, nosotros os lo invertimos sin pega ninguna.
-- Pues sí que está la Corporación completa -contestó Manuel-, con nuestra amistad pueden contar enteramente todos pero con nuestro dinero lo sentimos porque nosotros no traemos ni un duro, solo traemos ganas de trabajar.
-- Solo nos falta en la Corporación a tu padre -dijo el secretario, más conocido por el Gallito.
-- Lo que tenéis que hacer vosotros es convencerle para que se una a nosotros - agregó el juez, más conocido por el Curriche-, además, si estáis un poco preparados en política aquí estamos escasos de buenos políticos.
Nosotros de política estamos totalmente pegados -contestó Tomás- somos simples trabajadores y de ningún estudio que digamos.
-- No importa -contestó el Gallito-, en política lo importante es hacer bulto, que la inteligencia y los estudios ya se encargarán otros de ponerlos.
-- ¿Qué te parece el arreglo de la calle?-preguntó el Barriga dirigiéndose al Cuco.
-- Mal. Muy mal -contestó este.
-- Desde luego no tienes arreglo Cuco - contestó el Barriga-, todo el pueblo está encantado menos tú, mira que eres raro.
El pueblo está encantado porque no pueden decir otra cosa; mejor dicho, no dejáis vosotros que digan otra cosa, porque al que lo intente se le cae el pelo como al Cebolla, cuando arreglaste la otra calle hace tres años. Se negó a dar la huebra y le metisteis cien reales de multa y dos días de arresto en el calabozo del Ayuntamiento. ¿Qué quieres que digan ahora?
-- La justicia tiene que ser dura y firme -dijo el Curriche-, no se pueden tener contemplaciones.
-- ¿De qué justicia me hablas tú? -le contestó el Cuco-. ¿Por qué no habéis arreglado mi calle en vez de la vuestra?
-- Porque la tuya es más larga y habría costado más -se apresuró a contestar el Barriga.
-- Nosotros nos marchamos -dijo Tomás que en toda la tertulia no se había separado de Paloma y observaba atentamente a todos los contertulios adivinando el odio existente entre ellos.
Todos los jóvenes de la juerga de la noche anterior se marcharon al baile al casino del Lucero que estaba en otra parte del pueblo, menos Manuel que le encantaba el hilo que tomaba la tertulia y prefirió quedarse acompañando a su padre.
-- Claro -afirmó el Cuco-, además, no pasas tú todos los días por ella para ir al Ayuntamiento como pasas por esa.
-- Por esa calle, pasas tú y todo el pueblo -replicó el Gallito.
-- Sí -contestó el Cuco-. Pero muchísimo menos que todos vosotros.
-- Pues no te imaginas el sacrificio que nos ha costado el arreglo de esa calle - cortó el Barriga.
-- Si que lo sé, sí -dijo el Cuco-. Los rollos los hemos traído del río todos los que tenemos carro, dos días por carro, y que conste que no he visto a ninguno de vuestros carros traer rollos. Ponerlos, los han puesto los vecinos que no tienen carro, dos días por vecino y, además, nos habéis metido un reparto de cuarenta reales por familia. ¿Para qué ha sido ese dinero?
-- Para gastos del municipio -contestó el Gallito-, ya sabes que este Municipio no tiene entradas de ninguna clase y hay que pagar al Secretario.
-- Claro que hay que pagar al Secretario, que eres tú, y tienes buen cuidado de cobrar por adelantado, por si falta. ¿Sabes tú por qué este Ayuntamiento no tiene entradas de ninguna clase? Porque las dehesas que vendió la Duquesa de Alba al Ayuntamiento ahora son todas vuestras y las explotáis vosotros en vez de explotarlas el Ayuntamiento, como tenía que ser.
-- Pero eso no es culpa nuestra -contestó el Curriche.
-- Vuestra no -continuó el Cuco-, pero de vuestros padres sí.
-- Yo quisiera saber lo que tengo que hacer -dijo el Alcalde- para que de una vez estés tú de acuerdo con nuestra administración y te unas a nosotros. En las próximas elecciones, si queréis entrar, podemos proporcionaros algo bueno para ti y tus chicos.
-- Algo bueno. ¿Cómo qué? ¿Cómo pregoneros, enterradores o barrenderos? Yo estaré de acuerdo con vosotros cuando la Zarza tenga agua corriente y se liberen las mujeres del pesado castigo de traer los cántaros de agua a la cabeza y cuadril, no tengan que ir todas las semanas a lavar al río; la gente tenga que dejar de correr tras las paredes a defecar y dejen de correr los regatos de orines por las calles y estén todas como esa vuestra de arregladas.
-- Eso es imposible -contestó el Curriche, que además de juez era médico titular del pueblo -toda la vida ha estado así y nunca ha pasado nada.
-- Es imposible -repitió el Cuco-, más imposible es verme a mí a vuestro lado. Vergüenza me da oír de boca de un matasano lo que acabo de oír.
La tertulia continuó toda la tarde por los mismos derroteros dándose pullazos tras pullazos unos a otros sin hacerse sangre pero dañándose hondo y aguantando firme para que al finar la soga no quedara rota.
Terminaron las fiestas y los dos hermanos se habían divertido de lo lindo, Manuel hizo muchas amistades con chicas estupendas pero sin prendarse de nadie ni quedar para continuar. Tomás se enrolló toda la fiesta con Paloma que parecía aceptarle de buena gana y como a él le encantaba su compañía se lo pasaron tan bien que quedaron para seguir viéndose en adelante cuando pudieran.
CAPITULO V
LA VERRUGOSA
Unos Días después de las fiestas en que la familia degustaba los sabrosos manjares de la comida preparada por María, que además de ser buena cocinera se esmeraba en agradar a sus sobrinos todo lo que podía dijo Manuel a su padre:
-- Buena lección les dio el otro día a sus amigos.
-- No creas, esos tienen la concha muy dura -contestó el padre- y no se inmutan por nada.
-- ¿Qué pasó? -preguntó Tomás.
-- Te perdiste un bombardeo de artillería pesada -contestó su hermano.
-- Me lo imagino -agregó María.
-- ¿Pero que pasó? -volvió a preguntar Tomás un poco intranquilo.
-- Nada no hagas caso -dijo el padre.
-- Ya me he enterado de tus buenas amistades con Paloma -se apresuró a cortar María.
-- ¿Qué tiene eso de malo? -preguntó Tomás.
-- Nada, nada -contestaron a un tiempo el padre y la tía al mismo tiempo que pensaban para sí: “Eso no saldrá bien”.
-- Ustedes, económicamente ¿Cómo marchan? -preguntó Tomás.
-- Ni nos falta ni nos sobra -contestó el padre-, pero tenemos lo suficiente para nosotros y también para vosotros si os quedáis aquí.
-- Nosotros no necesitamos nada -dijo Manuel- traemos unas pesetillas y ganas de invertirlas.
-- Como os oí decir el otro día que no traíais nada -dijo el padre.
-- Bueno es que parecían buitres tras la carroña -dijo Tomás-, nos acababan de conocer y ya nos estaban haciendo mil proposiciones.
-- Nada, os compráis otra dehesa más y llenáis las dos de ganado –indicó María - que ahora está dando buenos dineros.
-- La verdad es que Cuba se está poniendo inaguantable -dijo Tomás-. Machado la está llevando a la ruina y el día menos pensado se arma otra guerra como las tuyas.
-- ¡Maldita guerra! -exclamó María. ¡Cuantas desgracias nos trajo a todos!
-- Cuanto murió mamá -dijo Manuel- lo fuimos vendiendo todo, Tomás se colocó y cuanto yo terminé la carrera nos vinimos y según el panorama de aquí a remos lo que mejor podamos.
-- ¡Que mujer! -exclamó el padre entre sollozos. Los celos le atenazaron dé tal manera que han terminado llevándosela. ¡Que desgracia! ¡Bien ganada tenía la gloria!
-- Bueno, bueno -dijo Tomás-, a ver donde podemos emplear algo de dinero por aquí y metemos la cabeza por algún sitio.
-- Lo que dijo la tía antes no está mal- dijo Manuel-, compramos ganado, de momento, y ya encontraremos algo apropiado para la carrera de agronomía de Tomás y la mía de abogacía.
-- Podemos acercarnos a la feria de Plasencia que es dentro de unos días - dijo el padre- y vamos mirando a ver si sale algo.
-- No me parece mal -dijo Tomás- lo que pasa es que de ganado nosotros no entendemos mucho para andar comprando y vendiendo, de eso se tiene usted que preocupar y asesorarnos.
-- No hay pega ninguna -dijo el padre- eso dejarlo de mi cuenta.
-- Quería preguntarte una cosa tía -dijo Tomás-. ¿Tú sabes si Paloma ha tenido algún novio?
-- No -respondió María adivinando por donde iban los disparos-. ¿Por qué me lo preguntas, tienes algún problema con ella?
-- Ninguno, solo que me extraña que hasta ahora nadie se haya acercado a ella como me asegura.
-- Acercársele si que se le han acercado pero los que a ella le gustarían no se le acercan y los que se le acercan o no le gustan a ella o no le gustan a su padre - contestó María-. Por lo que veo, tú si que le haces tilín.
-- No es mala chica, lo malo que tiene es ese orgullo de grandeza dentro de su cabeza -dijo Tomás. Yo le he asegurado que soy un chico de los más normales de este pueblo, sin estudios, sin trabajo y sin ningún porvenir para el día de mañana y, se ha tragado el anzuelo, si ahora le dijeran la verdad con seguridad que no la creería.
Para ella, yo soy un ratoncito con quien jugar, se nota que no ha encontrado nunca quién le ate los machos bien atados y le a dicho aquí estoy yo.
-- Ten cuidado hijo, las cosas no son como parecen, piénsatelo bien antes de dar pasos en falso no sea que tengas que arrepentirte después.
-- ¿Por qué tía, tiene eso algo de malo?
--No. ¿Qué de malo va a tener? Tú vive tu vida y no te hagas caso de nadie ni de nada, lo que pasa es que cuando se entere que tienes la carrera de agrónomo.
-- Bueno para rectificar siempre hay tiempo -contestó Tomás.
Llegó la sementera y Tomás seguía bailando y viéndose con Paloma y Manuel seguía pasándoselo lo mejor que podía con todas y sin comprometerse con ninguna.
El Cuco no dejaba de asistir a todas las ferias y mercados de la comarca pero no encontraba nada aparente para los chicos ya que él tenía su dehesa ya repleta de cerdos aprovechando la montanera como todos los años.
A primeros de enero, en que ya la montanera daba sus últimas bellotas, el Cuco y sus dos hijos llevaron la partida de cebones a vender a la feria de Plasencia y la liquidaron a primeras horas de la mañana. Una vez cobrados se dedicaron a dar vueltas por la feria en busca de nuevo ganado joven para que terminaran los restos de montanera. De repente el Cuco quedó entusiasmado de un rebaño de ovejas que había a la venta.
-- Mirar lo que tenemos aquí -dijo el padre-, este ganado, si no está mal de precio, puede interesarnos. No sé lo que pedirán pero no veo hoy en la feria ningún ganadero que se pueda atrever todo ese rebaño; por lo menos tendrá unas trescientas cabezas o aun más, las veo muy sanas y bien cuidadas, por lo menos a 125 reales cada una podíamos pagarlas. ¿Qué os parece a vosotros?
-- Ni la más pijotera idea -contestó Tomás al tiempo que Manuel se encogía de hombros - lo que usted haga bien echo está.
Tras unas vueltas por el ferial, pero sin perder de vista el rebaño, llenando su cabeza de toda clase de planes que parecían encajarle se decidió a tantear la situación sobre el terreno y se encaminaron los tres de nuevo al rebaño preguntando: ¿Quién vende esto?.
-- Servidor-contestó uno de los cuidadores.
-- ¿Me vendes un atajo de ellas? -preguntó el Cuco.
-- No señor, se venden todas.
-- ¿A cuanto todas?
-- A 115 reales cabeza -contestó el ovejero.
-- ¿Cuantas tienes? -preguntó el Cuco de nuevo solamente por darle un poco de sabor al trato ya que él le calculaba unas trescientas y no podía equivocarse mucho.
-- Exactamente hay 315 cabezas -contestó el ganadero.
-- Son demasiadas -dijo el Cuco-, vamos a ver si encontramos otro atajo más chico y si no volveremos y hablamos en serio de precios, son un poco caras.
-- Caras o no -contestó el ganadero- de precio poco podemos hablar, están muy gordas y muy sanas, se puede bajar poco o nada.
-- Bueno lo de sanas tendría yo que verlo.
-- Pueden mirar lo que quieran, no hay nada raro, se lo puedo asegurar.
-- Bueno -dijo el Cuco-, vamos a dar unas vueltas por el ferial a ver si encontramos un atajo más pequeño y si no dentro de un rato volvemos. La verdad es que me gustan.
-- Como quieran -dijo el ganadero-, aquí estaremos.
Padre e hijos se separaron del rebaño pero sin perderle de vista por si se arrimaba algún comprador que pudiera hacerle la competencia.
-- ¿Qué os ha parecido? -preguntó el padre. Yo creo que nos interesan.
-- Si le interesan -contestó Manuel-. ¿Porqué no se queda con ellas y deja de darle tantas vueltas?
-- ¿Porqué vosotros, los abogados, cuando os llega un cliente que veis que, aunque tiene razón no tiene posibilidad de ganar un pleito, no le decís rotundamente no, en vez de, bueno, no tienes razón pero lo podemos intentar y puede que con un poco de suerte consigamos que nos la den?
-- Porque ellos -se apresuró a contestar Tomás- siempre cobran, gane o pierda el cliente.
-- Porque la esencia de un buen abogado es ganar lo que está perdido- dijo Manuel un poco dolido.
-- Exactamente -dijo el padre-, en un trato lo que cuenta es la picaresca, el precio de las cosas solo depende de las ganas de comprar o de vender de cada uno y en una operación de esta hay que pesarlo todo muy bien pesado para no arrepentirte después. Enseguida comprobaremos las ganas de vender que tiene y el precio a la baja que podemos conseguir.
-- Que me cuelguen si entiendo algo -dijo Tomás-, si desde aquí no vemos a las ovejas ¿Cómo vamos a comprobar nada?
-- A mí no me hace falta ver las ovejas, veo al dueño que muy disimuladamente nos está siguiendo a distancia y esa es buena señal.
-- Bueno -cortó Manuel-. ¿Si compramos esas ovejas se puede saber como vamos a mantenerlas?
-- Ese no es problema ninguno -contestó el padre- las llevamos a los pastos abiertos del pueblo y las mantenemos casi gratis, como hacen los demás ganaderos, vendemos para carne unas cuantas de las más viejas para pagar los pastores y las que vendamos las sustituimos por las crías, que pronto empezarán, y el rebaño siempre tendrá las mismas cabezas.
-- ¡Vaya! -dijo Tomás. ¿Que las llevamos al pueblo, nos comemos las hierbas de todos los vecinos y nadie nos va a decir nada?
-- ¿Eso lo puede hacer todo el que quiera? -preguntó Manuel.
-- Todo el que quiera no -contestó el padre-, todo el que pueda, y yo sí que puedo hacerlo.
-- ¡Coño! -exclamó Manuel. Explíquenos eso bien explicado porque yo me estoy haciendo un verdadero lío.
-- Pues es muy sencillo -dijo el padre- como la Zarza es pueblo agrícola y ganadero tiene establecidas unas normas que datan desde los tiempos de “Las Mestas”, y hay que regirse por ellas. Vamos a ver si me explico bien:
-- Todo el término del pueblo está dividido en ocho partes a las que llamamos “hojas de siembra”, que solo se pueden sembrar de cereales cada cuatro años, por lo que unas están sembradas y otras dando hierba para el ganado y sembramos dos cada año para que no pueda faltarle hierva al ganado y la paguen como ellos quieran.
-- ¿Y puede tener ganado todo el que quiera? -preguntó Tomás-. Si tienes tierras y te obligan a no sembrarlas nadie te podrá prohibir tener ganado para comerte tu hierba.
-- Así tenía que ser -dijo el padre- pero esa regla no se cumple nunca, solo tienen ovejas los cuatro mandones del pueblo, el Barriga, Curriche, Gallito y otro más de su calaña. Pagan los pastos al precio que ellos quieren por cabeza y como son ellos los únicos que cuentan sus cabezas resulta ridículo el precio que pagan por hectárea a los dueños de las tierras. Todo el que intenta meter ganado tiene que desistir por que, de una forma o de otra le hacen la vida imposible y tiene que terminar vendiéndolo.
-- ¿Y si hacen igual con usted? -Preguntó Tomás.
-- Según las reglas que ellos nos obligan a cumplir -dijo el padre- hay un cupo de cabezas por hectáreas de tierras que poseas y con las tierras que yo tengo puedo meter alrededor de las trescientas, bien contadas, y no como ellos las cuentan. Además, a mí me odian de muerte todos ellos pero me tienen mucho miedo, le tiro a degüello siempre y le hago mascar retamas pero se muerden la lengua y se callan. Están locos por que me una a ellos pero solo para poderse comer también los pastos de mi dehesa que ahora no pueden, ellos sacaron las suyas de pastos comunes y yo también saque la mía.
-- Eso me suena a caciqueo peligroso -dijo a su padre Manuel aprovechando un momento en que Tomás no podía oírles-, además, serán prestamistas también.
-- Claro que lo son –contestó el padre- le prestan dinero a los necesitados y cuando ven que no pueden pagar le aprietan de muerte hasta terminar por quitárselo todo por solo cuatro gordas.
-- Pues lo lleva claro Tomás con sea chica –dijo Manuel-, con buenas gentes se va a mezclar, mejor es que no se entere de esos desaguisados y que se divierta con Paloma lo mejor que pueda que tiempo le queda para enterarse de todos estos tejes manejes. -- ¿Pero eso va en serio? -preguntó el padre-. Ella no es mala chica, muy engreída y muy suya, pero lleva los genes horribles de su padre y los buenos de su madre luchando constantemente y quien sabe cuales serán los vencedores, yo creo que esa unión no llegará a buen fin.
-- Por qué está tan seguro, yo creo que entre ustedes hay cosas que nosotros no sabemos y me tienen muy intrigado -dijo Manuel.
-- No te preocupes por saber que el tiempo te lo dirá. Mira, ahí tienes a tu hermano con el de las ovejas que no nos a perdido de vista y se ha hecho el encontradizo con Tomás.
-- ¿Que significa eso de encontradizo?
-- Eso significa que no tiene más compradores que nosotros, vamos allá y a luchar a la baja, vosotros ni abráis la boca.
-- ¿Qué, ya las ha vendido? -preguntó el Cuco.
-- No, hay uno que quiere unas cuantas nada más -dijo el ganadero- pero me interesa venderlas todas como ya le venía diciendo a su hijo, según parece, ustedes no están muy animados.
-- Es que a ese precio son muy caras - dijo el Cuco-. ¿No le importa entrar entre ellas y moverlas un poco para que las veamos un poco mejor?
-- Si, pero yo le garantizo que están totalmente sanas.
-- A 110 reales me quedo con todas –dijo el Cuco después de revisar minuciosamente el ganado.
-- De acuerdo -asintió el ganadero-, suyas son. ¿Cómo va a ser el pago?
-- Al contado en el banco Español de Crédito -dijo Manuel- que está en la plaza.
-- ¿No le hace una partida de 100 marranos que tengo allí arriba, en la otra parte del ferial?. Son muy buenos y se los dejo a muy buen precio.
-- Vamos a verlos -dijo el Cuco- no me importaría comprar también unos cerdos.
-- Mire -dijo el ganadero- esto es lo mejor de la feria.
-- Tanto como lo mejor- dijo el Cuco- buena vista si que tienen, parecen estar sanos. ¿A cómo me los deja?
-- A 100 reales por cabeza. ¿No me dirá que no son baratos?
-- Yo no te los puedo pagar más que 90 -dijo el Cuco-, tú verás si puedes dármelos.
-- No señor, no puedo venderlos a ese precio.
-- Pues nada, otra vez será -dijo el Cuco.
-- ¿Por que no partimos esa diferencia y lo hacemos a 95 -propuso el ganadero?
-- No, no puede ser -volvió a repetir el Cuco. ¿A que hora quedamos en el banco?
-- ¿Le hacen a 94? -ofreció el ganadero- es lo último que puedo hacer.
-- Míos son -contestó el Cuco.
-- Pues a contar.
-- Hay 90 en total. ¿De acuerdo? - preguntó el ganadero.
--De acuerdo -le contestó el Cuco-, así es que son: 315, a 110, igual a 34.650, más 90, a 94, igual a 8.460, sumando un total de 43.110 reales o 10.777´50 pesetas.
-- O 2.155 duros y medio -contestó burlonamente el ganadero-, para que le parezca menos. Entonces a las doce en la plaza en la puerta del banco para hacer la transferencia.
-- De acuerdo, a las doce en punto allí estamos -aseguró Tomás asombrado de la desenvoltura de su padre en los tratos.
-- Buena compra hemos hecho -decía el padre a sus hijos cuando poco después se encaminaban por el puente de Talavera y calle del mismo nombre hacía la plaza.
-- ¿Cómo haremos para llevarnos ese ganado hasta la Zarza? -preguntó Manuel.
-- Ya pensaremos algo -contestó el padre- lo primero es pagarlo y hacernos cargo de él, nunca vendáis la piel del oso antes de cazarlo.
-- Me estoy viendo a los tres arreando ovejas y cerdos -dijo burlonamente Tomás- solo siento el mal olor que nos van a dejar en unos cuantos de días.
-- Pues a tu chica no creo que le agraden mucho los olores del ganado -dijo Manuel.
-- Eso mismo pienso yo -contestó Tomás-, yo que venía con la ilusión de comprar un buen caballo y mira por donde compramos ovejas y guarrapos.
Padre e hijos caminaban calle arriba y tras haber cruzado la puerta de la antigua muralla, al cruzar la boca calle que da entrada a la catedral una voz a sus espaldas llamándole cariñosamente por su apodo les interrumpía la conversación haciéndoles volver la cabeza a los tres.
--¡Señor Cuco! Como va usted tan bien acompañado no se fija en los amigos.
--¡Carajo! ¡Borrega!. ¡Cuánto tiempo sin vernos! -exclamó el Cuco-. Mira, te presento a mis hijos Tomás y Manuel que han llegado hace poco de Cuba. Aquí mi buen amigo Honorio, uno de los mejores políticos que tenemos en España, os lo puedo asegurar.
-- Encantado muchachos -dijo Honorio al tiempo que les tendía la mano-, no hagáis caso a vuestro padre que exagera mucho, si os dijera el menos afortunado acertaría mejor.
-- ¿Cómo te van las cosas? -preguntó el Cuco.
-- Mal, Nicomedes, muy mal. A ti no hace falta preguntarte, con estos retoños a tu lado te sentirás el rey del mundo, mal le tiene que haber sentado a los buitres de tu pueblo esta sorpresa. Dentro de un rato nos vemos donde siempre y charlamos tranquilos, ahora tengo que dejaros que me están esperando en el banco y se me hace tarde.
-- Nosotros también vamos para la plaza - dijo Tomás que parecía haberle caído bien aquel nuevo personaje que desprendía inteligencia a raudales.
-- Pues vamos para la plaza -dijo Honorio-¿Cómo andan las cosas por la Zarza, va todo bien?
-- De momento sí -contestó el Cuco-. Luego nos veremos en el Churrasco y nos contarás algo de unos rumores que he oído.
-- Ahí tengo ya al capataz esperándome para hacer unas gestiones en el banco, enseguida estoy de nuevo con vosotros -dijo Honorio.
-- A que va a ser usted el dueño del ganado que acabamos de comprar nosotros -exclamó Manuel.
-- Si lo habéis comprado a ese chico sí que es mío. ¿Trescientas quince ovejas y noventa cerdos?
-- Exactamente -contestó el Cuco. ¡Qué casualidad!
-- ¿Se conocían ya? -preguntó el ganadero cuando les vio acercarse tan amistosamente hablando.
-- Sí Julián sí -contestó Honorio- este señor es el Cuco de la Zarza.
-- ¡Ya, ya! -contestó el pastor-. ¡Que casualidad! Su dehesa linda con la Verrugosa y sus porqueros me contaban que fue usted uno de los héroes del 98.
-- Si Julián -afirmó Honorio-. Héroe de Cuba y héroe de la Zarza, añadiría yo. Vete para el ferial y si después de la comida no os hemos dado otra ninguna orden os marcháis con el ganado tranquilamente para la Verrugosa y tratármelo bien, como siempre, que ellos irán allí a buscarlo.
-- De acuerdo -contestó el mayoral reflejando la alegría en su semblante-. Señores hasta que nos volvamos a ver.
Nicomedes, Tomás y Manuel -al tiempo que tendían las manos para la despedida hizo la presentación Manuel.
Hicieron la transferencia del dinero correspondiente de una a otra cuenta bancaria y todo quedó arreglado en menos tiempo que canta un gallo, como diría un buen extremeño.
-- Todo arreglado -dijo Honorio-, ahora para celebrarlo permitirme que os invite a comer en el Churrasco. ¡Ala, vamos! Que mi amigo Toni nos vaya preparando la comida.
-- Vamos, vamos –contestó Tomás-. En realidad ya lo tenemos todo hecho.
-- Así es que os metéis a ganaderos -dijo Honorio mientras daban buena cuenta de la apetitosa comida-. Pues ya veis lo que son las cosas, con todo el dolor de mi corazón yo, tengo que dejarlo; todo se me pone cuesta arriba. Me gasté una fortuna en las últimas elecciones y vino ese cabrito de Primo de Ribera, deshizo las Cortes y me dejó arruinado. No hay peor cosa que rodar cuesta abajo, podéis creerlo, todo el mundo te empuja para que ruedes más deprisa hasta el abismo.
-- Sí que fue un buen trago para ti sí - afirmó el Cuco- y en realidad, todo fue un montaje bien preparado y apoyado por el Rey.
-- Ciertamente -afirmó Honorio- fue una jugada de Alfonso para afianzarse en el poder y le salió rana, ya lo ves, en cuanto ha podido le ha mandado a paseo de una patada en el trasero. ¿Vosotros no estáis dentro de la política, muchachos?
Acaban de llegar de Cuba, como ya te dije antes y no les ha dado tiempo de ponerse al corriente de los enredos de la política, como le llamo yo.
-- Pues la política está en todo y lo envuelve todo -dijo Honorio- cuanto tienes intereses te meten en ella y más, pronto o más, tarde, quieras o no, ya no te queda otro remedio que cargar con ella.
-- ¿Cómo anda ahora la política? -preguntó Tomás-. No corren muy buenos rumores.
-- Muy revuelta chico, pero que muy revuelta -contestó Honorio-, me da la impresión que el rey no estará mucho tiempo subido en el macho con las riendas en la mano, como ahora aparenta que las tiene. Lo malo está en el sistema de gobierno que nos quieran meter después.
-- A ver si con un poco de suerte y unas buenas elecciones-dijo Manuel- volviéramos a unas Cortes Constituyentes, sería la mejor solución.
-- Y con un poco de suerte -agregó el Cuco -te volvemos a ver de nuevo en tu escaño de Madrid.
-- Lo dudo mucho Nicomedes. Estoy con la soga al cuello y cada paso que doy me aprieta más y más. Estoy arruinado y tus paisanos me chupan la sangre con los réditos, no tengo más remedio que vender la Verrugosa para poder salir a flote. Lo malo es que ese tragón de Barriga me tiene cogido y ni me la compra él ni deja que se arrime nadie a comprarla. Con lo que él me da por ella no cubro todas las necesidades que tengo pero no me va a quedar otro remedio que dársela.
-- ¿Conoce usted esa dehesa padre? - preguntó Tomás.
-- Con los ojos cerrados igual que la mía -contestó el Cuco- a mí nunca me gustó aprovecharme de las desgracias de nadie y si no lo tomas como ofensa en lo que yo pueda ayudarte cuenta con migo Honorio.
-- Ya me has ayudado bastante comprándome el ganado, aunque tú no lo creas. Que lastima no tuvierais más dinero y os pudierais quedar también con la dehesa, unas cochinas de cría y unos caballos estupendos que me quedan en ella.
-- Vamos a ver -cortó Tomás al oír lo de los caballos-. Poniendo de su parte todo lo que pueda y dándole el dinero ahora mismo ¿En cuanto nos vende esa dehesa?
-- Chicos esto no es para bromear – contestó Honorio-. ¿Seguro que disponéis de dinero suficiente?
-- ¿Tu caballo también entraría con la dehesa? -preguntó el Cuco.
-- Contando que la dehesa esté libre de toda carga y gravámenes -apuntó Manuel.
-- Entraría mi caballo y otro negro tan bueno como él y otras dos yeguas más - contestó Honorio- y no tiene ninguna carga de ninguna clase. Les debo dinero a vuestros paisanos pero no a cambio de nada, esa es la rabia que tienen que no me la pueden quitar.
-- Entonces -volvió a preguntar Tomás- ¿Cuanto es lo que quiere por la dehesa y los demás animales en dinero contante y sonante?
-- El precio justo de la dehesa anda por los cinco millones de reales, el Barriga quiere a toda costa que se la dé en tres millones, esta es la pura verdad, a vosotros os la doy en cuatro millones si os atrevéis con ella.
-- Eso es demasiado dinero -dijo Manuel.
-- Pues no la doy ni por un real menos, es lo que necesito. Si vosotros no os quedáis con ella dentro de unos días contrato un arranque de encinas que me dará millón y pico de reales y luego sí que la daré por menos dinero.
-- Como veo que te hace verdadera falta haremos un esfuerzo y nos quedamos con ella -dijo el Cuco-, siempre que vosotros también estéis de acuerdo.
-- Sí, sí -se apresuraron a contestar los dos hermanos.
-- Ahora mismo lo arreglo todo por teléfono con el director del banco y el notario y mañana mismo se podrá firmar la escritura de compra-venta -dijo Honorio al tiempo que se alejaba de la mesa.
-- Buena compra acabamos de hacer -dijo el padre- podéis decir que os acaba de tocar el premio gordo de la lotería.
-- Todo arreglado -dijo Honorio al volver a la mesa –. Vuestro banco garantiza un cheque vuestro por ese importe y el notario está ya redactando la escritura y nos espera a las cinco en su despacho para firmarla, así no tenéis ni que hacer aquí noche.
Todo quedó perfectamente arreglado y legalizado y aquella misma noche el padre y los dos hijos regresaron a la Zarza como si nada hubiera pasado, cuando en realidad su destino acababa de dar un giro de ciento sesenta grados y que sin duda alguna repercutiría en sus vidas.
Al día siguiente de la feria padre e hijos se encaminaron a conocer la dehesa de la Verrugosa encontrando allí a Julián, el encargado, que tras entregarle una nota que les diera Honorio les enseñó la dehesa, el ganado, el caserío con sus dependencias y las viviendas de los empleados.
-- Las ovejas y los cerdos no han llegado pero mañana ya las tenéis aquí -dijo Julián-. Ahora tenemos que hablar de nuestro problema laboral. Honorio nos dijo que las cosas le iban mal y que tendría que despedirnos.
-- Más que a ver la dehesa y demás -dijo el Cuco- hemos venido a poner todo un poco en claro.
-- Sí -afirmó Tomás-. Nosotros hemos pensado que todos sigáis trabajando igual que hasta ahora y si es posible os aumentaremos un poco los sueldos.
-- ¿Si vosotros estáis de acuerdo? - preguntó Manuel-, lo que sí queremos es que entre nosotros no haya diferencia de clase ni de trato, todos seremos iguales y cada uno cumplirá con su deber pero todos amigos.
-- Por nuestra parte -contestó Julián- encantados de cumplir vuestros deseos, no os preocupéis por nada que yo me encargo de todo esto como hasta ahora.
-- Lo único que nos hace falta -dijo Tomás- es algún caballo que sea bueno para nuestro uso diario. Aconséjanos tú cuales serán los mejores.
-- Hay dos potros -contestó Julián- que os van como anillo al dedo, vamos que os los enseñe.
-- A mí me gusta el negro -dijo Manuel-. ¿Cómo se llama?
-- Moro -contestó Julián-. Es un potro muy joven y muy señorial, va muy bien con tu juventud y, además, aprende muy pronto todo lo que le enseñas.
-- ¿Entre el rojo y el cárdeno? -preguntó Tomás-. ¿Cuál me aconsejas a mí?
-- Sin ninguna duda -contestó Julián- el Tordo, es lo más inteligente que te puedas encontrar en caballo, yo lo tengo muy bien enseñado a todo, sabe hasta derribar a otros caballos, a correr todavía no le ha ganado nadie y ha corrido entre los mejores de esta comarca en los gallos de los quintos.
En la Zarza, como en la mayoría de los pueblos extremeños, desde tiempos remotos hasta no hace muchos años, era costumbre que los mozos al ser alistados a los ejércitos corrieran los gallos.
Consistía en el lucimiento de los mejores jinetes, a lomos de los mejores caballos ante el pueblo entero en una fiesta inolvidable. Había que colocar dos carros en una gran explanada llamada Las Cruces. Una cuerda de carro a carro, de forma que ofreciera flexibilidad para poder subir y bajar el gallo, que cada quinto estaba obligado a aportar, atado por las patas colgado de la cuerda en medio de la pista de los caballos llena a un lado y otro de público. Los caballos se colocaban a larga distancia, todos en fila y con sus jinetes armados de sables dispuestos a cortar el mayor número de cabezas de gallos posible, cosa muy difícil de conseguir ya que al llegar a la altura del gallo el encargado de la cuerda se lo subía para que no le alcanzara.
La fiesta servía para saber cuales eran los mejores caballos del pueblo, cuales eran los mejores jinetes y cuales eran los mejores adiestrados en el manejo de la espada, destrezas que eran altamente discutidas en la comida de esos mismos animales descabezados y en los casinos y tabernas del pueblo durante una buena temporada.
-- ¿Qué os ha parecido? -preguntó el padre ya camino del pueblo.
-- Muy bien -contestó Manuel-, estaba todo tal y como nos lo pintó Honorio. Me ha dado la impresión de que es buena persona y hombre de palabra firme.
-- Lo he notado -dijo Tomás- muy acabado, un hombre de ese corte debe e charle más valor a la vida.
-- De que es una bella persona -dijo el padre- no lo dudéis nunca, prefiere perder su hacienda antes de perder su honor; ahora no tendrá nada pero le queda el orgullo de ser honrado, de haber caído en manos de esos desvergonzados de Barriga y compañía, además de la hacienda, habría perdido todo.
-- Me gustaría saber el porqué de tanto odio entre ustedes -dijo Tomás.
-- A mí también -afirmó Manuel.
-- Es una historia muy larga -dijo el padre- pero como dice ese refrán: “No te preocupes por saber que el tiempo te lo dirá. Ahora lo que tenéis que tener muy en cuenta es que esa dehesa y ese ganado os va a costar algún disgusto en cuanto sepan que son vuestras y vean que os coméis sus pastos.
-- ¿No nos dijo usted que también son suyos? -preguntó Manuel.
-- Ciertamente -afirmó el padre- son míos y tengo perfecto derecho a tener todas esas ovejas en el término del pueblo, pero a nadie se lo han consentido y a vosotros también os lo impedirán.
-- Pues da usted a entender -dijo Tomás- que son una banda de mafiosos y a simple vista parecen todos tan normales y honrados como nosotros.
El domingo siguiente a la compra, que acordaron no decir nada a nadie, los dos hermanos se encaminaron a la iglesia a oír misa mayor como todos los domingos con la intención de tomar después el acostumbrado aperitivo.
Paloma, toda aquella semana, apenas pudo ver a Tomás y, además, tenía noticias de que había estado en la feria de Plasencia, sin decirle nada a ella, le tenía muy furiosa y no dejaba de pensar en que si seguía por ese camino podía perderlo y no estaba dispuesta ello por lo que no hacía más que repetirse durante toda la misa:
-- A este lo tengo yo que atar más corto para que no se vaya por ahí tan alegremente sin decirme a mí nada, se va a enterar de una vez. De momento hoy se le acabó el aperitivo con los amiguitos. En cuanto terminó la misa se acercó a Tomás y con mucho disimulo se lo llevó de paseo por las afueras del pueblo donde no pudiera oír les nadie.
-- Parece que no tenías muchas ganas de paseo hoy -dijo Paloma— seguro que preferías estar de copas con los amigos mejor que con migo.
-- Pero que dices criatura, ya sabes que no hay cosa que me agrade más que estar a tu lado.
-- No mientas que te va a crecer mucho la nariz. ¿Dónde has estado metido toda la semana que no te he visto por ninguna parte?
-- En la feria de Plasencia, cariño mío.
-- ¿Te parece a ti bonito él irte de feria y no decirme nada a mí?
-- No te enfades Palomita que se te va a arrugar la cara. Seguramente que no le hubiera gustado nada a tu padre.
-- Mi padre no se mete en mis cosas.
-- Pues a tu hermano buena charla le estaba dando la otra tarde cuando yo pasaba por tu calle y sin querer tuve que oírles a los dos bien acalorados.
-- Lo de mi hermano con Victoria es diferente.
-- De todas las maneras no tienes que preocuparte por nada, tú sabes que te quiero mucho y muy apretado.
-- Si, mucho te quiero -dijo Paloma- pero a tu manera y sin comprometerte para nada.
-- ¿Qué más compromiso quieres? ¿Quieres que nos casemos? Pues nos casamos, ya somos mayorcitos y para comer dejaremos de sacar de una manera o de otra.
-- Antes de casarnos tendrás que pedir mi mano a mi padre ¡Digo yo! O mal podrás entrar en mi casa.
-- Pues se la pido y en paz, tú no te preocupes por nada, yo te quiero mucho y eso está por encima de todo.
-- ¿Hoy mismo se la vas a pedir?
--¡Leche! Tanto como hoy, es correr demasiado, dame un poco más de tiempo- pidió Tomás-, tampoco hay por que precipitar las cosas sin necesidad cuando tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros solos.
-- Tú lo único que quieres es alargar las cosas para sacar de mí todo lo que puedas y después largarte con otra.
-- Pero que no, mujer, que no. Yo le pido tu mano y la entrada a tu padre y lo que haga falta y nos casamos cuando tú quieras pero no te enfades.
-- Bueno -contestó Paloma- ya te creo un poco más, a mí me gustan las cosas muy claras y si ha de ser que sea cuanto antes y si no ha de ser rompemos y en paz.
-- Primero le preguntaremos a tu hermano si él quiere casarse antes que nosotros, como es lo más natural.
-- Mi hermano no se casará nunca con esa ignorante, esa boda no pega ni con cola.
-- Bueno, bueno -asintió Tomás- el tiempo nos dirá lo que tenemos que hacer.
-- ¿A qué fuiste a la feria?
-- En busca de unos caballos que hemos comprado.
-- ¿Tú sabes montar a caballo? -preguntó Paloma.
-- No, pero ya aprenderé. Puedes enseñarme tú.
Aquel domingo lo pasaron bailando y riendo como dos tortolitos enamorados hasta la terminación del baile que se marcharon. Camino del domicilio de Paloma, esta volvió a la carga con la fecha más apropiada para la boda opinando sería la primavera próxima la más conveniente para todos.
Tomás, que posiblemente deseara casarse tanto como ella, pero pensaba que era demasiado correr y les convendría esperar un poco más, con las mejores palabras que pudo convenció a Paloma para eludir unos días el compromiso de la formalización. A Paloma no le agradó mucho, que digamos, el razonamiento de Tomás, aunque en el fondo comprendía que tenía razón. Nunca tubo novio hasta conocer a Tomás que en todo parecía el zapato hecho a la medida de su pie y la culebrilla de los celos, a pesar de disimularlo cuanto podía, no le dejaba muy tranquila. Habiendo tantas lagartonas con ganas de novio como había en la Zarza ella no estaba dispuesta a dejarse quitar a Tomás así por las buenas después de haber dado el campanazo de su primer noviazgo.
Transcurrían los días sin novedades de mención reinando la más absoluta tranquilidad entre la juventud: los dos hijos del Cuco se señoreaban todos los días a lomos de sus envidiables potros visitando sus dehesas y los ganados, ya de vuelta de la feria, disfrutando a sus anchas cuanto podían. Por iniciativa del padre acordaron regalar cinco ovejas a cada pastor e igual a los porqueros y mayoral para que, con el tiempo, ellos fueran formando su propio rebaño.
El hecho de tener los pastores cabezas propias de ganados dentro del rebaño del dueño no era conocido en la comarca y como es de comprender llenó de alegría y satisfacción a todo el personal asalariado de la dehesa.
Tomás visitaba a diario a Paloma que parecía haberse olvidado por completo de sus celosillas manías del domingo pasado y todo seguía viento en popa.
Manuel se divertía con todas las chicas de su edad y no tenía ni la más, mínima, intención de adquirir compromisos de noviazgo con ninguna chica y alternaba con todos los chicos de su edad como uno más del pueblo.
A pesar de la aparente tranquilidad otros grandes acontecimientos se estaban desarrollando ocultamente en el pueblo y que probablemente tardarían muchos años en conocer alguno de nuestros personajes a pesar de que, sin duda alguna, se verían de lleno envueltos en ellos como una mosca dentro de una tela de araña.
Mucha razón tenía Paloma cuando le afirmaba a Tomás que su hermano no se casaría nunca con Victoria por que esa boda no pegaba ni con cola y tenia toda la razón del mundo porque Victoria era hija del Serrano, cuya situación económica era bastante débil, poco más que un simple obrero. Tenía un chico de su categoría que andaba detrás de ella y cuando ya estaban casi arreglados se metió por medio Pepe Mochila, hermano de Paloma, con su abundante dinero y sus muchas chulerías que termino deslumbrándole y sometiéndole a sus deseos.
En realidad le quería y estaba dispuesto a casarse con ella pero su padre se oponía rotundamente a que la hija de un obrero y contrario suyo en política entrara en su familia y estaba dispuesto a deshacer ese noviazgo costase lo que le costase. Tanto Barriga, como su hija emprendieron la carga contra el Mochila hasta terminar haciendo su efecto calentándole los cascos de tal manera que decidió romper de una vez, contra su voluntad, con Victoria.
En realidad ya era demasiado tarde, los amores de la pareja habían ido demasiado lejos y Victoria se encontraba en las primeras semanas de embarazo y no le quedaba otro remedio que agarrar al toro por los cuernos y aclarar la situación de ella y la de su futuro hijo.
-- Tenemos que dejar esto nuestro -decía Mochila a su novia uno de los atardeceres de sus acostumbrados paseos por las afueras del pueblo mientras eran en vueltos en los primeros tentáculos de la oscuridad de la noche.
-- ¿Ahora quieres dejarme? -preguntó Victoria muy nerviosa ya que en ese momento no esperaba tal noticia y sobre todo cuando ella iba esa tarde a darle a él la noticia de su embarazo.
-- No, cariño no, yo no te dejaré nuca, podemos seguirnos viendo de cada en cuando.
-- ¿Ya no quieres casarte con migo?
-- ¿Pero llegaste a creer que nos íbamos a casar? Eso es una locura.
-- La única locura que existe es el orgullo que, tanto tú como tu padre y tu hermana tenéis. Es una mancha para vosotros mezclaros con una simple jornalera como yo. ¿No es cierto?
-- No, eso no. Puede que dentro de poco mi padre cambie de parecer y deje de fastidiarme, mientras podemos seguir nuestras relaciones en secreto.
-- En secreto. ¿Quieres que sea tu amante? ¿Te has parado a pensar que puedo estar embarazada? ¿Qué harías con tu hijo si estuviera embaraza? ¿Has contado con tu padre para deshonrarme y aprovecharte de mí? ¿Que hago yo ahora en esta vida? ¿Qué les digo yo a mis padres? ¿Que hago con mi ajuar que tengo ya terminado haciéndome caso de tus promesas de casarnos enseguida?
-- Pero chica, que no es culpa mía.
-- ¿De quién es la culpa sino tuya? ¡Pelele!. Deja a tu familia que se empapele con su dinero y casémonos cuanto antes. Vámonos lejos donde nadie nos conozca que yo me encargo de ganar para comer los dos, si tú no quieres trabajar.
-- No puedo -afirmó Mochila-, yo no puedo dejar a mi familia por casarme contigo. Lo siento mucho, tenemos que buscar otra solución.
-- Pues escucha bien ¡Mequetrefe! Puedes tener por bien sabido que te he querido y te querré como a nadie pero jamás seré tu amante, si me dejas embarazada abortaré y allá tú con tu conciencia. Esto se acabó, lo nuestro termina aquí.
-- Pero no te vayas -gritaba el Mochila mientras contemplaba como Victoria se alejaba a toda carrera desesperadamente saltando las paredes de los huertos como una gata salvaje engullida en la más terrible oscuridad de la noche.
Victoria, corrió y corrió todo cuanto aguantaron sus fuerzas hasta su agotamiento; cuando ya no pudo más se sentó junto al tronco de un grueso olivo, y como si quisiera pedirle consejo a aquel milenario árbol empezó a hablar sola, entre grandes y estremecedores sollozos, de su terrible desgracia hasta conseguir que una idea fuese apoderándose de su mente deprimida, el suicidio.
Suicidio, suicidio, repetía su mente sin parar un solo momento y no veía otra solución a su alcance. ¿Cómo hacerlo para quitarse la vida? Solo había un medio a su alcance y era el de tirarse de cabeza al pozo del Caine. A la mañana siguiente, cuando empezase a rayar el Alba y las primeras mujeres fueran a llenar sus cántaros de agua, encontrarían su cadáver flotando y, de seguro que pensarían que habría sido un accidente fortuito al sacar agua del pozo, como solía ocurrir de tarde en tarde con quién elegía ese método de suicidio en el pueblo. Así quedaría a salvo su honor y el de su familia ya que en aquel momento nadie sabía nada de su embarazo, del abandono de su novio ni nada.
La idea fue cuajando en su cerebro cada vez más y más hasta decidirse a ponerla en practica cuanto antes en caminándose al referido pozo por las afueras del pueblo para no ser vista por nadie que pudiera delatarle o hacerle desistir, tubo que ir saltando paredes, regatos, arroyuelos, callejas y estrechas veredas entre los viejos olivares. Un viejo mochuelo que dormitaba en el tronco de uno de los olivos al verse sorprendido salió de su habitáculo dando terribles alaridos y revoloteando a baja altura, casi rozándole la cabeza, le asustó dé tal manera que perdió el conocimiento por completo y cayó al suelo permaneciendo allí inmóvil durante mucho tiempo.
Cuando Victoria recobró el conocimiento parecía ya que era otra persona muy distinta, ya no tenía ni el más mínimo deseo de suicidarse y se encaminó hacía su casa. En el camino pensaba cómo recuperar a su novio, al que se negaba a perder, pero lo veía sumamente imposible. Un terrible deseo de venganza contra su novio y toda su familia se apoderó de ella de tal manera que solo pensaba en la manera de luchar contra ellos con uñas y dientes para defender a su hijo que, aunque de pocos días, ya sentía dentro de sus entrañas. Otras chicas conocía ella que tuvieron que pasar por los mismos trances que ella y habían salido adelante y ella no se tenía por cobarde y tenía que luchar para salir adelante, se recompuso su atuendo cuanto pudo y se acostó en su cama como todos los días sin que nadie sospechara ni lo, más mínimo, de su desgracia.
CONTINUARÁ